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EN CAMINO
Pentecostés, ciclo “A”.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
- 1ra lect.: Hch 2,1-11
- Sal 103, 1ab.24ac.29bc-31.34
- 2da lect.: 1Cor 12,3b-7,12-13
- Evangelio: Jn 20,19-23
Pentecostés
Muchas son las historias que cuenta mi abuelo, entre ellas ésta: “un día, la abeja y el
león, reconocido rey de la selva, tuvieron problemas. El león le declaró la guerra a las abejas y juró dominar
a todos los insectos. Según él, el perdedor debía ceder todos sus derechos y quedar sumiso al otro. Aunque
la abeja quiso conciliar se encontró con la arrogancia de un león muy seguro de su fuerza y despreciador de
los pequeños. Al siguiente día, en el sitio donde se dieron cita estaba el león con sus colegas, dispuestos a
pisotear a los insectos. Salió también la abeja y detrás de ella, millares y millares de abejas, unidas a ellas,
venían sus hermanos, insectos, hormigas, avispas, libélulas, grillos, chicharras… Aunque los compinches
del león pisotearon algunos insectos con sus pesadas garras, después de verse picados y mordidos, huyeron
con el rabo entre las piernas”.
La construcción literaria que nos presenta Lucas, el autor de los Hechos, es
parecida a la de hace ocho días, el relato de la Ascensión. El texto hoy lo ubicamos en la
fiesta de la recolección, celebrada en Jerusalén. La ciudad se llenaba de gente, judíos
distribuidos por todo el imperio: Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto… o sea, todo el
mundo conocido por ellos. Afuera, la ciudad vivía su propia fiesta; adentro, la comunidad
estaba en el sitio donde acostumbraba reunirse para compartir, dialogar sobre su ser y
quehacer, estudiar, celebrar y orar. El Cuarto Evangelista también nos presenta a la
comunidad, no tanto reunida sino encerrada por miedo a los judíos, pues eran
perseguidos.
Hoy el mundo postmoderno vive su propia fiesta: “quítate tu pa´ poneme yo” dice
la canción que escuchan muchos de nuestros jóvenes. “Vive y deja vivir”, agrega uno, “al
son que me toquen bailo”, replica otro, “sálvese quien pueda”, afirma quien se esconde.
“A mí no me metan en problemas”, “pase la moneda, hace calor mójeme la mano”,
“colabore para el trasporte”, “agua a 200, galletas 2 por 500, 5 en 1000”, ¡feria de
contratos y concesiones! “A la orden los puestos en la gobernación o en la alcaldía, en la
embajada o en la universidad, en el hospital o en el tránsito, por sólo X votos, según el
cargo.” “– Sí señores, a la orden los cupos para el sisbén (seguridad social) o para la
escuela de doña Rita que apoya el senador.” “Vengo por la cuota mensual (o diaria)” le
dice el estafador al tendero, al vendedor de helados, al comerciante o al empleado raso.
“Cortaron la luz”, “la plata no alcanza”, “mataron al moreno de la esquina, seguro se
metió en problemas y no bailó al son de la fiesta”, “condenaron a la gorda porque pecaba
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Como hicieron las avispas y los demás insectos para defenderse de los arrogantes
leones, y como hicieron las primeras comunidades cristianas, hoy necesitamos unirnos
para trabajar y construir el Reino; no podemos enfrentar el gigante postmoderno de forma
individual. Tenemos que ser creativos y buscar nuevas formas de trabajo para convivir en
dignidad. Necesitamos recibir y caminar con la gracia del Espíritu Santo. Así como Dios
sopló para darle vida al ser humano, en forma de resonancias cósmicas (Hch 2,1-4 – 1ra
lect.), signo de la intervención de Dios en la historia humana, hoy necesitamos que Dios
irrumpa en nuestra historia, que venza nuestros miedos para salir del encierro, de manera
que unidos podamos enfrentar la vida con la fuerza del Espíritu del Señor resucitado,
vencedor de la muerte.
En el fragmento de los Hechos que hoy leemos se nos dice que estaban todos
reunidos. Se trata, por lo tanto, no sólo de los doce apóstoles, sino de la llamada asamblea
de los 120 (1,15), entre los cuales estaban, además de los doce, María, la madre de Jesús, el
grupo de las mujeres y el grupo de los hermanos de Jesús, con certeza también estaba
Santiago, el hermano del Señor (1,14). Toda la Iglesia, todos sus miembros, estamos
invitados a participar de Pentecostés y de la transformación de este proyecto que
heredamos de Jesús.
