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EN CAMINO
7mo Domingo del tiempo ordinario, ciclo “A”
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
- 1ra lect.: Lv 19,1-2.17-18
- 2da lect.: 1Cor 3,16-23
- Evangelio: Mt 5,38-48
Pero yo les digo…
Fundamentados en la filosofía griega, durante mucho tiempo la Iglesia defendió la
idea de que había una especie de dos mundos: uno arriba y otro abajo. El de arriba es el
de Dios, el de abajo es del hombre. El de arriba es trascendente, puro, perfecto, bello,
bueno, etc. El de abajo es caduco, imperfecto, tendiente a la corrupción, necesitado de
la iluminación de Dios. Por eso Dios promulgó la Ley, y el ser humano debería
ajustarse a ella si quería vivir bien y llegar al piso superior, a ese mundo trascendente
donde Él habita, si quería ir al cielo. Si alguien veía que en la Ley de Dios se
encontraban algunos puntos incomprensibles, difíciles de cumplir, pues, como se dice
en algunas partes: ¡de malas! Así son los mandamientos de Dios, punto.
La Ley, y en general la Sagrada Escritura, eran presentadas como un dictado de
Dios para que el ser humano cumpliera su voluntad. Además, con la visión de un Dios
a imagen y semejanza de la organización sociopolítica del momento. Como prevalecían
las monarquías pues se presentó a un Dios monarca, sentado en su trono que dictaba
leyes a su antojo para que los súbditos obedecieran.
La moralidad, es decir, el obrar humano de cada día, estaba regido por la Iglesia y,
más tarde, con la división entre Iglesia Ortodoxa e Iglesia Católica y en occidente con la
reforma protestante, igual las Iglesias cristianas de diferentes denominaciones
continuaron siendo las adalides de la moral. Las Iglesias eran quienes decidían qué
estaba bien y qué estaba mal, qué era o no era permitido, fundamentadas en la Ley de
Dios.
Se trataba de una moral heterónoma, es decir, venida de fuera, impuesta desde
arriba. Una moral ante la cual los seres humanos no les quedaba otra que someterse a
ella si querían entrar en la vida, si querían ir al cielo. Se trataba de una moral de
preceptos y prohibiciones con una presión constante: “si no la cumples cometes pecado
y te condenas”. La moral estaba en la fe de que Dios era un juez justo, imparcial e
insobornable y daba el premio o castigo eterno.
Pero este sistema se ha ido cayendo. La modernidad fue quitando a Dios y, en un
primer momento, la gente en cierta medida se quedó sin una fuente moral, porque se
había acabado el temor y la moral descansaba en el temor a Dios. La muerte sociológica
de Dios, hizo que los hombres se sintieran “libres” de él. “Si Dios ha muerto, todo está
- Sal 102
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permitido” , se solía decir. Este proceso generó una crisis en la sociedad y, por supuesto,
en las iglesias cristianas.
Quitado Dios como fuente de moralidad el ser humano es el que establece el bien
y el mal, lo justo y lo injusto. De esta manera se pasó de una ética religiosa a una ética
civil. A esto se le llama el secularismo. Kant decía que el ser humano llega a ser adulto
cuando piensa por sí mismo y pasa de moral heterónoma a la moral autónoma. Por eso
propuso la autonomía como único principio de la moral.
Durante mucho tiempo en escuelas y colegios no se educaba en la ética sino en lo
religioso. La materia de religión se llamaba Educación religiosa y moral. Ahora en las
escuelas, colegios y universidades la ética es parte del pénsum. Con la modernidad el
mundo cambió radicalmente. Del autoritarismo, el imperialismo, la obediencia ciega y el
sometimiento se pasó a la racionalidad. Se acabaron los imperios, las monarquías
absolutas y aparecieron las repúblicas, las democracias, los derechos humanos. De la
moral heterónoma, exterior, superior, preestablecida por Dios desde arriba, de
obligatorio cumplimiento y opresora se pasó a una moral autónoma: “Actúa como si
fueras al mismo tiempo legislador y súbdito” . (Kant)
En esta sociedad secularizada gran parte de la humanidad de hoy vive de espaldas
a la moral religiosa, heterónoma. Organiza su vida sencillamente como cree
conveniente, con criterios ajenos a los “mandatos de Dios”.
