"Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano?”
Mt 18, 21-19, 1
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
DIOS ES ALGUIEN QUE PERDONA INMENSAMENTE.
Con la venida de Jesús, el perdón se vuelve inmediatamente perceptible. Para el
evangelista Mateo, toda la obra de Jesús está caracterizada por la remisión de los
pecados: así en la curación del paralítico (9,2-7), así con su sangre, «que se derrama
por todos para el perdón de los pecados» (26,28). Jesús intercede en la cruz por los que
le están crucificando: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
El perdón de Dios, otorgado con generosidad y misericordia, se vuelve normativo para
las relaciones entre los discípulos: «¿No debías haber tenido compasión de tu
compañero, como yo la tuve de ti?». La experiencia de haber sido perdonados por Dios
debe llevarnos al perdón de los hermanos. Nuestra relación con el otro debe reflejar la
de Dios con nosotros; lo que él ha hecho por nosotros es el paradigma de lo que
nosotros debemos hacer a los otros. Hay, en la enseñanza de Jesús, algunos «como»
sobre los que no reflexionamos bastante. Cuando Jesús nos enseña el amor al prójimo,
establece unos cuanto «como» que forman una progresión que no admite excusas:
«Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22,39; Gal 5,14), «como yo os he amado» (Jn
15,12), «como yo amo al Padre» (Jn 14,31)... En el Padre nuestro nos hace decir Jesús:
«Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden». Con este «como» no nos enseña Jesús que el precio para ser perdonados
por Dios sea perdonar a nuestros hermanos. Ni nos enseña que lo único que debemos
hacer para ser perdonados por él es perdonar; ni tampoco que si nosotros perdonamos
imponemos al Dios omnipotente la obligación de perdonamos. El perdón de Dios no es
simplemente el eco de nuestro espíritu de perdón. Es más bien lo contrario: el
pensamiento de la grandeza del perdón de Dios debería amonestamos y ablandar
nuestro corazón hasta el punto de hacernos desear también a nosotros perdonar a los
otros.
ORACION
Padre, míranos en tu inmensa bondad, mira a estos siervos de la parábola que deben
una suma enorme a su patrón y ven perdonada toda su deuda. Pero, apenas recibido
este favor, cogemos por la garganta a los que no nos deben casi nada para ordenarles
que nos devuelvan todo y de inmediato.
Padre, nos olvidamos enseguida de que tú nos has perdonado todo. Somos deudores
con memoria corta, que nos convertimos en un instante en acreedores despiadados,
que exigen ser pagados hasta el último céntimo. Guárdanos, Padre, de semejante
arrogancia y de un olvido como éste, porque tú nos has perdonado. Amén (G. Danneels,
Padre nostro que sei nei cieli, Milán 1992).