EN CAMINO
14 domingo del tiempo ordinario “A”.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
- 1ra lect.: Zac 9,9-10
- Sal 144, 1-2.8-1113cd-14
- 2da lect.: Rom 8,9.11-13
- Evangelio: Mt 11,25-30
Darwinismo social
El inglés Herbert Spencer, uno de los primeros sociólogos de la
historia, en su obra “La Estática Social” (1851), y en otros escritos, defendió
la competencia como un medio para la evolución, la prosperidad y las
libertades individuales en la sociedad; esta teoría clasificaba a los grupos
sociales según la capacidad para dominar la naturaleza. Según Spencer, las
personas que alcanzaban riqueza y poder eran consideradas las más aptas,
mientras que las clases socioeconómicas más bajas, eran las menos
capacitadas. Con la publicación de “El origen de las especies por medio de la
selección natural” (1859), y “La descendencia humana y la selección sexual”
(1871) de Charles Darwin, obras que conmocionaron el mundo, los
seguidores de esta teoría tuvieron más elementos para defenderla, darla a
conocer y presentarla como el camino hacia la prosperidad de los pueblos. A
esta tendencia ideológica se le llamó el Darwinismo Social.
Estamos hablando de una de las corrientes que sirvió y sirve como
base filosófica para el imperialismo, el racismo, el fascismo, el capitalismo y
otros “ismos” que consumen vorazmente la humanidad, como el nazismo de
Adolfo Hitler quien la empleó para justificar la idea de una “raza superior”
que debía dominar al mundo. Creo que no es necesario mencionar las
consecuencias de las pataletas de este “niño malcriado”, como creo que
tampoco es necesario hablar de las consecuencias del neoliberalismo salvaje
y otros engendros de nuestro tiempo, cuyos defensores, impulsados por el
Darwinismo social, se creen poseedores de la verdad, con la plena potestad
para invadir, masacrar y arrasar con todo, porque su cultura y su sangre, su
religión, así como su doctrina, son superiores. Según ellos, su lógica es
totalmente justificable; al fin de cuentas lo que hacen es liberar al mundo
del terrorismo, del eje del mal, del error doctrinal o del imperio del
relativismo.
Darwinismo Social es un concepto de la modernidad, pero una
costumbre de épocas viejas. En tiempo de Zacarías (1ral lect.), después del
exilio en Babilonia, todo el pueblo quería la reconstrucción, pero había dos
corrientes: una liderada especialmente por Esdras y Nehemías, centrada en
el poder del monarca, su cohorte y la pureza de la raza, y otra impulsada por
las aspiraciones de las comunidades que intentaban reconstruir la identidad
nacional a partir de elementos universales, pluralistas y comunitarios.
Frente a los promotores de la monarquía y de líderes al estilo de guerreros
triunfadores como David, o diplomáticos equilibristas como Salomón y
demás reyes de Israel o de Judá, Zacarías, que representaba los intereses de
las comunidades, propuso un líder para encaminar la nación por los rumbos
de justicia, paz y solidaridad. Éste líder no se caracterizaba por la capacidad
de imponer sus ideas y aplastar a sus opositores, sino por una vida sencilla,
justa, modesta y pacífica. “ ¡Alégrate, ciudad de Sión! ¡Grita de júbilo, Jerusalén! Mira
a tu rey que viene a ti defendido por Dios y victorioso, humildemente montado en un asno,
en la cría de un animal de carga.” (Za 9,9).
Estos son los líderes que necesitamos. No tanto el chabacán y populista
que se ufana de ser como el pueblo, pero para aprovecharse de él, para
alcanzar igualmente mezquinos intereses. Es el líder bien formado
integralmente, con capacidad para administrar y sacar adelante con un buen
equipo los proyectos necesarios para el bien común. Incluso quien a veces
toma decisiones impopulares para favorecer el colectivo. Pero que su
conocimiento, su capacidad, su fuerza transformadora no lo hagan creerse
dios. Sino que se mantiene llano, con un perfil sencillo; victorioso, exitoso,
eficiente, pero “humildemente montado en un asno, en la cría de un animal de carga.”
En tiempo de Jesús la política de “La Pax Romana” (otro nombre del
“Darwinismo social”) era el pan de cada día. Los romanos y sus aliados
devoraban al pueblo; frente a ellos, los rebeldes celotas esperaban un Mesías
guerrero al estilo de David que impusiera orden para todos. Según ellos
tenían que usar la fuerza para liberar a Israel. Jesús no fue un pacifista
romántico ni un engañador que prometiera el premio celestial a una vida
resignada con la cabeza gacha. Su propuesta del Reino de Dios era
precisamente la liberación de todo tipo de esclavitud y la vida en la plena
libertad al interior y exterior del ser humano, propuesta que extendía para
todos los seres humanos. Pero la realización de ese proyecto tenía que
hacerse por medios pacíficos y procesualmente, como el grano de mostaza o
la levadura en la masa (Lc 13,18-21), no con la violencia, el poder y la
imposición de su voluntad.
