EN CAMINO
16 domingo del tiempo ordinario “A”.
LECTURAS:
- 1ra lect.: Sab 12,13.16-19
- Sal 85
- 2da lect.: Rom 8,26-27
- Evangelio: Mt 13,24-43
Las parábolas del Reino II
Jesús no definió conceptualmente el Reino. Él fue el más vivo
testimonio de la soberanía de Dios en la vida de un ser humano. Esto lo
manifestó en la forma como se relacionaba con el Padre Dios, con los demás
y con las cosas. Él dejó que Dios fuera Dios en su humanidad y Dios se
manifestó en el hombre Jesús sin lesionarlo interiormente. A partir de su
propia vivencia invitó a construir ese Reinado de Dios (o Reino de los cielos,
como prefiere llamarlo Mateo) y, según la mentalidad oriental, no dio una
explicación racional sino que lo comparó con vivencias o cosas al alcance de
la gente, para hacerlo comprensible y para invitar a que todos lo hicieran
realidad en su propio entorno vital.
Empecemos con la primera parábola: El trigo y la cizaña. Nos hemos
acostumbrado a identificar cuáles son los buenos y los malos de la película
tanto en el filme como en la vida real. Y ¡claro! nos ponemos siempre del
lado de los buenos. Si el malo mata es un asesino, si el bueno mata es un
héroe. Al bueno lo asesinan, al malo le dan de baja. Normalmente nos
creemos los buenos de la película y nos mostramos implacables contra el
mal. Y cuando se trata de hacer biografías, los escritores quitan todo lo que
resulte desconcertante, para presentar una figura digna de imitar: un héroe
nacional, un santo religioso, un empresario exitoso o un militar entregado a
la patria.
La lista de los que se han creído buenos y puros en la historia es
larga; así como largo y ancho es el daño que se ha hecho con la consigna de
desterrar el mal de la tierra, porque fácilmente se pasa al fanatismo,
traducido en intolerancias mesiánicas y totalitarismos camuflados en la
observancia de la ley civil o religiosa. Buenos se creyeron los fariseos,
saduceos, sacerdotes y demás autoridades que mataron a un peligroso reo
llamado Jesús. Buena se creyó la iglesia cuando impulsó la recuperación de
los lugres sagrados que habían usurpado los impíos infieles (o sea las
cruzadas). Y siguió interpretando el papel de buena cuando se dio a la
persecución y hasta la muerte de “pensadores equivocados”, brujas,
escritores impíos y demás individuos malos (o sea la inquisición). Bueno se
creyó el ex presidente Bush II, que con la bendición de su dios, se sintió con
autoridad para combatir el llamado eje del mal o cualquier tipo de
terrorismo y enviar tropas para tomar el control de extensos territorios, así
tuviera que masacrar a gente inerme. Todo para saciar su sed de poder
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
(¡perdón!, para desterrar el mal de la tierra y acabar con las armas que tenía
Husein).
Pero, ¿estamos seguros de que al pedir fuego destructor para los
malos, no nos quemamos nosotros mismos? ¡Cuidado! porque el trigo y la
cizaña están en el interior de cada persona. Dentro de todos nosotros Dios
sembró el trigo y tenemos la capacidad para amar, servir y construir el
Reino. Pero también a lo largo de nuestra historia comunitaria o personal, el
enemigo sembró la cizaña y por lo tanto también dentro de nosotros habitan
la codicia, los miedos, los odios, los rencores y demás antivalores que nos
destruyen.
No porque tengamos cizaña dentro, porque seamos imperfectos y
cometamos errores, nuestra vida deja de tener sentido. Como nos dice el
libro de la Sabiduría (12,13.16-19 – 1ra lect), Dios muestra su poder no tanto
en la destrucción de los malos, sino en la misericordia, el perdón y la
indulgencia. La cizaña que tenemos dentro hay que quemarla en el fuego; el
fuego en el mundo antiguo representaba la fuerza que dinamiza, transforma
y purifica, es decir, toda nuestra vida tiene que ser purificada. El cambio es
un poco doloroso, nos cuesta un poco dejar envidias, rencores, egoísmos,
codicias, malas costumbres, etc., y convertirnos en personas capaces de
perdonar, amar y servir; pero se puede lograr con el fuego del amor de Dios
que nos purifica y, como dice la 2da lectura (Rm 8,26-27), con el Espíritu que
viene en ayuda de nuestra debilidad. De tal manera que lo bueno que hay en
nosotros, el trigo, lo almacenemos para compartirlo generosamente. Esta es
una palabra cargada de la dulce esperanza (1ra lect.). Necesitamos
aceptarnos tal como somos y tener mucha serenidad para que al descubrir la
cizaña en nosotros, evitemos la desesperanza y continuemos hasta la siega.