En día de Pentecostés, aunque todos estaban reunidos con un mismo propósito,
éste no era precisamente continuar con la fuerza dinamizadora y transformadora de Jesús
resucitado. Todavía estaban pegados en el pasado y en un anhelo de restauración de las
doce tribus de Israel (Hch 1,15-26). Como ha ocurrido en otras oportunidades en la
Iglesia, el Espíritu Santo los sorprendió, llegó de repente, con ruido como de viento
impetuoso y lenguas de fuego. Es decir, con la “violencia” necesaria del Espíritu para
estremecer fuertemente a las personas, transformar y reorientar la primera comunidad,
desde una posición restauracionista hacia una posición profética y misionera. 1 Algo
parecido ocurrió con la elección de Juan XXIII . El vacío que de jaba Pio XII era muy
grande y no se veía un líder con la categoría del fallecido P apa. Entonces, los purpurados
pensaron elegir un Papa de transición, y optaron por un anciano cardenal llamado Angelo
Giuseppe Roncalli (quien escogió el nombre de Juan XXIII) . ¿Quién iba a pensar que ese
viejito inofensivo, que había sido elegido para salir del paso, fuera a dar el primer paso
para la más gigante transformación en la historia de la Iglesia reciente: el Concilio Vaticano
II?
1 RICHARD Pablo, El movimiento de Jesús después de su resurrección y antes de la Iglesia, una interpretación
liberadora de los Hechos de los Apóstoles. Colección Biblia 71. Verbo Divino y otros. Quito 2001. p. 38
por cobrar, sin embargo, al grandulón que pagaba por pecar sigue suelto y en las
mismas…”
Ante todo este panorama global, derroche, confort, injusticias, exclusivismos y
todo ese maremágnum de estructuras generadoras de miseria, la gente vive su propio
drama. Muchos se encierran porque no ven salidas; otros se suicidan para acabar de una
buena vez; algunos se unen al juego para sobrevivir, o sencillamente sufren y no son
felices.
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Esta fiesta de Pentecostés no podemos pasarla como una reunión más dentro del
sinnúmero de festividades religiosas. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! Dejemos que
hoy el Espíritu Santo irrumpa en nuestro acontecer personal, familiar y eclesial-
comunitario. ¿Qué pasos debemos dar? ¿Qué conservar y qué cambiar? En Jerusalén
confluían gentes de todas las naciones del mundo conocido. Con la fuerza del Espíritu
Santo esta primigenia comunidad tuvo la capacidad de entrar en comunicación con todas
las personas y hacerse entender en su propia lengua, es decir, en su propia identidad
cultural. Necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para ir a nuestra aldea global y
comunicarnos en su propio lenguaje; para llegar a nuestros niños, a nuestros jóvenes, a las
familias, a los empleados y a los empresarios, a hombres y a mujeres, para anunciar la
Buena Noticia del Reino con respeto, pero con pleno convencimiento de la buena obra de
Dios en el ser humano.
En medio de nuestras diferencias, tenemos que buscar la manera de entendernos.
Tenemos diferentes carismas, dijo Pablo (2da lect.) pero los diversos ministerios y
carismas tienen sentido en la medida en que los pongamos al servicio del bien común.
Abrámonos hoy, al soplo de Jesús para recibir el Espíritu Santo, para ser renovados,
recreados, transformados y enviados a construir la humanidad nueva.
Oración
Ven Espíritu Divino, principio de vida y de amor, que lo inunda todo, lo penetra
todo, lo llena todo y le da plenitud a todo. Llega hasta el fondo de nuestro ser con tu
amor, con tus dones maravillosos. Estamos totalmente abiertos a ti para que nos llenes de
tu presencia, para que desintegres los miedos, los egoísmos, las envidias y todo aquello que
nos desvía del camino de la salvación. Llénanos de ti, llénanos de tu amor, de tu luz
admirable, de tu sabiduría, de tu fortaleza, de toda la riqueza espiritual que necesitamos
para ser continuadores del Proyecto de Jesús. Llénanos de ti para experimentar que somos
hijos del Padre y Madre Dios y que contigo somos conducidos por el buen camino.
Te abrimos de par en par las puertas de nuestros corazones, de nuestras mentes.
Penetra nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros impulsos, nuestros deseos
y acciones… todo. Purifica, renueva, transforma, fortalece toda nuestra vida…
Mantennos unidos en lo fundamental para experimentar el regocijo y la alegría,
fruto del amor, de la amistad, de las buenas relaciones interpersonales. Mantennos unidos
en lo fundamental para defender la vida, la dignidad, la libertad; para trabajar en todo
aquello que nos hace crecer como personas. Acogemos tu presencia entre nosotros para
que nos des la paz, la serenidad de espíritu, la decisión firme, la fuerza, la energía, el vigor,
y la pasión para llevar a cabo la misión encomendada por Jesús.
Ven Espíritu Divino, ven, ven, ven… amén.