No obstante, muchos creyentes no tienen problema en seguir aceptando la visión
premoderna y medieval, la moral heterónoma: Dios lo manda y punto, así debe ser. Es
más, hoy por hoy hay un resurgimiento de grupos neoconservadores que defienden
contra toda evidencia científica que el relato de la creación del Génesis fue un hecho
histórico. Hay quienes afirman que el mundo tiene 6 mil años de creado y que en algún
momento serán arrebatados por un armagedón.
Como cosecha de todo este revolcón hay también un buen número de creyentes
que ve a Dios como un elemento más de autoayuda, para tener éxito en la vida, para
que les vaya bien, totalmente alejados de compromisos éticos. Hay otros creyentes
confundidos que no saben qué hacer ante las tendencias actuales, la ideología
postmoderna del “todo está permitido, siempre y cuanto te sientas bien”, lo que dice la
Escritura o lo que afirman algunos documentos de la Iglesia, así como con los
sermones de los predicadores en los cuáles no hay un solo criterio.
Pero esta crisis, lejos de acabar con la vida de fe, por el contrario, nos ha
impulsado a purificar muchos elementos de nuestra religiosidad. Nos ha impulsado a ir
a las fuentes, a estudiar el desarrollo histórico de la moralidad tanto en la Biblia como
en la tradición y a encontrar elementos riquísimos que siguen y seguirán siendo
inspiración para vivir bien. Veamos:
Remitiéndonos a los orígenes descubrimos que las religiones han ayudado al ser
humano a encontrar normas de convivencia, leyes que le ayudan a poner límites a
muchos abusos y a defender los derechos de las personas. Estas leyes han sido emitidas,
según la experiencia religiosa, en nombre de Dios, de los dioses, de los maestros, de los
profetas o de otros personajes representativos de dichas religiones. Todas las religiones
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tienen códigos éticos que buscan hacer más llevadera la vida y abrir espacios para la
realización humana. Para darle autoridad y seguridad a esas leyes se les ha dado un
carácter sagrado e intocable. Así que nadie puede cuestionar esas leyes porque son
dadas por la divinidad.
En la cultura judía el código ético, resumido en los 10 mandamientos, representó
un avance grandísimo en medio del despelote que vivían los diversos grupos humanos
que confluyeron en las montañas de Judea, en los albores de Israel como pueblo. Eran
normas mínimas que buscaban la convivencia pacífica de manera que todos pudieran
vivir dignamente. La posterior elaboración y promulgación de la Ley comprendida en
los libros del Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio buscaba, de igual manera,
proteger la vida humana, enriquecerla y dignificarla, según la problemática, las
necesidades, las expectativas del contexto sociohistórico. Hoy sabemos por los estudios
bíblicos que en la elaboración de dichos libros participaron varias escuelas literarias,
cada una con sus ideologías, sus convicciones, su experiencia de Dios, sus intereses.
Desde la fe decimos que Dios inspiró a los escritores sagrados, que Él metió su mano
en todo el proceso del Éxodo y en la consolidación del pueblo con su territorio y su
Ley, para ayudarlo a vivir dignamente.
Conociendo el contexto en el que nació la Ley podemos comprender mejor su
riqueza y tenerla como continua fuente de inspiración en nuestro camino de fe. Hoy
sabemos que la Ley no surgió como un dictado de Dios para la humanidad. Hoy
sabemos que Dios no es un monarca que dicta leyes para que los súbditos las
obedezcan. Hoy sabemos que Dios se ha ido revelando en la historia de distintas
formas, en distintos pueblos, en distintas tradiciones y siempre a favor de la vida, de
una vida digna para el ser humano. Hoy sabemos que “la Biblia no cae sobre el pueblo de
Israel como un meteorito fulgurante que le proporciona las enseñanzas como salidas directamente de la
boca de Dios. Más bien es la elaboración de un pueblo que refleja su caminar histórico, su modo de
relacionarse y creer en Dios y las consecuencias que de ahí saca para organizar su convivencia y
establecer sus relaciones cono los demás pueblos.” 1
Hoy la humanidad ha sido testigo de que en nombre de Dios, protegidos por un
manto sagrado y supuestamente siendo muy fieles a sus preceptos se pueden cometer
los peores crímenes. Hoy sabemos que la Ley fue surgiendo para defender la vida, para
hacerla más llevadera, para promoverla y dignificarla. Ese es el sentido de la ley, ese es
el espíritu.
