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EN CAMINO
Domingo 9 del tiempo ordinario, ciclo “A”.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
- 1ra lect.: Dt 11,18.26-28.32
- Sal 30
- 2da lect.: Rm 3,21-25a.28
- Evangelio: Mt 7,21-27
Obras son amores…
“Obras son amores y no buenas razones”, decían nuestros viejos. Leemos hoy en el
Evangelio la última parte del conocido Sermón de la montaña o discurso de las
Bienaventuranzas en la versión de Mateo (capítulos 5 al 7). Este fragmento termina,
precisamente, con un fuerte énfasis en la práctica por encima de las palabras. La ortopraxia
(recta manera de actuar) sobre la ortodoxia (recta doctrina). Y cuando hablamos de la
práctica no nos referimos a las llamadas prácticas religiosas o actos de piedad: rosarios,
grupos de oración, jaculatorias, cursos bíblicos, congregaciones, cofradías, archicofradías,
misas 1 , etc. Dichos grupos y actos piados son un medio para acercarnos a Dios y a los
hermanos, pero nuestra fe no puede quedarse ahí.
El quicio para cimentar una fe madura y comprometida es la persona de Jes ús. Su
vida, su palabra, sus sentimientos, todo su acontecer histórico. El libro del Deuteronomio
(1ra lect. - Dt 11,18.26-28.32), dice que el quicio deben ser los mandamientos, es decir, la
Ley. Pablo (2da lect.: Rm 3,21-25a.28) dice que hay que ir más al lá de la Ley, tal como lo
hizo Jesús quien actuó e hizo brillar la justicia de Dios independientemente de la Ley, pero
en continuidad con el testimonio de la Ley y los profetas.
La Palabra y la vida de Jesús deben ser grabadas en nuestra memoria y en nues tro
corazón, es decir, “en el lugar” donde nacen los planes y proyectos, así como las
motivaciones de nuestro actuar humano. La Palabra y la vida de Jesús se deben convertir
en las inspiradoras de nuestra ética como personas de fe en relación con los hermanos y
con Dios. En el día a día cuando nos toca elegir caminos y dejar otros (porque toda
elección lleva implícita una renuncia), cada día cuando tenemos que optar entre hacer el
bien o hacer el mal, la justicia o la injusticia, vale la pena tener siempre presentes la Palabra
y el testimonio de Jesús. Y si miramos para atrás y reconocemos nuestras caídas y los
dolores que nos hemos causado o que hemos causado a los demás, tal vez, precisamente,
porque nuestros actos no han sido inspirados por la Palabra y la Vida de Jesús sino
empujados por nuestras flaquezas humanas, entonces comprenderemos la urgente
necesidad de que Jesús, su Vida, su Palabra, su amor y su Espíritu inspiren nuestro actuar,
de manera que asumamos con fe el riesgo de vivir, de elegir y de renunciar, de construir
nuestra existencia cada día al ritmo de cada renuncia, de cada elección, de cada
1 La Eucaristía no es un acto de piedad, pero a veces, infortunadamente, no pasa de ser un acto más de piedad.
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compromiso por la vida, por el amor, la justicia, la solidaridad y la comunión con Dios y la
humanidad. En palabras de Jesús, de hacer parte del Reino de Dios.
La Vida y la Palabra de Jesús estuvieron totalmente centradas en el Reino de Dios. El
discurso del monte quiere animar a los discípulos para que opten decididamente por el
Reino de Dios y su justicia, con la absoluta certeza de que todo lo demás vendrá por
añadidura, es decir, como consecuencia lógica del Reino (Mt 6,33). Sólo de esta manera
podrán llevar una vida plenamente bienaventurada.
El discurso termina con una invitación contundente a hacer vida la Palabra, a superar
la mera palabrería y la religiosidad superficial. En palabras de Jesús: Para hacer parte de los
bienaventurados del Reino de Dios no basta con decir “Señor, Señor”, sino que es
necesario hacer la voluntad del Padre que está en el cielo. No basta con buenas
intenciones, porque, como decían nuestros viejos: “de buenas intenciones está lleno el
infierno”. No bastan los actos religiosos: profecías, predicaciones, rezos y alabanzas. No
bastan la adhesión escrupulosa a la recta doctrina impuesta desde el centro, los esfuerzos
por defender la fe y ni siquiera algunos actos buenos.
En el tiempo de Jesús, como suele ocurrir muchas veces también en el nuestro, se
reducía la fe en Dios a un ámbito meramente cultual religioso, totalmente separado de la
vida diaria, de la realización de las personas y de sus responsabilidades como miembros de
un colectivo. El rechazo de Jesús a esta manera de vivir la fe fue muy fuerte: “Muchos me
dirán en aquel día: „Señor, Señor, no recuerdas que en tu nombre dijimos profecías, en tu nombre
expulsamos demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?‟ Pero yo les declararé: jamás los conocí.
Lejos de aquí, agentes de iniquidad!” (vv. 22 – 23). Recordemos que “conocer” en la Biblia
hace referencia al encuentro íntimo con la otra persona, con la vida, más que con las
palabras. ¿Seremos reconocidos por Jesús como sus discípulos y sus amigos por la forma
como vivimos?
El Evangelio puede ser la gran herramienta para ser mejores seres humanos, para
acompañar a las personas en su despliegue humano, en su búsqueda de sentido, de libertad
y de felicidad. Pero también puede ser utilizado, manipulado y convertido en una
herramienta perversa de iniquidad, como se ha hecho muchas veces en la historia del
cristianismo y se sigue haciendo en muchas partes. En esto hay que tener los ojos muy
abiertos y los oídos muy atentos. ¿Somos agentes de justicia, obreros del Reino de Dios?
