"La fe de la Cananea "
Mt 15, 21-28
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
DIOS ES FIEL A SUS PROMESAS
Los dos fragmentos de la Escritura que nos presenta la liturgia de hoy nos ofrecen la
posibilidad de meditar sobre algunos aspectos de la realidad de nuestro Dios: su fidelidad y
nuestra confianza. Dios es fiel a sus promesas; más aún, a fin de que no esperemos al último
momento para ser confirmados en las pruebas por parte de su fidelidad, Dios anticipa en
nuestra vida el goce de los bienes prometidos. Del mismo modo que los israelitas, cuando
todavía estaban en el árido desierto, pudieron gozar de los frutos de la tierra prometida, gracias
a los exploradores que confirmaron la verdad de las promesas de Dios, también con nosotros
se muestra el Señor espléndido en sus dones definitivos y nos los hace probar de manera
anticipada. Tenemos las primicias y la prenda de nuestra esperanza ya en este mundo. Sin
embargo, todavía no hemos llegado a la meta; queda margen para la esperanza, puesto que
los bienes prometidos no los poseemos plenamente, y delante de nosotros se presenta todavía
un arduo camino, lleno de asechanzas y dificultades.
La confianza ilimitada de la cananea, la mujer extranjera que se confía a Jesús y desafía con
su decidida perseverancia al corazón del Maestro, también supone para nosotros un motivo de
ánimo. Dios espera de nosotros que mostremos una gran esperanza en él. Las primeras
respuestas, aunque no sean definitivas, son ya un camino propedéutico para atrevemos a más.
También las pruebas ahondan en nosotros el verdadero sentido de la confianza y purifican las
motivaciones egoístas de nuestras preguntas, para convertirse en preguntas de salvación.
ORACION
Señor, a menudo, en la experiencia cotidiana de nuestra vida, tenemos necesidad de saborear
los frutos que nos tienes prometidos, de tener un anticipo de los signos de tu presencia en
nuestra vida. En un mundo que se nos presenta todavía hoy frecuentemente como un desierto
y no nos permite vislumbrar la tierra prometida, como un desierto vacío de tu presencia, hostil
al mismo Evangelio, tenemos necesidad de alguna prueba efectiva de que estás con nosotros.
Con todo, sabemos que «la esperanza no defrauda», porque tú mismo has infundido en
nuestro corazón el Espíritu Santo, que es prenda de los bienes futuros.
Concédenos creer constantemente en tu amor, un amor que se revela siempre más grande que
nuestro corazón. Haz que nuestro deseo engendre una fe más grande, como la fe de la mujer
cananea, a la que tú mismo reconociste con admiración como merecedora del don que había
implorado. Que también la prueba suponga para nosotros un motivo de esperanza y el
incomprensible rechazo de nuestras oraciones por tu parte sea un motivo de purificación y de
renovada audacia en nuestro creer en tu amor.