Segunda y tercera parábolas: El grano de mostaza y La levadura en la
masa. Con los insignificantes para este mundo, Dios construye el Reino:
necesitamos saber apreciar el don de Dios en las cosas pequeñas, como el
grano de mostaza, pues el Reino de Dios se empieza a construir desde abajo
y se necesita la paciencia del labrador para que la semilla germine, nazca,
crezca y dé fruto. La mostaza no es un gran árbol cuyas raíces chupen de los
demás árboles del bosque hasta dejarlos desnutridos (Dan 4). Es un arbusto
que convive con otros árboles y permite que los pájaros hagan sus nidos en
sus ramas para apoyar y cuidar sus críos.
La levadura tiene la magia de hacer fermentar, crecer y darle forma a
la masa. Un poquito de levadura es suficiente para logarlo. De la misma
manera, necesitamos transformar nuestra propia historia desde abajo, desde
lo pequeño, desde los pobres, desde las bases. Necesitamos valorar el trabajo
de los pobres, el aporte de los pequeños, nuestra propia fragilidad, que unida
a la fuerza del Espíritu hacen posible un mundo mejor, digna morada de
Dios y de los seres humanos.
Gracias a Dios hay mucha gente construyendo el Reino, aunque no se
haga mucha bulla; he visto con mis propios ojos muchos testimonios:
Una madre soltera de la periferia, al ver cómo los niños de sus vecinos
quedaban a la deriva aprendiendo mañas, mientras sus padres salían a
trabajar, se convirtió en madre comunitaria. “Son como mis hijos”, me dijo
mientas le daba un beso a una niña que se acercó para quejarse porque otro
niño le hizo muecas.
Un campesino de una vereda, en medio de las críticas,
incomprensiones de la gente y hasta de los reclamos de su esposa, porque
gasta mucho tiempo fuera de la finca, lidera proyectos de electrificación,
carreteable, mingas o trabajo comunitario en beneficio de todos, con
desarrollo sostenible, apoyado por diferentes instituciones públicas y
privadas.
Un desplazado por la violencia durante el día vende limones junto a
un semáforo para ganar su sustento y el de su familia, por la noche vuelve a
su asentamiento y reúne la gente para dialogar, orar y no dejar apagar la
vela de la esperanza.
Un médico prefirió perder su cómodo empleo en vez de ahogar la voz
de la conciencia y de la ética médica. La Empresa Prestadora de Salud (que
debería llamarse mejor Empresa Traficante de la Salud – E.T.S.) para la
que trabajaba no le renovó el contrato, por negarse, entre otras cosas, a dar
diagnósticos falsos para evitar gastos o sanciones y a mandar los
medicamentos genéricos más baratos sin importarle si era o no era lo que
necesitaba el paciente…
Somos seguidores y seguidoras de Jesús en tanto que construyamos el
Reino donde estemos, con nuestro trigo y aún con nuestra cizaña, como el
granito de mostaza y la levadura en la masa.
Oración
Padre y Madre Dios, fuente de vida, de luz y de alegría; gracias por
todas las cosas bellas que has puesto en nuestros corazones. Gracias por
nuestra capacidad de amar, de aprender, de superarnos y construirnos en
esta hermosa a ventura de vivir. Reconocemos que también entre nosotros
existen egoísmos, avaricias, rencores y otras realidades que nos desvían de
camino y amenazan nuestra vida. Reconocemos que en el mundo existen
injusticias, hambre, inequidad, brechas, grandes brechas de dividen e
impiden el desarrollo humano y social.
Aquí estamos en medio de la fealdad y la belleza, la injusticia y la
búsqueda constante por el bien común; en medio del odio y del amor, del
rencor y los gestos de perdón… aquí estamos, en medio de nuestra
naturaleza humana, con nuestro trigo y la cizaña que también habita en
nuestros corazones. Danos la fuerza para purificar nuestra vida, para ser
mejores personas; que crezcamos en calidad humana y demos lo mejor de
nuestro propio corazón.
Danos la sabiduría, la capacidad y la fortaleza dar nuestro aporte a la
construcción de la justicia del Reino. Desde abajo, desde lo pequeño, desde
nuestro humilde servicio, como el granito de mostaza, como la levadura en la
masa que la hace crecer y le da una nueva forma. Que tu Espíritu nos
inspire lo mejor cada día y nos conduzca hacia la plenitud. Amén.