Ciclo A, 2º domingo de Cuaresma
Arturo Aguirre Rojas, C.M.
Si nos ubicamos en el contexto del evangelio de este domingo, constatamos que es
continuación del primer anuncio que hace Jesús a sus amigos de su final. Escena
que nos trae a la memoria al intrépido Pedro, queriendo evitar tal acontecimiento.
Jesús y sus discípulos están en la peregrinación, suben a Jerusalén, ciudad que
mata a los profetas. Esta imagen trae a mi reflexión, este tiempo fuerte que
estamos viviendo. La CUARESMA es el tiempo del desquite, el tiempo de la
misericordia de nuestro Dios. Es el tiempo en el que al igual que Jesús con sus
discípulos nos ponemos en camino, con fe y esperanza, a caminar hacia al proyecto
de la santidad, nuestro monte le llamaría, para que muriendo a nosotros mismos
seamos capaces de encontrarnos con aquél que es nuestra vida; Cristo Resucitado,
a quien celebramos en cada Eucaristía.
La Transfiguración del Señor, tema muy discutido por los exegetas, nos revela en sí
misma, una de las grandes teofanías (manifestaciones – signos) de Dios Padre, al
anuncio que hará Jesús del cumplimiento de su misión: Pasión, Muerte y
Resurrección.
Jesús se lleva consigo nos dice Marcos, a Pedro Santiago y Juan, discípulos que
representan a la Iglesia naciente y a nosotros nuevos discípulos y misioneros del
Señor. Jesús quiere que sus amigos no sólo escuchen el anuncio del reino, sino
también, que sean parte de la experiencia de Dios y por ello se los lleva a un lugar
solitario y apartado para tener un encuentro íntimo con el Padre, a través de la
oración. La experiencia se realiza en un monte, lugar alto que para el A.T.
constituyen los escenarios teológicos, lugares donde Dios realiza sus grandes
manifestaciones.
Es allí en el monte donde los discípulos experimentan lo inaudito, serán los testigos
de la TRANSFIGURACIÓN de JESÚS. Acontecimiento que según los exégetas es el
anticipo de lo que será la gloria de Dios: la Resurrección. Al lado de Jesús aparecen
dos figuras célebres del A.T. : Moisés y Elías, personajes especiales para el pueblo
de Israel pues representan nada más y nada menos que la ley (Moisés) y los
profetas (Elías) centro de su vida religiosa. Y la pregunta que nos hacemos es:
¿Qué hacen Moisés y Elías, conversando al lado de Jesús?, los exegetas de alguna
manera concuerdan en la continuidad del proyecto de Dios que tiene su culmen en
la venida del mesías. Eso quiere decir, que Jesucristo es la síntesis y cumplimiento
de la ley y los profetas. Jesús mismo lo confirmara cuando en dialogo con sus
contemporáneos les dirá: “ No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”.
(Conf. ). Continua la escena y aparece Pedro, para manifestar a nombre de todos:
Maestro qué bien se está aquí, vanos a hacer tres tiendas una para Ti, otra
para Moisés y otra para Elías” ( ). La experiencia de Pedro muchas veces
también es la nuestra, ¿verdad?. Todos queremos sentirnos bien, y hacer el menor
esfuerzo posible en la vida. Y nos olvidamos que en el camino de la fe, la Iglesia y
nosotros como parte de ella, no podemos quedarnos con los brazos cruzados sino,
que estamos llamados a llevar fuego a los corazones de los hombres y mujeres que
viven sin esperanza. Esta idea pienso, para que tenga mayor claridad, hemos de
unirla a lo que sucede a continuación: “ Se formó una gran nube, nos dice el
evangelista, y salió una voz que decía: este es mi Hijo amado, escúchenlo.
Si recordamos Dios Padre reconoce a Jesús como su Hijo, de igual forma como lo
hizo en escena de su Bautismo, sólo que ahora se añade: ESCUCHENLO. A quien
vamos a ir dirán los discípulos al Señor, sabiendo que él solo tienes palabras de
vida eterna. Así es hermanos Jesús la palabra encarnada del Padre es a quien
tenemos que escuchar y vivir. Su misma persona constituye en sí, el amor y el
mensaje de salvación para el hombre.
Hay algo muy especial que me llama la atención. La ratificación de Jesús por el
Padre como su Hijo, es precisamente en el camino de sufrimiento y muerte. Esto
tiene una enorme repercusión en la vida de nosotros sus seguidores y nos abre el
panorama de la fe. Si en realidad queremos ser verdaderos amigos del Señor,
tenemos que arriesgar la vida. Tenemos que estar dispuestos a pasar y enfrentar
las cruces: los dolores y sufrimientos que se nos presentan en el caminar de la
existencia. Es verdad, toda cruz es chocante y terrible. Destruye, aniquila, mata; y
por ello produce miedo. Todos la queremos evitar, así como lo hicieron los primeros
discípulos. Pero, Jesucristo hizo el camino a la gloria pasando por la cruz. Nosotros
hemos recibido el anuncio de su resurrección, y con ello tenemos un testimonio
mayor que el de la transfiguración. A ejemplo del Maestro asumamos en nuestra
vida cristiana que no hay gloria sin calvario, ni resurrección sin muerte.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)