¿Hemos sido agentes de iniquidad?
Construir la casa sobre la roca es cimentar nuestra fe en la roca firme que es la
Palabra y la vida de Jesús. Es hacer vida su compromiso, su causa, su proyecto, su lucha. Si
el discípulo no está realmente cimentado en la palabra y en la vida de Jesús, si no practica
la justicia de Dios, la defensa de la vida digna y los derechos de los pobres, sino que se
limita a un terreno pietista, cultualista, espiritualista, intimista y milagrero, su fe será vacía
de sentido y de frutos, y sucumbirá ante cualquier prueba. Tomar en serio durante nuestro
día a día el criterio evangélico de Jesús es construir sobre la roca. Construye sobre la roca
la persona que toma en serio el proyecto de Jesús y vive los valores de Reino: la justicia, la
solidaridad, el servicio, la paz, la fraternidad, la comunión…
De esto ya habían hablado profetas como Oseas (6,6) quien afirmó: “Misericordia
quiero, no sacrificios.” Es decir, por encima del culto debía estar la práctica del amor
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misericordioso y la justicia. Jesús continuó el mensaje y el compromiso del movimiento
profético de Israel y le dio un empuje nuevo. Se apartó del cultualismo y del legalismo
judío propio de su tiempo, y vivió con entera libertad de espíritu su relación con Dios y
con los hermanos a quienes se entregó por amor.
Durante estos veinte siglos de historia como seguidores de Jesús, los cristianos no
siempre hemos seguido el hermoso testimonio de Él. La experiencia más pura, el punto
fundante de nuestra fe la vivieron Jesús y las primeras comunidades cristianas durante los
primeros cuatro siglos. Luego, cuando el cristianismo fue convertido en la religión oficial
del imperio romano, por obra y gracia de “San Constantino”, esta dimensión esencial
propuesta por Jesús quedó rezagada en el rincón de “San Alejo”. Entonces, se impuso por
parte de los jerarcas confabulados con el imperio, la dimensión teórica y la ortodoxia, la
defensa de la recta doctrina dictada desde el centro de los poderes religioso y político. A
estos se unieron grandes pensadores cristianos con sus elucubraciones metafísicas, grandes
tratados sobre el cielo, el infierno, el purgatorio, la salvación, la gracia sobrenatural, el sexo
de los ángeles, etc. Más tardíamente aparecieron los libros de liturgia en los cuales se
indicaba cada movimiento del celebrante, de manera que un culto bien celebrado era el
que cumplía con todas las rúbricas. Durante toda la historia han existido también personas
que se han bebido del manantial de agua pura, el Evangelio, no se han conformado con
decir “Señor, Señor” sino que han tratado de hacer la voluntad del Padre que está en el
cielo. Muchos santos(as), místicos(as), reformadores, fundadores de comunidades, así
como un gran número de gente del común que participan de nuestras celebraciones,
misioneros, laicos o religiosos, tantas personas insertas en nuestro mundo que han tomado
en serio el evangelio y tratan de hacer realidad en su vida la voluntad salvífica de Dios.
El culto y la vida no son realidades contradictorias, son complementarias, y se
necesitan mutuamente. La vida, el trabajo, la lucha, el compromiso con la humanidad,
totalmente alejados de una espiritualidad profunda y de una mística liberadora, tarde o
temprano traerán un profundo cansancio y un desencanto por los exiguos logros que
muchas veces cosechamos. Ni culto vacío, ni vida sin culto.
Y nosotros, ¿qué tipo de cristianos somos? ¿Somos parte de los bienaventurados del
Reino? ¿Hacemos la voluntad del Padre manifestada en la predicación y la vida de Jesús, o
nos quedamos en la mera palabrería y la religiosidad light?
Oración
Padre y Madre de vida, fuente de amor, de alegría, de fe, de esperanza, de plenitud.
Te damos gracias por todas las bendiciones recibidas, porque tenemos en nuestras manos
la gran oportunidad de elegir y caminar por senderos de libertad. Porque tenemos el reto
de construir cada día nuestra propia realización y felicidad aún en medio de conflictos,
equivocaciones, peligros y dolores.
Reconocemos que algunas veces como personas o como comunidad nos hemos
quedado en el ámbito de las buenas intenciones, de las palabras, del culto vacío y sin
resultados. Te pedimos que nos ayudes a purificar nuestra fe, nuestras asambleas litúrgicas,
nuestros grupos de oración, de acción y de comunión.
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Manifestamos nuestro anhelo de construir nuestra vida, nuestras familias, nuestras
comunidades sobre la roca firme de la Palabra y la Obra de Jesús, tu Hijo muy amado.
Pedimos la acción de tu Espíritu para mantener firme este deseo y para realizarlo en
nuestro día a día. Líbranos de llevar una fe vacía de sentido, vacía de obras, vacía de frutos
de amor y de justicia. Líbranos de emplear el Evangelio como herramienta contra la vida
digna, líbranos de pervertir el mensaje de Jesús y convertirlo en un arma mortal.
Totalmente abiertos a tu gracia nos disponemos a construir la casa sobre la roca, a
disfrutar de paz y seguridad, a enfrentar firmes todas las tormentas que puedan llegar y a
dar continuamente frutos de paz y de justicia, propios de los ciudadanos del Reino. Amén.