Para darle seriedad, contundencia y seguridad a los procesos se dio ese tinte
sagrado e incuestionable. ¡Claro! Porque no se puede estar cambiando las leyes como
cambiar de vestido. Los seres humanos merecemos respeto. No a cualquier despistado
porque no le gusta una ley o porque ella se opone a sus aspiraciones egoístas tiene la
autoridad para cambiarla a su antojo. Infortunadamente eso se ha dado en la historia
civil o religiosa y ha causado estragos en los pueblos.
1 En: http://2006.atrio.org/?p=441. 20 de Nov de 2006.
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Pero también vale la pena tener en cuenta que los tiempos van variando y, con él,
las situaciones que afectan al ser humano. Las ciencias van descubriendo realidades
antes desconocidas, los tabúes van cayendo, los paradigmas van cambiando. Aparecen
nuevas enfermedades, nuevas problemáticas, nuevas ideologías, nuevos fenómenos o
renacen ideas y experiencias que se creían superadas, pasadas de moda o ya olvidadas.
Y dentro de la misma revelación bíblica encontramos transformaciones. En la Ley,
en los profetas, en los libros sapienciales, en el Primero o en el Nuevo Testamento. La
misma experiencia de Dios ha tenido sus variaciones a lo largo de la historia de
salvación.
En el libro del Levítico (24,19-21) se habla del “ojo por ojo, diente por diente…” Pero
en el fragmento que compartimos hoy en la primera lectura dice otra cosa: “No te
vengarás y no guardarás rencor a los hijos de tu pueblo; sino que amarás a tu prójimo como a ti
mismo…” (19,1-2.17-18).
El profeta Elías ante el acoso de los pueblos vecinos y sus deidades que
amenazaban la estabilidad del pueblo, combatió a los dioses caneceos, especialmente a
las múltiples advocaciones de Baal, señor de vida en el panteón de Canaán. Lucha
manifestada en mayor medida en el reino del Norte, particularmente bajo el dominio de
la dinastía de Onrí.
Pero cuando los cultos cananeos no representan peligro, la lucha se desplazó en
dirección a los dioses imperiales de Asiria y Babilonia. Issur, cuyo símbolo era el árbol
de la vida, pues era el Dios de la vida vegetal (de ahí la prohibición de comer del árbol
de la vida, del conocimiento del bien y del mal del que habla el libro del Génesis). Más
tarde Issur se convertiría en un dios guerrero identificado con el sol. La diosa Isthar,
diosa del amor, de la guerra y de la fecundidad. Marduk y otras deidades que
representaban una amenaza para la identidad del pueblo y su deseo de vivir en
independencia y libertad.
Vemos que la lucha de los profetas no era contra las otras deidades como tal, sino
en tanto que ellas eran el símbolo de los imperios que acosaban a Israel y lo
amenazaban constantemente. Lógicamente cuando nos sentimos amenazados nos
defendemos. Y la experiencia de Israel fue muy particular en este sentido. Fue un
pueblo que vivió continuamente amenazado por los extranjeros y a su vez cuando tuvo
el poder en el tiempo de David se convirtió en una amenaza para los demás pueblos,
como fue el caso de los moabitas, a quienes David invadió y les cobró tributo.
Hasta ese momento Dios era tenido como el Dios de Israel y no más. Como un
elemento de defensa de su identidad y dignidad los dioses extranjeros eran presentados
como ídolos y la Palabra de Dios solamente era para los judíos. Pero más adelante los
profetas Isaías (66,18-21) y Jonás, así como el salmo (117) 116, aunque siendo muy
celosos de la identidad religiosa, ampliaron el horizonte y mostraron a un Dios abierto a
toda la humanidad, a toda raza, lengua, pueblo y nación. Incluso el profeta Jonás es
enviado por Dios a Nínive, antigua ciudad del imperio asirio, clásico enemigo de Israel.
