Ciclo A, 8º domingo del Tiempo Ordinario
Julio César Villalobos, C.M.
Una vez visité una familia. Me dijeron que ese día no tenían nada para comer. Ellos,
hace varios atrás han renunciado “al mundo” y han consagrado su vida a la
evangelización, y viven de la providencia. De pronto una persona se acerca a su
casa y les dice: “tomen esta comida, porque Dios se las regala”. Y tuvieron comida
para todo el día, y les sobró. A veces nos cuestiona que haya este tipo de personas
o familias: “no creo que se viva de esa manera”, “ya pas de moda esa forma de
ver la vida”. Habría que releer Mc.8,11-21: “¿por qué están hablando que no tienen
pan? ¿Todavía no entienden ni se dan cuenta…¿No recuerdan cuando repartí cinco
panes entre cinco mil personas?…”
Quizás en algún momento nos hemos preguntado: ¿por qué Dios se ha olvidado de
mí?, ¿por qué Dios no me quiere?, ¿por qué no me va bien en mi trabajo, hogar,
matrimonio, vida parroquial?, ¿por qué no tengo para comer?…
Al leer estas lecturas me puse a reflexionar: cuánto nos quiere Dios que nos regala
la gracia de confiar ciegamente en él en todo.
La expresión que hay en la 1ra lectura de hoy (Is.49,14-15) de “…aunque ella se
olvide, yo no te olvidaré”, recoge una expresin de la ternura de Dios. Somos
siempre valiosos. Ya no cabe tristezas o angustias, tampoco la desesperanza, el
miedo porque podemos descansar en su amor (según el salmo 61); porque de él
viene nuestra salvación.
El mundo nos abruma muchas veces, cuando nos hace creer que necesitamos de
las cosas materiales para que nuestra vida “sea feliz”, o “tenga sentido”.
Escuchemos a Jesús que piensa de distinta manera: “No estén agobiados por la
vida, pensando qué van a comer o beber…¿no vale más la vida que el alimento?…no
se agobien por el maana…” (Mt.6, 24-34).
Dios nos quiere de verdad, nuestra vida siempre está en sus manos. ¿Seré capaz
de confiar ciegamente en Dios que me puede dar lo que yo le pida por fe?
(cf.Jn.14,12-14; Mc.9,23).
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)