EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la XIX Semana del Tiempo Ordinario
Libro de Josue 24,14-29.
Por lo tanto, teman al Señor y sírvanlo con integridad y lealtad; dejen de lado a los
dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del Río y en Egipto, y sirvan al
Señor.
Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los
dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los
amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al
Señor".
El pueblo respondió: "Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros
dioses.
Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de
esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos
aquellos grandes prodigios. El nos protegió en todo el camino que recorrimos y en
todos los pueblos por donde pasamos.
Además, el Señor expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los
amorreos que habitaban en el país. Por eso, también nosotros serviremos al Señor,
ya que él es nuestro Dios.
Entonces Josué dijo al pueblo: "Ustedes no podrán servir al Señor, porque él es un
Dios santo, un Dios celoso, que no soportará ni las rebeldías ni los pecados de
ustedes.
Si abandonan al Señor para servir a dioses extraños, él, a su vez, los maltratará y
los aniquilará, después de haberles hecho tanto bien".
Pero el pueblo respondió a Josué: "No; nosotros serviremos al Señor".
Josué dijo al pueblo: "Son testigos contra ustedes mismos, de que han elegido al
Señor para servirlo". "Somos testigos", respondieron ellos.
"Entonces dejen de lado los dioses extraños que hay en medio de ustedes, e
inclinen sus corazones al Señor, el Dios de Israel".
El pueblo respondió a Josué: "Nosotros serviremos al Señor, nuestro Dios y
escucharemos su voz".
Aquel día Josué estableció una alianza para el pueblo, y les impuso una legislación y
un derecho, en Siquém.
Después puso por escrito estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Además tomó
una gran piedra y la erigió allí, al pie de la encina que está en el Santuario del
Señor.
Josué dijo a todo el pueblo: "Miren esta piedra: ella será un testigo contra nosotros,
porque ha escuchado todas las palabras que nos ha dirigido el Señor; y será un
testigo contra ustedes, para que no renieguen de su Dios".
Finalmente, Josué despidió a todo el pueblo, y cada uno volvió a su herencia.
Después de un tiempo, Josué, hijo de Nun, el servidor del Señor, murió a la edad
de ciento diez años.
Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.11.
Mictán de David. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: "Señor, tú eres mi bien, no hay nada superior a ti".
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré.
Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de
felicidad eterna a tu derecha.
Evangelio según San Mateo 19,13-15.
Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre
ellos. Los discípulos los reprendieron,
pero Jesús les dijo: "Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el
Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos".
Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Clemente de Alejandría (150-v. 215), teólogo
El Pedagogo, Libro I- c.V; SC 70
«El Reino de los cielos es para aquellos que se le asemejan»
Resulta claro que la pedagogía de Cristo es, según se desprende de su mismo
nombre, la educación de los niños. Pero queda por examinar quiénes son estos
niños a los que se refiere simbólicamente la Escritura, y luego asignarles el
pedagogo. Los niños somos nosotros. La Escritura nos celebra de muchas maneras,
y nos llama alegóricamente con diversos nombres para dar a entender la
simplicidad de la fe.
Por ejemplo, en el Evangelio se dice: «El Señor, deteniéndose en la orilla del mar
junto a sus discípulos —que a la sazón se hallaban pescando—, les dijo: «Niños,
¿tenéis algo de pescado?» (Jn 21,4-5). Llama «niños» a hombres que ya son
discípulos.
«Y le presentaban niños» (Mt 19,13), para que los bendijera con sus manos, y,
ante la oposición de sus discípulos, Jesús dijo: «Dejad a los niños y no les impidan
que se acerquen a mí, porque de los que son como niños es el reino de los cielos»
(Mt 19,14; Mc 10,13-14; Lc 18,15-16). El significado de estas palabras lo aclara el
mismo Señor, cuando dice: «Si no se convierten y se hacen como niños, no
entrarán en el Reino de los Cielos» (Mt 18,3; cf. Mt 19,14). Aquí no se refiere a la
regeneración (cf. Jn 3,3), sino que nos recomienda imitar la sencillez de los niños.
Son, por tanto, verdaderos niños los que sólo conocen a Dios como padre y
son sencillos, ingenuos, puros, los creyentes en un solo Dios .A los que han
progresado en el conocimiento del Verbo, el Señor les habla con este lenguaje: les
ordena despreciar las cosas de aquí abajo y les exhorta a fijar su atención
solamente en el Padre, imitando a los niños.
Por esa razón les dice: «No os inquietéis por el mañana, que ya basta a cada día su
propia aflicción» (Mt 6,34). Así, manda que dejemos a un lado las preocupaciones
de esta vida (cf. Sal 54 [55] ,23) para unirnos solamente al Padre.
El que cumple este precepto es realmente un párvulo y un niño, a los ojos de
Dios y del mundo; éste lo considera un necio; aquél, en cambio, lo ama.
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