Jesús no fue un loco o un político enfermizamente obsesionado por el poder a
quien se le ocurrió cambiar la Ley a su antojo. Bien claro lo vimos en el Evangelio de
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hace 8 días: “No piensen que yo vine a desvirtuar la Ley y los Profetas. No vine a desvirtuarlos sino
a darles todo su valor” (Mt 5,17). Pero Jesús, seguido el movimiento de discípulos y
discípulas se supieron ubicar en la historia de salvación, con una profunda experiencia
de Dios, un gran conocimiento de la humanidad y los cambios que ésta necesitaba para
vivir dignamente, se atrevieron a lanzar una propuesta que se mantenía fiel al espíritu de
la Ley, pero con variaciones necesarias para ese momento histórico.
Sin desvirtuar el espíritu de la Ley, Jesús se comportó enteramente libre frente a
ella y obró de una manera autónoma, aunque siempre muy unido a Dios Padre dador
de vida. Y en el discurso de las Bienaventuranzas que compartimos en estos domingos
leemos la famosa frase: “Se ha dicho… pero yo les digo”. Se trata de una afirmación
muy grave que no se pude decir simplemente por un momento de efervescencia y calor,
sino sólo después de una profunda vivencia, de un profundo conocimiento de Dios y
de las realidades humanas. Se trata a su vez de algo muy necesario pues la humanidad
con el mundo va en continua evolución y transformación.
De esta manera Jesús anuló la Ley como código ético de obligatorio cumplimiento
porque sí, porque Dios lo ordena desde arriba y punto: “Anul la ley religiosa, es decir, la
dejó sin efecto y, lo que es más importante, hizo que la violación de la ley produjera el efecto contrario;
por ejemplo al tocar a los enfermos, leprosos y cadáveres; porque como es sabido en estos casos, en lugar
de producirse la impureza que preveía la ley, lo que sucede es que el contacto con Jesús produce salud,
vida, salvacin” 2 .
Para Él estaba claro que no era suficiente el cumplimiento estricto de la Ley. Por
eso dijo: “si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los
cielos” (Mt 5,20s). Por eso cuestionó la subordinación de la mujer frente a la Ley y la
hipocresía de quienes la manipulaban y se escudaban en ella para disimular y justificar
sus incoherencias: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra” (Lv 20,10s Vs Jn 8,1-11)
Algunos alimentos eran prohibidos por la Ley porque en su tiempo representaban
o eran vistos como un peligro debido a las condiciones de insalubridad. Pero los
rabinos con una gran mediocridad intelectual y pobreza espiritual habían convertido la
Ley en un arma mortal contra el mismo pueblo, en un problema más sumado a los
múltiples problemas que padecían por las condiciones históricas.
Jesús en vez de poner la pureza en lavarse las manos hasta el antebrazo o en dejar
de comer ciertos alimentos, propuso que la verdadera impureza estaba las actitudes
malévolas que brotan del corazón: “Escuchen y entiendan: Lo que entra por la boca no es lo que
hace impura a la persona, ero sí mancha lo que sale de su boca” (Mc 7,15 / Mt 15,11).
Todos los sábados era obligatorio descansar porque Dios descansó (Ex 20,8-8) y
por conmemoración de la liberación de Israel (Dt 5,12-15). El Sábado era un día de
fiesta: (Os 2,13; Is 1,13) fiesta en la que la alegría humana impulsados por la presencia
de Dios en su vida (Lev 19,3; 26,2; Num 28,9; Ex 35,2). Era el día de la asamblea
comunitaria (Lev 23,3), tiempo para consultar a los profetas (2Re 4,23) para las
reuniones amistosas, familiares, criados y extranjeros (Ex 20,10; Dt 5,15). Era un
2 CASTILLO José María, Símbolos de libertad, Salamanca 1997, 295.
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espacio para la vida. La Ley del Sábado fue en sus orígenes un mecanismo del pueblo
para exigir descanso, a fin de vivir dignamente y dedicar tiempo para el culto (Ex 34,21
y Lv 23 14).
El Sábado había nacido como Ley de libertad, pero las autoridades religiosas la
habían convertido en un elemento más para oprimir. Jesús no se opuso al Sábado como
práctica liberadora sino a la forma como se manipulaba y se ponía en contra de la vida.
