EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la XIX Semana del Tiempo Ordinario
Libro de Josue 3,7-10a.11.13-17.
Entonces el Señor dijo a Josué: "Hoy empezaré a engrandecerte a los ojos de todo
Israel, para que sepan que yo estoy contigo como estuve con Moisés.
Ahora ordena a los sacerdotes que llevan el Arca de la Alianza: 'Cuando lleguen al
borde del Jordán, deténganse junto al río'".
Josué dijo a los israelitas: "Acérquense y escuchen las palabras del Señor, su Dios".
Y añadió: "En esto conocerán que el Dios viviente está entre ustedes, y que él
expulsará delante de ustedes a los cananeos, los hititas, los jivitas, los perizitas, los
guirgazitas, los amorreos y los jebuseos:
el Arca de la Alianza del Señor de toda la tierra va a cruzar el Jordán delante de
ustedes.
Y apenas los sacerdotes que llevan el Arca del Señor de toda la tierra apoyen sus
pies sobre las aguas del Jordán, estas se abrirán, y las aguas que vienen de arriba
se detendrán como contenidas por un dique".
Cuando el pueblo levantó sus carpas para cruzar el Jordán, los sacerdotes que
llevaban el Arca de la Alianza iban al frente de él.
Apenas llegaron al Jordán y sus pies tocaron el borde de las aguas - el Jordán se
desborda por sus dos orillas durante todo el tiempo de la cosecha-
las aguas detuvieron su curso: las que venían de arriba se amontonaron a una gran
distancia, cerca de Adam, la ciudad que está junto a Sartán; y las que bajaban
hacia el mar de la Arabá - el mar de la Sal - quedaron completamente cortadas. Así
el pueblo cruzó a la altura de Jericó.
Los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza del Señor permanecían inmóviles
en medio del Jordán, sobre el suelo seco, mientras todo Israel iba pasando por el
cauce seco, hasta que todo el pueblo terminó de cruzar el Jordán.
Salmo 114(113A),1-2.3-4.5-6.
¡Aleluya! Cuando Israel salió de Egipto, la familia de Jacob, de un pueblo
extranjero,
Judá se convirtió en su Santuario, la tierra de Israel fue su dominio.
El Mar, al verlos, huyó, el Jordán se volvió atrás;
los montes saltaron como carneros y las colinas, como corderos.
¿Qué tienes, Mar? ¿Por qué huyes? Y tú, Jordán, ¿por qué te vuelves atrás?
Montes, ¿ por qué saltan como carneros, y ustedes, colinas, como corderos?
Evangelio según San Mateo 18,21-35.19,1.
Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a
mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con
sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus
hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré
todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios
y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a
contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí
de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo
que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a
sus hermanos".
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de
Judea, más allá del Jordán.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Beato Juan Pablo II Encíclica «Dives in misericordia» c. 7, §14 (trad. ©
Libreria Editrice Vaticana)
«¿No debías, a tu regreso, compadecerte de tu compañero?»
Si Pablo VI indicó en más de una ocasión la «civilización del amor» como fin al
que deben tender todos los esfuerzos en campo social y cultural, lo mismo que
económico y político, hay que añadir que este fin no se conseguirá nunca, si en
nuestras concepciones y actuaciones, relativas a las amplias y complejas esferas de
la convivencia humana, nos detenemos en el criterio del «ojo por ojo, diente por
diente» (Ex 21,24; Mt 5,38), y no tendemos en cambio a transformarlo
esencialmente, superándolo con otro espíritu. Ciertamente, en tal dirección nos
conduce también el Concilio Vaticano II cuando hablando repetidas veces de la
necesidad de hacer el mundo más humano (GS 40), individúa la misión de la
Iglesia en el mundo contemporáneo precisamente en la realización de tal cometido.
El mundo de los hombres puede hacerse cada vez más humano, únicamente si
introducimos en el ámbito pluriforme de las relaciones humanas y sociales, junto
con la justicia, el «amor misericordioso» que constituye el mensaje mesiánico del
evangelio.
El mundo de los hombres puede hacerse «cada vez más humano», solamente
si en todas las relaciones recíprocas que plasman su rostro moral introducimos el
momento del perdón, tan esencial al evangelio. El perdón atestigua que en el
mundo está presente el amor más fuerte que el pecado. El perdón es además la
condición fundamental de la reconciliación, no sólo en la relación de Dios con el
nombre, sino también en las recíprocas relaciones entre los hombres. Un mundo,
del que se eliminase el perdón, sería solamente un mundo de justicia fría e
irrespetuosa, en nombre de la cual cada uno reivindicaría sus propios derechos
respecto a los demás; así los egoísmos de distintos géneros, adormecidos en el
hombre, podrían transformar la vida y la convivencia humana en un sistema de
opresión de los más débiles por parte de los más fuertes o en una arena de lucha
permanente de los unos contra los otros.
Por esto, la Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales—en
cada etapa de la historia y especialmente en la edad contemporánea—el de
proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado en sumo
grado en Cristo Jesús.
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”