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EN CAMINO
7mo Domingo de Pascua, ciclo “A”.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
- 1ra lect.: Hch 1,12-14
- Sal 46, 2-3. 6-927(26)
- 2da lect.: 1Pe 4,13-16
- Evangelio: Jn 17,1-11ª
Constitución de la comunidad
El presente relato que leemos hoy lo presenta Lucas, el autor de los Hechos de
los Apóstoles, después del relato de la ascensión del Señor. Notemos que el grupo de
discípulos y discípulas sigue dentro de las normas judías. Jesús resucitado se les reveló
fuera de Jerusalén y su significado religioso, pero luego ellos volvieron a ella. El texto
hace énfasis en que el camino que recorrieron desde el monte de los Olivos hasta
Jerusalén fue lo estrictamente permitido: caminar el día sábado, lo que indica lo difícil
que fue tomar distancia de la institucionalidad judía.
Según Pablo Richard 1 , la reunión la realizaron posiblemente cerca del templo, en
el segundo piso de una casa. Este detalle s e puede tomar como un retroceso de la
comunidad con respecto a Jesús , pero también como un reto por el testimonio que
debían dar ante la institucionalidad judía, como en efecto lo hicieron más tarde.
Un detalle que vale la pena resaltar es el de las personas que se reunieron para la
constitución de primera comunidad. Se trata de los once clásicos discípulos, un grupo
de mujeres discípulas, incluida María la madre de Jesús y sus hermanos. No vamos a
entrar en discusión sobre si eran hermanos de sangre, hermanos de comunidad o
simples parientes, porque eso no es lo más importante. Resaltamos que aquí los
hermanos de Jesús no aparecen en contraposición a Él como los presenta Marcos,
porque ellos creían que no estaba en sus cabales (Mc 3,20 -21.31-35), o como los
presenta Juan que ni siquiera ellos creían en él (Jn 7,1 -10). Lucas los presenta en la
misma tónica de los demás discípulos. Es más, Santiago, uno de los hermanos de Jesús,
jugó un papel muy influyente en la comunidad de Jerusalén, después de Pedro. (Hch
12,17; 15,13; 21,18).
Se trata de una comunidad mixta con teologías y est rategias distintas, pero
reunidos y perseverando en oración. No obstante las diferencias ideológicas y prácticas
1 RICHARD Pablo, El movimiento de Jesús, después de su resurrección y antes de la Iglesia, una
interpretación liberadora de los Hechos de los Apóstoles. Verbo divino y otras, Colección Biblia 71. Quito
2001. Pag. 31s
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La oración de Jesús
El fragmento del Cuarto Evangelista que leemos hoy es la primera parte de la
conocida oración de Jesús por su pueblo que abarca todo el capítulo 17. La oración
empieza con el tema de “la hora de Jesús”. En algunos textos, especialmente del Cuarto
Evangelista, se habla de que todavía no había llegado la hora de Jesús: En las bodas de
Caná, Jesús le dice a María, su mamá, que todavía no había llegado su hora (Jn 2,1ss).
En otro texto Jesús explica que muchos hermanos suyos no habían creído en Él porque
todavía no había llegado su hora (Jn 7,5-6). En otra ocasión, cuando quisieron
apedrearlo, nadie le puso las manos porque todavía no había llegado su hora (Jn 7,30).
Ya en el relato del lavatorio de los pies se dice que Jesús sabía que había llegado su hora
(Jn 13,1ss), y aquí en su oración al Padre por sus discípulos dice claramente: “Padre, llegó
la hora : glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique (Jn 17,1).
Hemos hablado ya muchas veces de que Dios no mandó a su hijo para que lo
mataran y de esta manera saciar su sed de venganza por los innumerables pecados de
los hombres. Sabemos que la muerte de Jesús es consecuencia de su compromiso por el
Reino. La muerte, para el Cuarto Evangelista, no es una derrota sino un triunfo porque
allí se manifiesta la máxima expresión del amor (Jn 15,13), porque Él selló con su
sangre la fidelidad hacia la causa de una vida nueva para la humanidad; porque aunque
aparentemente lo vencieron, fue Él quien venció al mundo. (Jn 16,33), pues no dejó
contaminar su corazón con las ansias de poder y de dominio sino que se mantuvo fiel al
proyecto salvador de Dios, su Padre.