Por eso aunque el Deuteronomio lo prohibía (23,26) en una ocasión que sus discípulos
pasaban por un sembrado y tenían hambre, permitió que ellos cogieran espigas, las
trillaban con las manos y se las comieran (Mc 2,2-23).
No rechazó sin más a la Ley y las costumbres porque le daba la gana. Los
evangelios lo muestran en varias ocasiones cumpliendo la Ley y orando en las sinagogas
(Mt 4,23; Mc 6,2; Lc 4,15; Jn 18,20), pero aclaró que el Sábado se hizo para el hombre y
no el hombre para el Sábado (Mc 2,27), y dijo que el Hijo del hombre era Señor del
Sábado (Mt 12,8). Tuvo, como dijo Schillebeeckx, una admirable libertad para hacer el bien y
fue como afirmó Boff, el liberador de la conciencia oprimida . 3
En el fragmento del Evangelio que compartimos hoy volvemos a escuchar el:
“Saben que está mandado… Pero yo les digo”. En este fragmento descubrimos que Él confía
en la capacidad que tiene el ser humano para la conversión y para vivir como auténtico
hijo de Dios: perdón en vez de venganza y amor incluso a los enemigos en vez de odio.
En lugar de la Ley puso la exigencia del amor. Ese fue el mandamiento supremo
sin el cual los demás no tenían sentido (Mc 12,28-34). El amor es que hace posible la
perfección, el llamado universal a la santidad a imagen de Dios Padre que hace salir el
sol sobre malos y buenos, sobre justos e injustos. Se trata del amor a Dios y a los demás
seres humanos, a todos los seres humanos, más allá de los límites de grupo, etnia o
nación. Más allá de los que me aman, es más, incluyendo a los enemigos a aquellos que
según nuestra manera de juzgar no merecen nuestro amor e incluso merecen el
desamor, el odio.
Claro que aquello de no poner resistencia, poner la otra mejilla y dar al que pida,
así como el amor a los enemigos y la oración por quienes persiguen no significa
permitir que acaben con nuestra vida, significa romper el mal desde dentro, no dejarse
contaminar por el odio que envenena el alma. Hay veces que se hace necesario tomar
medidas fuertes con respecto a personajes que amenazan la vida, si es el caso y se tienen
las herramientas, la cárcel u otro tipo de sanción, pero nunca movidos por la venganza
sino por defender la vida. Se trata de una invitación contundente por la no violencia
que tan buenos frutos dio en personajes conocidos como Gandhi y Luther King.
La propuesta de Jesús es un amor universal que exprese el amor de Dios Padre y
Madre que ama a sus hijos sean buenos o malos. Ser perfecto como Dios es perfecto es
dar amor sin límites que posibilite romper con la lógica del mal y ayude a construir una
humanidad distinta a la fundada en la ley del Talión. Una sociedad fundada en la
justicia, en la solidaridad y el amor.
3 SCHILLEBEECKX Eduard, Jesús la historia de un viviente , Madrid 1981, 166. BOFF Leonardo, Jesucristo
el liberador, Bogotá 1977, 84.
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La moral que propone el Evangelio no se funda en normas heterónomas sino en
una invitación a amar. No se trata simplemente de evitar el mal porque podríamos caer
en la indiferencia y en la complicidad con la injusticia. Podríamos caer en el miedo a
hablar y a denunciar para evitar problemas. Se trata de darlo todo para hacer posible
una humanidad nueva. Y si se ganan enemigos por defender la vida y por amar
efectivamente buscando la justicia, pues estos son símbolo de fidelidad al proyecto de
Jesús. El discípulo ha de orar por ellos y pedir la fuerza a Jesús para no dejarse inundar
por el miedo, por el odio y los deseos de venganza. Pero nunca renunciar al amor
primero, a la búsqueda de la justicia del Reino.
Hasta aquí no todo se ha dicho. Vale la pena seguir reflexionando sobre la moral
en muchos campos y para nosotros como discípulos de Jesús es fundamental su
Palabra, su testimonio, su vida, su espiritualidad, su fe, su actitud ante la moral.
