“¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?”
San Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LOS PEQUEÑOS DEL REINO
Podríamos contar toda la historia de la salvación a la luz de la categoría de presencia,
tal como hemos podido constatar a lo largo de las páginas del Éxodo y del
Deuteronomio. De la presencia de Dios en la creación se pasa a una presencia todavía
más próxima en la tienda y en el arca. Dios, cuyo nombre YHWH significa también
el “Dios presente”, “Aquel que precede, sigue y acompaa”, es siempre el Dios cercano,
hasta el punto de hacer exclamar a Moisés: “Y en efecto, ¿qué nacin hay tan grande
que tenga dioses tan cercanos a ella como lo está el Señor, nuestro Dios, siempre que
lo invocamos? (Dt 4,7).
La certeza que posee el pueblo de Israel en atravesar el umbral de la tierra prometida se
basa también en la promesa de esta presencia. Una presencia que, a su tiempo, tendrá
una sede en el templo, en el Santo de los Santos, y que no cesará ni siquiera con la
destruccin del templo. El Seor “emigrará”, en efecto, con su pueblo al exilio. En la
cima de la presencia de Dios en el Nuevo Testamento tenemos al Verbo encarnado. Él
es la tienda y el templo, él es la presencia todavía más cercana, en nuestra carne, en
nuestra compañía.
Sin embargo, tal como nos enseña el Evangelio, Jesús mismo ha querido trasladar, por
así decir, su presencia también al hombre, a todo hombre, a los pequeños del Reino,
que deben ser tratados y acogidos como el mismo Cristo. Quien acoge a un pequeño
del Reino a un niño, a un pobre, a un menesteroso acoge a Jesús, presente en él,
porque lo que le hagamos al más pequeño a Jesús mismo se lo hacemos (cf Mt 25,40).
ORACION
Tú eres un Dios presente, Señor. Te complaces en vivir no sólo en tu cielo altísimo, sino
también en medio de nosotros. ¿Cómo habrías de ser un Dios de la historia si no
marcharas con nosotros por los caminos de la vida? Esta presencia tuya es signo de
ilimitada bondad y de amistad divina. Un amigo es una persona que está presente, un
rostro cercano, un corazón cuyo latido próximo sentimos y con cuya conversación e
intimidad gozamos.
Sin embargo, tu presencia está escondida y velada. Necesitamos el suplemento de la
luz de la fe para captar tu presencia, que se esconde y se revela a mismo tiempo: en la
naturaleza, en la historia, en la Palabra, en la eucaristía. Existe también una presencia a
través de la cual quieres ser acogido, amado, reverenciado, servido. Es tu presencia en
los pequeños, en los que sufren, en los necesitados. Debes atraer en cierto modo
nuestro amor hacia los hermanos, de manera que, aunque siga siendo verdadero en su
orientación a ti, se dirija a todos aquellos a quienes tú amas, con quienes te has
identificado y en los que quieres ser servido.
Concédenos una fe limpia para vislumbrar tus rasgos en el rostro de los hermanos
pequeños y pobres, y un amor grande para servirte en aquellos que se han convertido
en tu presencia mística: así nos atraerás para que amemos y sirvamos como tú amaste
y serviste en nosotros a aquellos que te dio el Padre.El Señor les Bendiga