EN CAMINO
2do Domingo de Pascua, ciclo “C”.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
- 1ra lect.: Hch 2,42-47
- Sal 117, 2-4.13-15.22-24
- 2da lect.: 1P 1,3-9
- Evangelio: Jn 20,19-31
VIDA COMUNITARIA
La mejor prueba de la resurrección de Jesús no la constituye la tumba vacía
sino el testimonio de una comunidad que se ama. Una comunidad que supera los
odios, los miedos y los egoísmos propios de la vieja humanidad dominada por el
pecado, y es capaz de vivir solidariamente con la fuerza del resucitado.
Con la muerte de Jesús sus seguidores y seguidoras vieron terminadas sus
esperanzas de una transformación para sus vidas. Como lo podemos ver en el
evangelio de hoy, se llenaron de miedo y pensaron que les podría ocurrir lo mismo
que a su maestro. Muchos huyeron (Lc 24, 13ss) porque no querían saber nada de
las pasadas esperanzas chocadas con la dura realidad y convertidas en tremendas
frustraciones.
Pero de pronto toda esa realidad trágica empezó a cambiar. El hombre que
habían matado estaba vivo. Y no fue solamente que sus discípulos hayan resucitado
su causa; fue que Él resucitó de verdad y se presentó a ellos: a los que iban de
camino, a los que estaban pescando y a los que estaban encerrados, o sea a todos sus
discípulos que habían vuelto a sus actividades de antes. La resurrección los
sorprendió en medio de su increencia y su decepción.
Poco a poco fueron descubriendo algo especial relacionado con Jesús. No
sabían con claridad qué era lo que pasaba, ni lo identificaban muy bien. Por eso en
algunos relatos del evangelio se dice que los discípulos lo confundieron con un
fantasma. Unos pensaron que esas sensaciones se daban por la fuerte decepción que
habían sufrido, que era producto de la locura o que estaban pasados de copas. Con
el paso del tiempo se convencieron de que esa experiencia que los cubría y les
devolvía las esperanzas era provocada por Jesús. ¡Sí! El mismo Jesús que habían
visto clavado de pies y manos en la cruz, y traspasado en su costado. El mismo con
el cual habían compartido experiencias únicas que habían cambiado radicalmente
sus vidas. No había duda: era la presencia viva de Jesús, ahora de una manera nueva.
No había duda: Jesús había resucitado y vivía en medio de ellos.
La resurrección no fue algo inminente. No fue un hecho comprobado
científicamente que dejara a todos sin aluna duda. Fue un acontecimiento que
necesitó tiempo para madurar y para convencerlos de su veracidad. Fue un
acontecimiento muy sutil, pero con una fuerza tan grande que los hizo vencer todas
las limitaciones humanas, los capacitó para lanzarse a anunciar la Buena Nueva y los
hizo capaces de continuar con el proyecto de Jesús.
La experiencia de la resurrección les hizo experimentar la paz de Jesús, que
no es la de las tumbas sino la que viene como consecuencia de la justicia y de una
vida reconciliada con el Espíritu del Señor. Con la experiencia de la resurrección los
discípulos se convirtieron en apóstoles, es decir, en enviados a ser continuadores de
la obra de Jesús. Así como Jesús se sintió enviado por el Padre Dios a continuar su
obra, con el acontecimiento pascual los discípulos sintieron la obligación interna de
continuar la obra salvífica de Jesús. La reconciliación, el perdón y la paz, son
consecuencias del acontecimiento pascual en la vida de las personas y de las
comunidades. La comunidad cristiana debe brindar el espacio para superar toda
categoría de pecado que pisotee la dignidad humana y le quite la paz, y generar el
ambiente necesario para que Cristo resucitado llegue con su perdón y su paz a cada
ser humano.
La comunidad cristiana debe dar testimonio de la resurrección, anunciar con
su vida y con su palabra, que Cristo está vivo, pero siempre debe respetar los
procesos que cada persona y cada comunidad vive, como hicieron los amigos de
Tomás. Es lo que se llama la paciencia histórica, la paciencia del gato cazador. A
Tomás le contaron la Buena Noticia, pero no lo obligaron a creer en esa Buena
Noticia, sería algo totalmente contrario a la fe. Una Buena Noticia, como un plato
suculento, no se impone, se propone con alegría y generosidad. El Evangelio deja de
ser Evangelio si se impone. Nadie puede creer si se le impone la fe.