Necesitamos también un profundo conocimiento de la realidad, de las ciencias, de todo
lo que compete al ser humano. Necesitamos una mística y espiritualidad profundas,
enraizadas en el amor a Dios, a los hermanos, a todo tipo de vida, a todo el mundo
incluido el cosmos y el caos que se ve en estos tiempos. Necesitamos descubrir en qué
momento y ante que circunstancias, siendo fieles al espíritu de la Ley, siendo fieles al
Espíritu de Jesús y su Evangelio tendremos que decir: “se ha dicho… pero hoy honestamente
decimos…”
Y para esto, como bien lo afirma Benjamín Forlanco: “La Iglesia catlica ensea que
Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio van entrelazados, pero la Sagrada Escritura es la fuente
primaria de la cual beben la Tradición y el Magisterio. Obviamente, es tarea de la Iglesia transmitir la
enseñanza de la Escritura. Pero esa transmisión se perfecciona gracias a que aumenta la comprensión
de las cosas y nunca llega a su plenitud.” 4
De manera que es necesario seguir descubriendo la revelación de Dios en nuestra
propia historia de salvación. Ese mismo Dios que se reveló de múltiples maneras y que,
como dice la Carta a los Hebreos, llegada la plenitud de los tiempos se reveló en Jesús.
Esa revelación no está acabada. Como vimos, el Antiguo Testamento se perfecciona así
mismo, y es más perfeccionado con el Nuevo y el Nuevo deja abiertas muchas
cuestiones para el estudio y el progreso humano. No podemos fundamentar un
pensamiento, una convicción, una corriente ideológica simplemente tomando uno más
textos bíblicos, desconociendo que Dios se sigue revelando en nuestra propia historia y
que es preciso reconocerla hoy en el mismo espíritu que fue reconocida,
complementada con los aportes de la investigación histórica y las ciencias del saber
humano. Vale la pena tener en cuenta los siguientes puntos de Benjamín Forlanco para
futuros diálogos en temas candentes:
Hoy es necesario entender que la Biblia es palabra de Dios y palabra humana al mismo
tiempo . Y es preciso distinguir entre lo que es mensaje fundamental de la revelación y sus
condicionamientos históricos.
4 Forlanco Benjamín En: http://2006.atrio.org/?p=441. 20 de Nov de 2006.
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Dios nos habla y se revela, antes que anda, en la vida, en los hechos y en la
historia, y se revela también en los escritos de la Biblia para ayudarnos a entender mejor
el sentido de la vida. La lectura de la Biblia está orientada toda ella a la vida , a anunciar y
garantizar la vida plena del pueblo: su plena felicidad y libertad.
Los textos de la Biblia no son para ser usados como respuesta única y segura a
nuestros problemas. El discernimiento de cuál sea para nosotros la voluntad de Dios
hay que buscarlo en esos textos ciertamente, pero sin olvidar que es imprescindible el
estudio del avance de las ciencias, de los signos de los tiempos y nuestra propia responsabilidad. Un
cristiano, que quiera proceder con perfecta hermenéutica, debe saber que puede haber
mucha gente – por lo común ilustrada y docente – que presume de saber y proclamar
cuál es la voluntad de Dios y las normas que la manifiestan, pero en realidad de verdad
el criterio seguro es otro: practicar el amor hacia el pobre, abatido y necesitado, aun
cuando muchos que esto hacen – frecuentemente incultos, menospreciados, incluso
herejes – desconozcan las leyes. Las leyes, si atendemos al mensaje de Jesús, no existen
ni deben ser recordadas para ofender, humillar y producir muerte sino para liberar y dar
vida. La Escritura no es cumplida por quien sabe mucho de leyes sino por quien la
cumple con corazón misericordioso. El sacerdote y el levita sabían muy bien lo que
debían hacer con el prójimo asaltado y maltrecho, pero sólo el samaritano lo cumplió
correctamente.
A la hora de interpretar los textos sagrados, es prioritario y de primera
importancia el Evangelio. No hay otro que tenga igual valor.
