EN CAMINO
Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, ciclo “A”.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
- 1ra lect.: Dt 8,2-3.14b-16ª
- Sal 147,12-15.19-20
- 2da lect.: 1 Cor 10,16-17
- Evangelio: Jn 6,51-59
Cuerpo y Sangre de Cristo
La persona o el pueblo que no conoce su historia está condenado a cometer
los mismos errores; nuestros pueblos latinoamericanos por el proceso trágico de la
colonización y su posterior disputa de poderes, donde han ganado otros, pescando
en río revuelto, tiene un profundo vacío en cuanto a memoria histórica se refiere.
Celebrar la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo es, en primera medida,
recordar. “Acuérdate de todo el camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrer… no te olvides
del Señor tu Dios” (Dt 8,2.14b), le dijo Moisés a su pueblo, según el relato
deuteronomista. También en la última cena, Jesús invitó a sus amigos para que
hicieran lo que Él había hecho en memoria suya.
¿Para qué recordaba el pueblo de Israel y para qué recordar nosotros hoy? El
pueblo recordaba para tomar conciencia de los errores del pasado y evitar
cometerlos. Para ver las situaciones duras, así como los momentos de gloria, y
descubrir la mano del Señor que había guiado al pueblo y seguía acompañándolo, en
medio del desierto, de las serpientes, de la sed o en cualquier situación. Para renovar
la alianza y hacer realidad de nuevo esa presencia salvadora de Dios, porque con el
mismo amor y el mismo poder que sacó a su pueblo de Egipto, el Señor seguía
caminando con ellos. En ese mismo sentido nosotros podemos hacer memoria de la
acción de Dios en el pueblo y comprender que el mismo poder que desplegó Dios al
resucitar a su Hijo, lo despliega hoy a favor de nosotros los creyentes (Ef 1,19-21); y
que con el mismo compromiso y el amor que vivió Jesús hasta dar su vida, tenemos
que vivir sus discípulos y discípulas.
El discurso del pan de vida, elaborado por las comunidades del Cuarto
Evangelio, que leemos hoy, es una clara invitación a encarnar en nuestra vida
personal y comunitaria a Jesús y su opción por la vida. ¿Qué significa comer la carne
de Jesús? El mismo Cuarto Evangelio dice que la Palabra se hizo carne y puso su
morada entre nosotros (Jn 1,14). Luego, en el fragmento que leemos hoy afirma: “El
pan que yo les voy a dar es mi carne para la vida del mundo… el que come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,51b.54ª).
El don de Dios se nos da a través de la carne, o sea, a través de lo humano.
En Jesús, la Palabra eterna del Padre asumió lo humano con toda su realidad. Jesús,
con su vida y su palabra nos mostró cómo es Dios encarnado: compasivo,
misericordioso, fiel, capaz de servir y dar la vida por amor. Ese es el pan vivo bajado
del cielo, es decir, ese es el verdadero culto a Dios: asumir la vida tal como la asumió
Jesús. Comer la carne y beber la sangre de Jesús significan vivir como Él, en entrega,
servicio, dedicación y dispuestos a dar la vida por su causa. Ahí está la vida eterna.
Celebrar la fiesta del cuerpo y la sangre del Señor no es tanto un acto piedad
individual; mi Dios y yo, en íntima estrechez (a veces egoísta estrechez). Si
convertimos la Eucaristía en un acto individualista e intimista, por más santidad y
adoración que se le ponga, no deja de ser un culto vacío, que no conduce a la vida,
“como el que comieron sus padres y murieron”. Que nuestras eucaristías sean realmente
comulgar en todo nuestro ser con Cristo encarnado en el hoy de nuestra historia
para tener vida eterna.
Oración
Señor Jesús, Pan de vida, Palabra encarnada en nuestra historia, cáliz de
salvación, sangre que se derrama dando testimonio. Te damos gracias por tu vida en
total apertura al amor del Padre y Madre Dios, en total disponibilidad para llevar a
cabo su plan divino, en total donación por amor a la humanidad. Gracias porque
hoy nos alimentas gratuitamente con este precioso alimento que nos garantiza la
verdadera vida.
Al celebrar hoy esta fiesta y al compartir juntos el mismo pan, tu carne y el
mismo cáliz, tu sangre, te pedimos que te asimilemos a ti en plenitud. Que vivamos,
pensemos, sintamos, trabajemos, nos desarrollemos en sintonía, en comunión
contigo.
Contamos contigo Jesús, con tu presencia viva, con tu fuerza, con tu
gracia… contamos contigo en la organización de nuestra vida, de nuestros planes y
proyectos. Te aceptamos como nuestro alimento, nuestro guía y nuestra fuerza
interior… Danos siempre de ese pan, aceptamos siempre ese pan y nos
comprometemos contigo. Cuenta con nosotros, aquí estamos para seguirte, para
caminar y continuar tu obra hasta el final. Amén.