“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Mt 22, 34-40
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
PREPARAR LA GENERACIÓN DE LA QUE HABRÍA DE NACER EL MESÍAS
El relato de Rut remite al Dios de Israel, que viene al encuentro de su pueblo. La
iniciativa es suya y es gratuita, a fin de que la respuesta a la que invita sea una
reciprocidad de amor en la libertad de la entrega. La vida de Rut se va construyendo
a lo largo del camino de toda su existencia, a través de los acontecimientos normales
de la vida diaria: en su decisión de formar una familia, en los sufrimientos de la
pérdida de sus seres queridos, en su decisión de convertirse a su vez —como ya
había sucedido con Noemí— en emigrante en tierra extranjera. Conoce el
sufrimiento por la falta de un hijo y por la muerte prematura de su marido.
Dios está presente en su historia y obra en ella como lo hace en el pueblo y en los
pueblos. Noemí, con su testimonio, se vuelve para Rut mediación de una llamada del
Señor para que abandone sus propias tradiciones, su propia cultura, su propia gente,
sus propios dioses, y se abra a una nueva vida desconocida para ella, pero que
forma parte de un designio de amor de inmensos confines. Rut irá conociendo en su
camino nuevas alegrías y nuevos dolores, la incomprensión, los conflictos, las
incertidumbres y el sufrimiento íntimo de un pueblo que se ha convertido en el suyo.
Rut cree, responde y va, es decir, sigue al Dios de la alianza, a quien ahora
pertenece por haberse entregado a él.
El Señor la ha elegido, del mismo modo que ha elegido a otras mujeres de Israel y a
mujeres de otros pueblos para preparar la generación de la que habría de nacer el
Mesías. Rut tendrá un hijo, testimonio de que Dios provee a su pueblo, porque lo
ama.
La respuesta de Jesús, narrada en la perícopa evangélica de Mateo, revela el
mecanismo profundo del ser del hombre que le impulsa hacia Dios y hacia los
hermanos. El hecho de haber unido de modo indisoluble los dos mandamientos del
amor a Dios y del amor al prójimo significa que la raíz del hombre es el amor, porque
Dios es amor. Significa que la totalidad del compromiso con Dios se convierte en
amor sin reservas al prójimo. Significa, sobre todo, que el modelo de nuestra relación
con los otros es el obrar del Dios- amor con el hombre. No se trata de una imitación
moral, sino de la tensión de nuestro ser partícipes de la vida de Dios.
ORACION
Hay una belleza que salvará al mundo: es la tuya, el más bello de los hijos del
hombre, y es la de María, tu Madre y nuestra Madre. Al contemplar tu misterio, que
hoy se ha hecho manifiesto en la vida y en la experiencia de Rut, brota la oración de
nuestro corazón: es el Padrenuestro, la súplica que nos revela el camino para la
belleza de la humanidad y de cada rostro.
Te pedimos vivirlo, no repetirlo como fórmula de rezo. Te pedimos que descubramos,
al vibrar con las notas que lo componen, la belleza del grano de trigo que, al
pudrirse, florece y madura en pan de vida. Pudrirse no es morir; es amarte a ti sobre
todas las cosas y es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, o sea, es vivir,
oh Cordero de Dios, corazón del mundo, en nuestras propias carnes de hijos con tu
pasión por el hombre, convertido, gracias a tu sangre redentora, en mi hermano.
He aquí las notas del cántico que la vida, al consumarse, eleva: venga a nosotros tu
Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, que todo hombre tenga su
pan de cada día, venza al Maligno, encuentre la felicidad y desemboque en la
belleza de su ser de hombre y de mujer, en la armonía con la creación. Eso es lo que
te pido. Eso es lo que te pedimos.