La figura de Tomás nos deja ver un proceso de fe con el resucitado. Tomas
quería ver a Jesús en las mismas condiciones espacio-temporales con las que se ve a
un ser humano normal, y se negaba a creer en el resucitado por el testimonio de la
comunidad. Sus compañeros le decían que lo habían visto, pero Tomás se negaba a
creerlo. Veamos que la experiencia de la resurrección se da en Tomás cuando
estaban reunidos en comunidad. Tomás entró en comunión con la comunidad, se
abrió a ella y al Espíritu que la movía, y fue descubriendo poco a poco los signos del
resucitado en sus hermanos. Vio que realmente sus hermanos estaban totalmente
transformados. Los que antes temblaban de miedo por la persecución de los judíos y
se encerraban para no ser vistos por las autoridades, luego confesaban abiertamente
que Jesús había resucitado. Los que antes huían porque no querían saber nada del
“fracasado” Jesús, ahora se sentían ungidos por su Espíritu y trabajaban para
transformar todas las realidades que dañan al ser humano, y para conseguir la paz y
la reconciliación.
Fue así como comprendió que esa comunidad vivía como vivía, que esa
comunidad había superado el miedo, la desesperanza, los egoísmos, en
encerramiento existencial y había pasado a la esperanza, al testimonio, al amor, a la
decisión de escribir una nueva historia, gracias a que Jesús estaba vivo. Y lo
experimentó resucitado específicamente en medio del dolor de los que sufren y
mantienen viva la esperanza y luchan por una vida mejor, en medio de las llagas, del
costado y de las manos atravesadas. Encontrarse con esa realidad, con el Jesús vivo
en medio de las personas, lo llenó de una alegría desbordante, que transformó su
vida. De sus labios salieron unas palabras que quieren decir algo indescriptible:
“¡Señor mío y Dios mío!” ¡Es verdad! ¡Jesús está vivo! ¡Lo han palpado mis manos, los
han visto mis ojos!
Y el Evangelio remata: bienaventurados los que creen si haber visto. La fe en
Jesús no puede ser un peso, un problema más para la vida humana, sino una fuente
inagotable de alegría, de bienaventuranza, un impulso para que la persona realice
plenamente su existencia, redescubra cada día un sentido nuevo para vivir y para
luchar por su libertad y dignidad.
+*+*
Lucas, el autor de los Hechos de los Apóstoles, presenta una comunidad
discipular que ha vivido la experiencia de la resurrección y camina firmemente con
Jesús. Cuatro elementos deben acompañar la vida de toda comunidad discipular: 1)
Escuchar la enseñanza de los apóstoles. 2) La vida común y compartir solidario. 3)
La fracción del pan o la Eucaristía y 4) Las oraciones. Veamos estos cuatro
elementos:
Afortunadamente, hoy hay muchas formas para escuchar la enseñanza de los
apóstoles. Recordemos que el apóstol es el enviado para dar testimonio del
acontecimiento de la resurrección. En los primeros años del cristianismo, la
experiencia de fe se transmitía de manera oral. Luego se fueron escribiendo los
evangelios y las cartas de los apóstoles. La enseñanza de los primeros apóstoles está
consignada en la Biblia, y cada día esa enseñanza se va enriqueciendo con la
experiencia de aquellos que siguen con sinceridad a Jesús y experimentan su
salvación.
Antes la Biblia era para uso exclusivo del clero, porque se pensaba que el
pueblo iletrado no la comprendería y haría mal uso de ella. Lo que debía hacer el
pueblo de Dios era obedecer a la enseñanza de los jerarcas. Después de la reforma
protestante la Iglesia Católica se vio obligada a entregarle la Biblia al pueblo e
incentivar un estudio responsable. Hoy hay muchas formas para acceder la Biblia.
En muchas universidades se ofrecen diplomados, licenciaturas, especializaciones,
maestrías o doctorados, y cualquier persona puede acceder a estos estudios,
dependiendo de su tiempo y su capacidad económica. Hay también algunas
parroquias que ofrecen buenos cursos de estudio de la palabra. Se pueden hacer
también estudios personales por medio de la lectura de buenos libros o de páginas
Web con estudios sustentados. ¡Vale la pena intentarlo!
En cuanto al segundo punto, la solidaridad, hay muchas formas de hacerlo.
