XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Camilo Maccise, OCD
1. La mujer cananea que sale al encuentro de Jesús es símbolo de todos aquellos
que salen de su patria buscando salvar su vida y la de su familia, una existencia
más humana, nuevas posibilidades de trabajo y bienestar. Vivimos en nuestra
época, más intensamente que en otras, el fenómeno de las migraciones masivas.
Por una parte, las difíciles condiciones económicas o sociales de muchos países
empujan a la migración; por otra, los países del primer mundo están necesitados
de mano de obra que produzca los bienes que se requieren para poder mantener su
economía y su sistema de pensiones. Al mismo tiempo que hay un rechazo a los
emigrantes, no se puede prescindir de ellos. Suscitan acogida y no aceptación.
Surge así el desafío de crear nuevos modelos de convivencia multirracial,
multicultural y multireligiosa en un mundo de desplazamientos continuos.
2. En el evangelio de hoy, Jesús nos ayuda a romper nuestros esquemas y
proyectos y a abrirnos a nuevos horizontes cuando el amor al prójimo lo requiere.
Jesús no había sido enviado a evangelizar fuera del pueblo de Israel: ￿no fui
enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel￿. Él, cuyo mensaje estaba
destinado a todos los hombres, no quería hacer todo por sí mismo y, al predicar
primero a los judíos, quería que éstos, convertidos, emprendieran la misión
universal. Sin embargo, rompe su plan y atiende la petición de la cananea llena de
fe. Así nos enseña, que la fe y la confianza en él y la caridad con los necesitados es
la suprema ley.
3. Ciertamente cada país tiene derecho de protegerse de invasiones indiscriminadas
y establecer normas y leyes que protejan a sus habitantes y, al mismo tiempo que
regulen la admisión de los extranjeros. Sin embargo, una perspectiva cristiana en
relación a los emigrantes pide ayudarlos, a defender sus derechos, a ofrecerles
acompañamiento, solidaridad, escucha y comprensión, porque por encima de las
diferencias raciales, lingüísticas y culturales, todos los seres humanos somos
hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios. Esta convicción humana y cristiana
debe prevalecer y guiar el trato a los emigrantes porque, como dice una inscripción
en un monumento dedicado a ellos: ￿El emigrante no es un extraño& sino un
hermano que nació en otra habitación de la misma casa￿. La Iglesia, a través de
Cáritas ofrece el testimonio de acogida y ayuda sin discriminación de religión, raza
o pueblo. Acoge a los ￿cananeos￿ dentro y fuera de sus países.
Camilo Maccise