Sábado 13 de Agosto de 2011
Sábado 19ª semana de tiempo ordinario 2011
Josué 24,14-29
En aquellos días, Josué continuó hablando al pueblo: "Pues bien, temed al
Señor, servidle con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que
sirvieron vuestros padres al otro lado del río y en Egipto; y servid al Señor. Si no os
parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que
sirvieron vuestros padres al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en
cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor." El pueblo respondió:
"¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor
es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de
Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que
recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. El Señor expulsó ante
nosotros a los pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros
serviremos al Señor; ¡es nuestro Dios!"
Josué dijo al pueblo: "No podréis servir al Señor, porque es un Dios santo, un
Dios celoso. No perdonará vuestros delitos ni vuestros pecados. Si abandonáis al
Señor y servís a dioses extranjeros, se volverá contra vosotros y, después de
haberos tratado bien, os maltratará y os aniquilará." El pueblo respondió: "¡No!
Serviremos al Señor." Josué insistió: "Sois testigos contra vosotros mismos de que
habéis elegido servir al Señor." Respondieron: "¡Somos testigos!" Josué contestó:
"Pues bien, quitad de en medio los dioses extranjeros que conserváis, y poneos de
parte del Señor, Dios de Israel." El pueblo respondió: "Serviremos al Señor, nuestro
Dios. y le obedeceremos."
Aquel día, Josué selló el pacto con el pueblo y les dio leyes y mandatos en
Siquén. Escribió las cláusulas en el libro de la ley de Dios, cogió una gran piedra, y
la erigió allí, bajo la encina del santuario del Señor, y dijo a todo el pueblo: "Mirad
esta piedra, que será testigo contra vosotros, porque ha oído todo lo que el Señor
nos ha dicho. Será testigo contra vosotros, para que no podáis renegar de vuestro
Dios." Luego despidió al pueblo, cada cual a su heredad. Algún tiempo después
murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.
Salmo responsorial: 15
R/Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; / yo digo al Señor: "Tú eres mi
bien." / El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; / mi suerte está en tu mano.
R.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, / hasta de noche me instruye
internamente. / Tengo siempre presente al Señor, / con él a mi derecha no
vacilaré. R.
Me enseñarás el sendero de la vida, / me saciarás de gozo en tu presencia, /
de alegría perpetua a tu derecha. R.
Mateo 19,13-15
En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las
manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: "Dejadlos,
no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los
cielos." Les impuso las manos y se marchó de allí.
COMENTARIOS
Resulta claro que la pedagogía de Cristo es, según se desprende de su
mismo nombre, la educación de los niños. Pero queda por examinar quiénes son
estos niños a los que se refiere simbólicamente la Escritura , y luego asignarles el
pedagogo. Los niños somos nosotros. La Escritura nos celebra de muchas maneras,
y nos llama alegóricamente con diversos nombres para dar a entender la
simplicidad de la fe.
Por ejemplo, en el Evangelio se dice: «El Señor, deteniéndose en la orilla del
mar junto a sus discípulos —que a la sazón se hallaban pescando—, les dijo:
«Niños, ¿tenéis algo de pescado?» (Jn 21,4-5). Llama «niños» a hombres que ya
son discípulos.
«Y le presentaban niños» (Mt 19,13), para que los bendijera con sus manos,
y, ante la oposición de sus discípulos, Jesús dijo: «Dejad a los niños y no les
impidan que se acerquen a mí, porque de los que son como niños es el reino de los
cielos» (Mt 19,14; Mc 10,13-14; Lc 18,15-16). El significado de estas palabras lo
aclara el mismo Señor, cuando dice: «Si no se convierten y se hacen como niños,
no entrarán en el Reino de los Cielos» (Mt 18,3; cf. Mt 19,14). Aquí no se refiere a
la regeneración (cf. Jn 3,3), sino que nos recomienda imitar la sencillez de los
niños.
Son, por tanto, verdaderos niños los que sólo conocen a Dios como
padre y son sencillos, ingenuos, puros, los creyentes en un solo Dios .A los que han
progresado en el conocimiento del Verbo, el Señor les habla con este lenguaje: les
ordena despreciar las cosas de aquí abajo y les exhorta a fijar su atención
solamente en el Padre, imitando a los niños.
Por esa razón les dice: «No os inquietéis por el mañana, que ya basta a cada
día su propia aflicción» (Mt 6,34). Así, manda que dejemos a un lado las
preocupaciones de esta vida (cf. Sal 54 [55] ,23) para unirnos solamente al Padre.
El que cumple este precepto es realmente un párvulo y un niño, a los
ojos de Dios y del mundo; éste lo considera un necio; aquél, en cambio, lo ama.
San Clemente de Alejandría (150-v. 215), teólogo