En el Antiguo Testamento se lee : un hombre puede vender a su hermana como esclava
(Ex 21, 7); no se puede tener contacto con ninguna mujer que esté en su período de
impureza menstrual (Lv 15,19-24); puedo tener esclavos mientras sean de naciones
extranjeras (Lev 25, 44); el que trabaja en sabat debe recibir la pena de muerte (Ex 35,
2); comer marisco es una abominación (Lev 11,10); no te puedes acercar al altar de
Dios si tienes un defecto de vista (Lev 21, 20); si tocas la piel de un cerdo muerto te
conviertes en impuro (Lev 11, 6-8); no se puede llevar un vestido de dos tejidos
diferentes ni se puede maldecir ni blasfemar, y quienes tales cosas hagan deben ser
lapidados por el pueblo (Lev 19,19). ¿Me es lícito realizar, porque así está escrito en el
AT, algunas de esas cosas indignas e intolerables y debo recibir los castigos enumerados
por no cumplir otras no menos indignas?
Las leyes, para que sean válidas y vinculantes, tienen que contener y promulgar
valores que atañen al bien del ser humano, individual o comunitario. Una verdadera ley
nunca es vacía o arbitraria, no nace de la voluntad del que manda. Eso sería establecer
como fuente del bien y del mal – de los valores – la voluntad humana, justificando toda
suerte de despotismo. Las leyes no son buenas porque están mandadas, ni malas porque
están prohibidas; sino que porque son buenas están mandadas y porque son malas están
prohibidas.
La ley tiene como base y contenido la realidad, mayormente humana: ella es
portadora de moralidad. Un primer nivel, el más profundo, es el que llamamos ley
natural. Esa ley contiene lo más íntimo de uno mismo, todo lo que uno es y vale como
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persona. El valor de esa ley natural es hondo y universal y consiste fundamentalmente
en amar: reconocer y estimar la dignidad de todos como la de cada uno: “Lo que no
quieras para ti, no lo quieras para los demás”.
Un segundo nivel de la moralidad humana viene contenido y expuesto en la ley
positiva: leyes civiles. Un nivel más indeterminado éste, que requiere, para poder
convivir, ser precisado con el máximo de estudio, experiencia, sabiduría y empeño de
todos. 5
Ahora la pelota está en nuestras manos, ¿Qué hacemos con ella? Hay muchos
temas como las parejas de divorciados vueltos a casar a quienes se les niega la
comunión, las uniones del mismo sexo, el sacerdocio para mujeres, la disciplina en la
Iglesia, entre otros…
Oración
Padre y Madre Dios, te damos gracias por la revelación que has realizado en la
historia, en tantos pueblos, en tantas culturas, en tantas religiones, en tantos hombres y
mujeres abiertos a tu gracia. Gracias por la revelación que hiciste al pueblo judío en la
cual se profundizan nuestras raíces de fe y gracias especialmente por haberte revelado
en Jesús, el hermano mayor de nuestra familia, a quien seguimos persiguiendo la utopía
de la justicia del Reino.
Te pedimos que nos ayudes a comprender y a valorar toda la revelación, el
Espíritu la Ley y la búsqueda constante de los profetas para hacer posible la dignidad
humana. Te pedimos que nos ayudes vivir una ética acorde a tu plan de salvación, de
derechos y libertades para todos. Te pedimos que con una mentalidad abierta a la
acción de tu Espíritu, fieles al Evangelio, teniendo en cuenta los signos de los tiempos y
las realidades profundamente humanas, podamos abordar un diálogo sincero sobre
ciertos temas necesarios en nuestro camino de fe.
Te pedimos que nos des la gracia de amar con la misma decisión y con la misma
entrega, como lo hizo tu Hijo Jesucristo. Ayúdanos luchar por nuestra dignidad
humana, a defender nuestros derechos sin atropellar a los demás. Ayúdanos a superar
resentimientos, odios, deseos de venganza y todo aquello que envenena nuestra alma.
Ayúdanos a amar incluso a los enemigos y a vencer el mal a fuerza de bien. Danos la
capacidad de desterrar la violencia de nuestras mentes, de nuestros corazones, de
nuestros hogares, de nuestras comunidades y de toda nuestra sociedad. Danos la gracia
de dar vida como tú das vida, de ser misericordiosos como tú eres misericordioso, de
ser santos como tú eres santo, de ser perfectos como tú eres perfecto, de dar amor
como tú nos das amor. Amén.
5 Forlanco Benjamín En: http://2006.atrio.org/?p=441. 20 de Nov de 2006.