¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?
Mt 19, 3020, 16:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL SEÑOR REINARÁ SOBRE VOSOTROS
«...en los sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla
con ellos» (DV 21). La primera lectura es una palabra de verdad a la luz del amor clarividente.
Nos conduce a dialogar como hijos con el Padre que ha salido a nuestro encuentro para decidir
de nuevo con él: «Quién es nuestro rey?». La respuesta no puede recorrer con el pensamiento
la doctrina aprendida en los bancos de la escuela o en la universidad. La respuesta es vivir bajo
el señorío de Dios en la peregrinación cotidiana. Es un salto de fe renovado y confiado. La
tentación de buscar a una persona fuerte que dé seguridad o de elaborar proyectos nuestros a
los que «obedecer» está siempre al alcance de la mano, y hoy de un modo agudo, apremiante
y solapado. El Padre se muestra celoso de nuestra libertad. Quiere que sea una conquista
nuestra a través de una opción de comunión con él y con los hermanos. «El Señor reinará
sobre vosotros» (Jue 8,23). « Yo, Abimélec, reinaré sobre vosotros» (cf Jue 9,1-6). Ésta es la
opción existencial.
Es doloroso constatar a dónde llevan el orgullo, el poder y la violencia que se refugia en el
corazón. La “zarza” proclamada rey ha ahogado toda la vida. ! Mató incluso a sus hermanos!
¡Inhumano! ¿Qué sociedad puede nacer de semejante rey, de un líder cegado por el poder o
lo que es más dependiente de su propia necesidad de afirmación? ¿Por qué no se escucha
la voz de quien, iluminado por su Señor, como Yotán, el hermano menor escapado del
exterminio, ve con amplitud de miras y teniendo en cuenta en su corazón el bien de su propia
gente?
ORACION
Señor, he comprendido la belleza de la oración que has puesto en nuestro corazón: Padre,
venga a nosotros tu Reino. Es un Reino de justicia, de amor y de paz, de verdad y de vida; es
la humanidad transformada por el amor en familia de Dios. He comprendido, Señor, la belleza
de la basílica de San Pedro: es la casa donde tú reúnes a todos los pueblos, el templo de la
unidad y de la comunión, el lugar de oración y de encuentro contigo, donde cada uno, unido a
tu Madre, canta las obras admirables del Padre en su propia lengua y todos, juntos, manifiestan
la belleza del Evangelio del amor. El camino, Señor de la esperanza, es largo, fatigoso, erizado
de obstáculos nuevos y oscuros. En primer lugar dentro de nosotros mismos. Parece más
lógico y democrático escoger un rey, con el deseo inconsciente de poder condicionarlo a
nuestros propios fines. Tú, Señor de la vida, sana esta necedad nuestra, individual y colectiva.
Que tu amor no se dé por vencido, a pesar de la dureza de nuestros corazones. Continúa
llamando a cada uno por su nombre, a cualquier hora. Que no haya discriminaciones dentro de
nuestro ánimo, sino que todos tengan sitio, como obreros de tu viña e hijos del Padre que está
en los cielos. La lógica de tu amor fascina. Que esté en ti el estilo y la respiración de nuestro
«santo viaje” hacia la plenitud de la vida y de la historia.