EN CAMINO
12 domingo del tiempo ordinario “A”.
Arreglado 2011
- 1ra lect.: Jer 20,10-13
- Sal 68, 8-10.14.17.33-35
- 2da lect.: Rom 5,12-15
- Evangelio: Mt 10,26-33
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
Ponerse de parte de Jesucristo
Para los romanos y sus seguidores en las distintas colonias, la paz consistía en
que el pueblo se sometiera a sus designios: pago de impuestos, aculturación, culto a
los dioses imperiales dentro de cada religión y la designación de grandes masas de la
población a la esclavitud y al servicio militar obligatorio. Todo aquel que se opusiera
a sus propósitos era perseguido, castigado con cárcel, con látigo o con la muerte en
la cruz.
En el otro extremo estaban los grupos rebeldes, los cuales pensaban que era
necesario sacar por la fuerza a los romanos para vivir en paz. Éstos formaban
bandas dedicadas a matar a los romanos y a sus aliados, exigían colaboración
económica para la causa a los comerciantes, artesanos, campesinos o a cualquier otra
persona que tuviera capacidad económica. Su disciplina interna era muy exigente,
hasta llegar al sometimiento de la misma persona al grupo y a su causa. Como suele
suceder con estas organizaciones armadas, con el tiempo se dejaron picar por “el
bicho” del poder y el absolutismo, y terminaron atacando al mismo pueblo por el
cual decían luchar. La paranoia se apoderó de su alma y cualquiera podía ser
considerado un espía peligroso. Todo aquel que se atreviera a cuestionar alguno de
sus postulados o su lógica religioso-político-militar era considerado un sospechoso
de colaborar con el imperio y, por lo tanto, culpable de la situación del pueblo, de
las frustraciones como grupo y era declarado blanco de ataque, objetivo militar.
Jesús, y posteriormente las comunidades cristianas, se comprometieron con
el proyecto del Reino de Dios. Se trataba de formar una comunidad humana
alternativa, en la cual ninguno se autoproclamara absoluto ni sometiera a otros seres
humanos, sino donde Dios fuera el Padre (Abbá) y todos fueran hermanos. Una
humanidad en la cual los excluidos, los pobres, los marginados, se convirtieran en
protagonistas 1 , generadores de justicia y fraternidad, en la que fueran posibles la
solidaridad, el respeto y la distribución equitativa de recursos. Esta utopía debía
lograrse con el trabajo comunitariamente organizado y con la gracia de Dios , que
viene por medio de Jesús (2da lect.).
Los fariseos también querían un mundo distinto, un cambio en las
estructuras de la sociedad judía, pero creían conseguirlo por medio del
cumplimiento estricto de la Ley y de todas las tradiciones de los rabinos. Los
romanos querían conservar a toda costa las estructuras, los extremistas celotes,
querían el cambio con las armas. Pablo, en la segunda lectura (Rom 5, 12 -15),
denuncia la falsa creencia de poner el énfasis la ejecución de los deberes cúlticos
1 “Bienaventurados los pobres en el Espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3)
tales como los ritos, las abluciones, las peregrinaciones, etc., así como en el
cumplimiento estricto de la Ley. Sólo por medio de Jesús y su lógica de misericordia
y solidaridad se llegará a la justicia y a la paz que busca el ser humano.
Por su negativa a aceptar la esclavitud o cualquier absoluto fuera del Reinado
de Dios, así como por su no aceptación de la violencia y del fanatismo rebelde, Jesús
y las comunidades cristianas fueron perseguidos por unos y otros 2 . Muchos
seguidores de Jesús, temerosos de las persecuciones, desistieron y se unieron a los
romanos, a los rebeldes, a los tantos grupos que existían en Israel, o sencillamente ,
pasaron a formar parte de la gente inerme que andaba como ovejas sin pastor,
esclavizada y con su dignidad pisoteada.
La persecución representaba un peligro visible. Pero había otro tipo de
peligro más sutil y peligroso: dejarse llenar por el miedo y preferir una vida sometida
a los designios absolutistas de los poder osos; y, sobre todo, dejarse llevar por la
ideología del poder, la sed de dinero y prestigio (estas fueron las 3 tentaciones de
Jesús en el desierto, Mt 4,1 -11). Históricamente, sabemos que las persecuciones no
lograron acabar con el cristianismo, pues, como bien decían en la aquella época, la
sangre de los mártires era semilla de nuevos cristiano s 3 . Pero cada vez que la Iglesia
se ha dejado picar por “el bicho” del poder, del dinero o de la fama, hemos
experimentado la pérdida de sentido como Iglesia, como seguidores y seguidoras de
Jesús; hemos visto cómo esto sí tiene poder para destruir con fuego alma y cuerpo.
Pensemos en la Iglesia después de Constantino “el Grande”, pensemos en la Iglesia
opulenta, ostentosa y unida a regímenes totalitaristas, perseguidora de todo tipo de
oposición, promotora de invasiones (cruzadas) e inquisidora.
