Sábado 20 de Agosto de 2011
Sábado 20ª semana de tiempo ordinario 2011
Rut 2,1-3.8-11;4,13-17
Noemí tenía, por parte de su marido, un pariente de muy buena posición,
llamado Boaz, de la familia de Elimelec. Rut, la moabita, dijo a su suegra Noemí:
"Déjame ir al campo, a espigar donde me admitan por caridad." Noemí le
respondió: "Anda, hija mía." Ella marchó y fue a espigar en las tierras, siguiendo a
los segadores. Boaz dijo a Rut: "Escucha, hija. No vayas a espigar a otra parte, no
te vayas de aquí ni te alejes de mis tierras. Fíjate en qué tierra siegan los hombres
y sigue a las espigadoras. Dejo dicho a mis criados que no te molesten. Cuando
tengas sed, vete donde los botijos y bebe de lo que saquen los criados." Rut se
echó, se postró ante él por tierra y le dijo: "Yo soy una forastera; ¿por qué te he
caído en gracia y te has interesado por mí?" Boaz respondió: "Me han contado todo
lo que hiciste por tu suegra después que murió tu marido: que dejaste a tus padres
y tu pueblo natal y has venido a vivir con gente desconocida."
Así fue cómo Boaz se casó con Rut. Se unió a ella; el Señor hizo que Rut
concibiera y diese a luz un hijo. Las mujeres dijeron a Noemí: "Bendito sea Dios,
que te ha dado hoy quien responda por ti. El nombre del difunto se pronunciará en
Israel. Y el niño te será un descanso y una ayuda en tu vejez; pues te lo ha dado a
luz tu nuera, la que tanto te quiere, que te vale más que siete hijos." Noemí tomó
al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. Las vecinas le buscaban un
nombre, diciendo: "¡Noemí ha tenido un niño!" Y le pusieron por nombre Obed. Fue
el padre de Jesé, padre de David.
Salmo responsorial: 127
R/Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor / y sigue sus caminos. / Comerás del fruto de
tu trabajo, / serás dichoso, te irá bien. R.
Tu mujer, como parra fecunda, / en medio de tu casa; / tus hijos, como
renuevos de olivo, / alrededor de tu mesa. R.
Ésta es la bendición del hombre / que teme al Señor. R.
Que el Señor te bendiga desde Sión, / que veas la prosperidad de Jerusalén /
todos los días de tu vida. R.
Mateo 23,1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: "En la
cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo
que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que
dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los
hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo
que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las
franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos
de honor en la sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los
llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo
es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a
nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis
llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre
vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se
humilla será enaltecido."
COMENTARIOS
La comunidad del evangelista Mateo define los lazos entre sus integrantes a
partir de la fraternidad. No existe entre ellos una relación de vasallaje, como se
acostumbraba en todos los reinos del antiguo oriente; ni una relación clientelista, al
estilo romano, en la que la voluntad del patrón imperaba sobre sus protegidos; ni
una relación de subordinación como la que se daba entre el maestro y sus
discípulos en las escuelas judías rabínicas.
La organización comunitaria se estructura a partir del precepto del amor
incondicional a Dios y al prójimo. Así el amor asume un carácter universal, es decir,
abierto a todas las realidades y personas.
La fraternidad, el servicio y la solidaridad son formas concretas de vivir este
amor. La fraternidad exigía que las personas de la comunidad fueran tratadas como
iguales en derechos y posibilidades, lo que chocaba explícitamente con las
estructuras patriarcales de la época, en las que primaba la voluntad del varón o los
valores que dominaban al grupo familiar.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de servicios KOINONÍA)