La gloria de Dios se manifiesta en la forma como vivió su hijo, siempre en una
actitud de servicio. La gloria de Dios se manifiesta no en la forma como maltratan a su
hijo sino en la forma digna como Él asumió su vida, pasión y muerte.
Lo oferta de Jesús para la humanidad es la vida eterna. Pero veamos que la vida
eterna no es necesariamente del más allá, sino que es algo concreto y cercano que
consiste en conocer a Dios y a Jesús. “T ú le diste poder sobre todos los hombres, para que él dé
la vida eterna a todos los que tú le confiaste. Esta es la vida eterna: que te conozcan, a ti, único Dios
verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo.” (Jn 17,2-3).
2 Según Pablo Richard (Op Cit. 33), la frase “perseveraban en oración con un mismo espíritu”, es un término
redaccional de Lucas que nos hace sospechar una realidad histórica diferente.
entre este grupo, tuvieron la humildad, tolerancia y agudeza con la causa de Jesús para
reunirse y perseverar en la oración con un mismo espíritu 2 .
En estos tiempos de convulsión y de cambios, de crisis en nuestras iglesias,
familias y comunidades; en estos tiempos en los que muchos reclaman cambios
estructurales en la Iglesia y en nuestras sociedades, vale la pena aprender de esta
primigenia comunidad fundacional. Aquí encontramos mujeres y hombr es, los once
apóstoles y los demás. La experiencia y el testimonio de esta comunidad debe iluminar
las nuestras para que nosotros también, no obstante nuestras diferencias, perseveremos
unidos en la oración y en un mismo espíritu: el de Jesús que murió y r esucitó para dar
vida al mundo.
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Durante mucho tiempo la Iglesia insistió en la vida eterna como algo del más allá
y se olvidó completamente de la vida real y concreta. Al punto de que muchas personas
piensan que la Iglesia, y en general el cristianismo, es algo que debe archivarse en los
anaqueles de la premodernidad. Hoy como Iglesia hemos cambiado, pero todavía en
muchos grupos, se sigue haciendo un énfasis exclusivo en el ganar el cielo. Una oración
muy utilizada por algunos de estos grupos despistados es la siguiente: “Oh Jesús mío
perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente
a las más necesitadas de tu infinita misericordia”. ¿Le vamos a seguir dando la razón a quienes
piensan que debemos ser tan sólo una pieza de museo?
Vale la pena preguntarnos si nosotros participamos de la gloria de Jesús, si
conocemos al Padre por medio de Jesús, su Hijo. Llegaremos a este conocimiento
cuando vivamos como Él vivió y amemos como Jesús amó. Cuando nos
comprometamos con el pobre como Él lo hizo y trabajemos por la justicia, la verdad y
la paz como Él trabajó.
¿De parte de quién estamos? ¿De parte del mundo que representa el proyecto
del mal, o de parte de Jesús que representa el proyecto de Dios para la humanidad?
Jesús no ruega por el mundo sino por los discípulos, de ayer y de hoy, que representan
el lugar por excelencia donde él manifiesta su gloria. ¿Somos parte de ese grupo? Ojalá
que sí. Es grandioso hacer parte del grupo de Jesús y saber que somos continuadores de
su obra salvadora, pero también es una gran responsabilidad, pues dependiendo de
nuestro testimonio de vida, los demás podrán ver y reconocer la gloria de Jesús.
Oración
Señor Jesús te bendecimos porque tu abres para toda la humanidad un nuevo
camino de realización y de vida eterna. Te damos gracias por la oración que es
comunión, comunicación, participación del amor de Dios Padre y Madre hacia todos
sus hijos e hijas. Nos unimos a esa oración que nos presenta hoy el Evangelio y nos
abrimos para experimentar la vida eterna en el aquí y el ahora que se prolonga en el
espacio y en el tiempo.
Te presentamos nuestras familias y comunidades, nuestros procesos vitales con
nuestras dudas, nuestros miedos, los obstáculos reales o imaginarios, así como con
todas las oportunidades que tenemos para vivir, amar, aprender y crecer como seres
humanos. Danos la gracia de tu Espíritu para romper con todo aquello que debamos
romper. Danos la sabiduría para buscar la unidad como comunidad en medio de
nuestras diferencias, en lo fundamental. Danos la humildad para poner a un lado
nuestros caprichos y trabajar unidos en la justicia del Reino. Amén.