EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario
Deuteronomio 4,32-40.
Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor
creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez
algo tan admirable o se oyó una cosa semejante.
¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y
pudo sobrevivir?.
¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con
milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y
realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ustedes en
Egipto, delante de tus mismos ojos?.
A ti se te hicieron ver todas estas cosas, para que sepas que el Señor es Dios, y
que no hay otro dios fuera de él.
El te hizo oír su voz desde el cielo para instruirte; en la tierra te mostró su gran
fuego, y desde ese fuego tú escuchaste sus palabras.
Por amor a tus padres, y porque eligió a la descendencia que nacería de ellos, el
Señor te hizo salir de Egipto con su presencia y su gran poder;
desposeyó a naciones más numerosas y fuertes que tú, te introdujo en sus
territorios y te los dio como herencia, hasta el día de hoy.
Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios - allá arriba, en el cielo
y aquí abajo, en la tierra - y no hay otro.
- Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú
y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios,
te da para siempre.
Evangelio según San Mateo 16,24-28.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que
renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de
mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá
dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles,
y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver
al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Buenaventura (1221-1274) Franciscano, doctor de la Iglesia.
Vida de San Francisco, Leyenda mayor, cap.13 (trad.www.fratefrancesco.org)
"El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su
cruz y me siga"
Dos años antes de entregar su espíritu a Dios... comenzó a experimentar en sí
un mayor cúmulo de dones y gracias divinas... comprendió el varón lleno de Dios
que como había imitado a Cristo en las acciones de su vida, así también debía
configurarse con Él en las aflicciones y dolores de la pasión... no se intimidó en
absoluto, sino que se sintió aún más fuertemente animado...y elevándose, pues, a
Dios a impulsos del ardor seráfico de sus deseos y transformado por su tierna
compasión en Aquel que a causa de su extremada caridad, quiso ser crucificado:
cierta mañana de un día próximo a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz,
mientras oraba en uno de los flancos del monte Alverne, vio bajar de lo más alto
del cielo a un serafín que tenía seis alas tan ígneas como resplandecientes. En
vuelo rapidísimo avanzó hacia el lugar donde se encontraba el varón de Dios,
deteniéndose en el aire. Apareció entonces entre las alas la efigie de un hombre
crucificado, cuyas manos y pies estaban extendidos a modo de cruz y clavados a
ella.
Ante tal aparición quedó lleno de estupor el Santo y experimentó en su
corazón un gozo mezclado de dolor. Se alegraba, en efecto, con aquella graciosa
mirada con que se veía contemplado por Cristo bajo la imagen de un serafín; pero,
al mismo tiempo, el verlo clavado a la cruz era como una espada de dolor
compasivo que atravesaba su alma.
Estaba sumamente admirado ante una visión tan misteriosa, sabiendo que el
dolor de la pasión de ningún modo podía avenirse con la dicha inmortal de un
serafín. Por fin, el Señor le dio a entender que aquella visión le había sido
presentada así por la divina Providencia, para que el amigo de Cristo supiera de
antemano que había de ser transformado totalmente en la imagen de Cristo
crucificado, no por el martirio de la carne, sino por el incendio de su espíritu. Así
sucedió, porque al desaparecer la visión dejó en su corazón un ardor maravilloso, y
no fue menos maravillosa la efigie de las señales que imprimió en su carne
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