De toda esa historia oscura que no podemos negar, nuestro fallecido papa
Juan Pablo II pidió perdón a la humanidad. Pero no nos quedemos ahí. Pensemos
también en nuestro mundo actual y definamos nuestro compromiso con la
humanidad de nuestro tiempo. Afortunadamente, hay en nuestra Iglesia y muchas
Iglesias cristianas, testigos fieles de Jesús que se ponen de parte del excluido para
construir el Reino. Nosotros ¿de parte de quien estamos? ¿Qué Iglesia queremos
construir hoy? En tiempos de crisis económica, política, religiosa e ideológica como
los que vivimos en la actualidad, en esta época de cambio de paradigmas y de
megatendencias que dejan sin piso muchas de nuestras fortalezas y pretenden
reorientar la vida humana, suele haber mucho campo para el miedo. ¿Dónde nos
vamos a ubicar? ¿Al lado de quien nos hacemos para salir bien librados? ¿Nos
unimos a la ideología dominante, aplastante y excluyente, preocupada por acumular
y acumular, para consumir y consumir, sin importar que con ello se genere miseria
para tantas personas y se acabe con el medio ambiente? Estamos invitados a
ponernos de parte de Jesús y su Proyecto: “si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo
también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo
también lo negaré ante mi Padre del cielo”.
Muchos esposos se preguntan: ¿Hasta cuándo nos durará la pasión y el amor
que hoy nos profesamos? ¿Será que algún día ya no nos soportemos, nos aburra esta
misma pareja o sencillamente nos fijemos en alguien distinto? Muchos padres de
2 A Jesús, decepcionado por no tomarse el poder violentamente, lo traicionó un rebelde celota (Judas) y lo
ejecutó el imperio en la cruz.
3 “Felices de ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de
calumnias…” (Mt 5,11)
familia sienten miedo ante el reto de educar a sus hijos, y otros sufren amargamente
al ser testigos inermes de la forma como sus hijos se van por caminos equivocados
que los conducen a la infelicidad. Muchos trabajadores son despedidos de las
empresas porque éstas necesariamente tienen que salir de ellos para hacerlas viables
y rentables ante un mundo de voraz competencia. Muchos profesionales entran en
la lógica de la competencia, de la eficiencia en los resultados, de la perfección y la
calidad total en el producto para asegurar su empleo y una buena remuneración,
pero se olvidan de cosas tan necesarias como la familia, los hijos, el descanso, la
espiritualidad y la alegría de vivir.
Vale la pena hacer un alto en el camino y detenernos para pensar ¿Qué tipo
de familia queremos construir? ¿Cuál es la opción fundamental en mi vida? ¿Qué
ideologías, caminos, tentaciones pueden envolver mi vida, mi familia, mi grupo
humano, mi Iglesia y conducirlas a la perdición, al tedio existencial que nos hace
infelices? En otras palabras, ¿cuáles son esas cosas que tienen capacidad para matar
el alma y conducir el cuerpo a la gehena? Es necesario que estemos alerta ente las
continuas amenazas para nuestra vida personal, familiar y comunitaria; pero no
tengamos miedo.
Problemas, crisis, persecuciones y amenazas son normales en la vida humana.
La tentación de desviarnos de camino la tenemos cada día. Estemos alertas, pero no
tengamos miedo porque Jesús está con nosotros. Necesitamos estar continuamente
en su presencia y dejarnos conducir por su gracia. Orar con la confianza del salmista
(Sal 68) que en medio del destierro espera el día en que Dios haga retornar a los
cautivos. Orar con la confianza de Jeremías, pues con nosotros está el Señor,
“indomable guerrero” y en sus manos ponemos “nuestra causa”, que debe ser la
misma causa de Jesús.
Oración
Señor Jesús, te damos gracias por tu testimonio de amor, de entrega generosa
buscando siempre una humanidad digna, libre y feliz. Gracias por el don de tu vida
puesta al servicio de los demás, siempre en relación de amor solidario y compasivo.
Gracias por tu Palabra que nos sacude, nos cuestiona y nos invita constantemente a
vivir a plenitud. Gracias porque podemos contar siempre contigo en nuestro camino
de fe.
Reconocemos que algunas veces nos hemos equivocado de camino y que
otras veces, con nuestras actitudes, con nuestras palabras, con nuestros
pensamientos, hemos atentado contra nuestros compromisos vitales y nuestros
proyectos fundamentales. Algunas veces hemos bebido el trago amargo de la
frustración, del dolor, del sufrimiento. Hemos experimentado la soledad, el peligro,
las amenazas constantes a nuestra seguridad personal y comunitaria, y sentimos
miedo, y tenemos la tentación de correr, de equivocarnos de nuevo… por eso nos
refugiamos en ti. Pedimos la fuerza de tu Espíritu para mantenernos fieles a nuestro
camino de fe, a nuestra búsqueda constante y oportuna de todo lo que nos dignifica
como seres humanos. Te pedimos que nos des la fortaleza para cambiar todo lo que
necesitamos cambiar y para reafirmarnos en nuestros compromisos vitales.
Confiamos en ti, en tu bondad, en tu amor misericordioso, en la fuerza de tu
Espíritu que nos ilumina, nos da sabiduría, nos defiende, nos acompaña y nos
conduce a la verdad completa. Amén.