Durante los días de cuaresma se promueve la comunicación cristiana de bienes en
las parroquias. Muchas fundaciones con un espíritu cristiano promueven la justicia y
la paz en el mundo. Hay personas e instituciones realmente comprometidas con la
construcción de un mundo mejor. Vale la pena integrarnos de alguna manera a estos
grupos.
En cuanto a la Eucaristía o fracción del pan, muchas personas tenemos la
fortuna de participar cada domingo e incluso a diario de este alimento de vida
eterna. Muchos no participan porque no es de su agrado la forma como se realiza o
porque no se sienten involucrados; y otros porque sencillamente no les interesa.
Quienes participan con asiduidad y saborean este gran misterio de salvación, dan
testimonio de los buenos frutos que recogen para su vida. Pero también hay un gran
número de cristianos católicos que no tienen acceso a la eucaristía por falta de
sacerdotes. Desde el centro se han promovido grandes campañas de promoción
vocacional para este ministerio, algunas de ellas con muy buenos frutos.
A muchas de ellas nos hemos unido en las parroquias, en los colegios, en las
universidades, en pueblos, campos y veredas. Hemos organizados jornadas de
oración para que el dueño de la mies nos envíe obreros. Pero hay una inquietud que
el pueblo ya conoce y que vale la pena no dejar inadvertida. En las campañas de
promoción vocacional encontramos muchos jóvenes que se sienten llamados a
servir en este ministerio, pero se encuentran con una disciplina de la Iglesia: los
ministros ordenados deben ser varones célibes. Este es un tema largo y espinoso.
Hay muchos jóvenes a quienes les gustaría servir a Dios y a la comunidad como
presbíteros y tienen a su vez vocación para el matrimonio. Hay también mujeres a
quienes les encantaría servir como presbíteras, pero el sacerdocio para las mujeres ni
hablar, en actual la disciplina de la Iglesia Católica. ¿Esta disciplina forma parte del
núcleo de la fe o pudiera ser de otra forma para favorecer la humanidad de los
ministros ordenados y para ofrecer al pueblo más posibilidad de acceder a la
fracción del pan? ¿Las sacerdotisas que existen en otras Iglesias cristianas serían un
adefesio en la nuestra, o darían un aporte del cual ahora nos estamos perdiendo? Si
es cierto que, como dice Juan Pablo II: “La Iglesia vive de la Eucaristía”, ¿no sería
bueno buscar que todas las comunidades cristinas católicas tuvieran acceso a este
sacramento? El documente Sacerdotalis Caelibatus del Papa Pablo VI intenta dar
respuestas algunos de estos interrogantes. No obstante, el diálogo está abierto.
El cuanto al punto del que habla Lucas es el de la oración. Hoy se han
multiplicado los grupos de oración tanto a nivel católico como protestante. Esto
indudablemente manifiesta la sed espiritual que tiene nuestro mundo. Es necesario
buscar la comunión con la Iglesia porque muchos grupos se han convertido en un
problema, no sólo para la estructura de la Iglesia sino especialmente para muchos de
sus miembros. Algunos hacen un énfasis casi enfermizo en lo místico y lo mágico:
don de lenguas, expulsión de demonios, revelaciones, manifestaciones, etc. Es
necesario que saquemos el espacio personal, familiar y comunitario para la oración.
Ojalá debidamente asesorados y acompañados por personas con una espiritualidad
profunda y así como con un buen conocimiento teológico.
Oración
Jesucristo resucitado, gracias por tu presencia viva en medio de nosotros.
Gracias por tu acción salvadora siempre a favor de la vida, de la dignidad de las
personas. Te entregamos nuestras familias y comunidades. Reconocemos que
muchas veces los problemas, los conflictos internos o externos, los miedos, las
dudas, nos hacen encerrar en nosotros mismos y no nos dejan ver el camino.
Reconocemos que a veces nos dejamos dominar por las dudas, los temores, las
diferencias, la ansiedad…
Así como te hiciste presente en medio de la comunidad cristiana primitiva,
hoy te abrimos de par en par las puertas de nuestros corazones para entres y disipes
nuestras inseguridades, nuestros miedos, nuestra falta de fe… reconcílianos con tu
perdón, danos la paz y la fuerza de tu Espíritu para experimentar una nueva vida,
engendrada a partir de tu resurrección. Danos la sabiduría para seguir tus pasos,
realizando a plenitud el plan salvífico de Dios. Que también nosotros podamos
verte, palparte, experimentarte vivo, resucitado y, con alegría, nos convirtamos en
testigos de la resurrección. Amén.