La propuesta de Jesús no la aceptaron ni los celotes por pacífica, ni
las autoridades judías montadas en su curubito de poder, aliadas con el
imperio, que se valieron de todo tipo de artimañas para desprestigiarlo y
perseguirlo hasta verlo colgado en el ignominioso madero de la cruz. Ellos
tenían en sus manos la política, la economía, la religión y el conocimiento;
eran los doctos, los sabios y entendidos, los altos dignatarios, los sagrados y
puros ministros, la raza especial, la casta privilegiada, la gente bien, las
buenas familias; pero Jesús desenmascaró su hipocresía y los llamó “raza de
víboras, sepulcros blanqueados, manipuladores de la conciencia,
usurpadores de la llave del saber, guías ciegos, saqueadores de los bienes
ajenos”, (Lc 7,52; Mt 12,34. 23,13ss). La reacción de éstos “sabios y
entendidos” no se hizo esperar y por eso se encargaron de desprestigiarlo:
primero porque era un campesino provinciano (Jn 7,41), luego lo acusaron
de violar el sábado (Mc 2,23-27), de ser un blasfemo (Mc 2,7), de engañar a
la gente, de ser un impostor y embaucador, creíble sólo para los ignorantes y
malditos que no conocían la ley (Jn 7,46-49). Finalmente dijeron que estaba
poseído por Belzebú, el príncipe de los demonios (Mc 3,22).
Afortunadamente hubo gente que atendió el llamado y siguió sus
pasos. Gente sencilla, de mente y corazón abierto, con o sin conocimiento
intelectual, con o sin dinero, de dentro o de fuera, pero todos cansados y
agobiados al ser testigos de las injusticias y del dolor propio o ajeno. Los que
atendieron a su mensaje fueron en su mayoría quienes no eran invitados al
banquete del mundo y descubrieron que en vez de buscar ser invitados a
dicho banquete, debían hacer el propio con los medios que tenían e incluir a
todos los marginados. Quienes estuvieron dispuestos a ponerlo todo al
servicio del Proyecto, y asumir el yugo liberador de Jesús: el trabajo por el
Reino.
Vale la pena aclarar que, el camino de Jesús no es un total rechazo a
toda forma de organización o a todo tipo de estructura; el camino de Jesús
implica ponerse el yugo, así como el buey, para arar la tierra y hacerla producir,
pero en libertad. Un yugo liberador es un trabajo comprometido por el Reino, un
yugo liberador implica, esfuerzo, sacrificio, entrega, pero nunca esclavitud ni
sometimiento a nada ni a nadie. El yugo de Jesús es liberador y por tanto
llevadero y su carga es ligera.
¿A qué grupo pertenecemos? ¿Le jugamos al Darwinismo Social en sus
múltiples presentaciones? ¿Será compatible el Darwinismo Social con el
Reino de Dios? ¿Estamos dispuestos a ponernos el yugo de Jesús? Los
seguidores de Jesús tenemos que ser, como Él, mansos y humildes de
corazón. Evitar la embriaguez que dan el poder y el dinero, y no dejarnos
engañar por ilusiones segregacionistas del mundo presente. Con el Espíritu
de Jesús ( Rom 8,9.11-13 – 2da lect.) tenemos que ser capaces de dar muerte
al pecado para tener vida en Él y así ser testigos de la revelación de Dios en
el día a día, comprometidos con su causa.
Oración
Jesús, hermano, amigo, compañero de camino, salvador nuestro. Te
damos gracias por tu testimonio, por tu entrega generosa, por tu grandeza
humana manifestada en tu humildad, en tu amor misericordioso. Gracias
porque con tu vida y con tu palabra nos mostrarte el rostro humano de Dios,
porque nos revelaste la plenitud del amor de Dios Padre y Madre.
Reconocemos que a veces nos dejamos llevar por el orgullo, la
prepotencia, los deseos de estar por encima de los demás para sentirnos más
importantes. Algunas veces caemos en la tentación de comparamos con los
demás y nos sentimos más que algunos y menos que otros, cuando en
realidad somos únicos y valemos por lo que somos delante de Dios.
Reconocemos que algunas veces hemos sido irresponsables con nuestra
propia vida y no hemos asumido compromisos serios. Reconocemos que
algunas veces trabajamos y trabajamos, pero sin objetivos claros, sin planes
concretos, sin estrategias, sin el “yugo llevadero” y “la carga ligera” que nos
garantice un trabajo eficiente, eficaz y efectivo que nos satisfaga a plenitud.
Reconocemos que a veces nos cansamos y, con la fe y la esperanza
maltrechas, queremos desistir.
Nos refugiamos en ti, nos abrimos a tu Espíritu, y te pedimos que
reanimes nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, nuestro
compromiso con la vida y nuestras fuerzas para seguir luchando con
serenidad. Danos un corazón grande, abierto, acogedor, amable y generoso.
Haz de nosotros personas luchadoras, comprometidas, transformadas
interiormente y transformadoras de familias y comunidades. Jesús, manso,
humilde, generoso y limpio de corazón, haz nuestro corazón semejante al
tuyo. Amén.