“el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”
Mt 23, 1-12
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
HEMOS DE ESCUCHARLE Y SEGUIRLE HASTA ENTREGAR LA VIDA COMO ÉL
Dios vela, está presente, obra y continúa preparando el futuro de su pueblo, abriéndolo a su
realización final en los acontecimientos humanos. Éste es el mensaje que hemos recibido esta
semana. En la narración de la historia de Israel en tiempos de los jueces, en la de Rut y en el
“santo viaje” de Jesús hacia Jerusalén con los suyos, el Señor resucitado quiere abrir a la
comunidad cristiana, que celebra la salvación, al misterio del obrar del Padre. Como personas y
como Iglesia, necesitamos dejarnos penetrar por esta vivísima realidad para confirmar o para
recuperar el vigor de nuestra fe. ¿Acaso no es la crisis actual una crisis de fe y de esperanza?
El Padre, en su diálogo amoroso con sus hijos (cf DV 21), ilumina su camino colmándolos del
don de su Espíritu. A la luz que viene de lo alto, y “manteniéndose con él”, éstos comprenden el
significado de la vida y de la historia según Dios. La nueva comprensión reconstruye la escala
de valores y las relaciones, haciéndolos más verdaderos, creativos y cálidos. Cada creyente,
como hijo en el Hijo, tiene una tarea propia como persona llamada por su nombre y como
pueblo. El ministerio de la comunidad de los creyentes, esto es, el servicio de la autoridad y de
todo el pueblo, es custodiar, celebrar, anunciar y transmitir la iniciativa del amor salvífico del
Dios-Trinidad a todas las generaciones, en todo lugar y cultura, para que se encuentren con él
y lo acojan. Esta es su verdadera dignidad, muy alejada de la visión contaminada de la vida
como poder y dominio.
El camino: poner en práctica la Palabra o, mejor aún, dejarse “hacer” por la Palabra. Al mismo
tiempo, vigilar y orar para no caer en la trampa de un decir también autorizado vacío de
testimonio personal y, por consiguiente, deslizarse hacia una hipocresía infeliz y enredadora o
tejer en la comunidad relaciones exentas de vida y de aliento. Cristo Jesús es el único Maestro.
Hemos de escucharle y seguirle hasta entregar la vida como él. Él es el Esposo de la Iglesia
esposa y de la humanidad redimida.
Estas realidades llenan de alegría, de luz y de paz y se alimentan de la comunión de vida con
Cristo, de la entrega a los hermanos en el amor mutuo, de una luminosa esperanza.
ORACION
En Cristo, tu Hijo y nuestro Salvador, tú, Padre de todos, has vuelto a dar al mundo la
esperanza y la vida. Haz que vivamos en el amor de Cristo y como él, que no dudó en hacerse
siervo para que nosotros llegáramos a ser libres, hombres y mujeres que realizan la Palabra.
Refuerza en nosotros la fe, la esperanza y la caridad que el Espíritu Santo ha difundido en
nuestros corazones. Danos ojos para ver, en el desarrollo de la historia del hombre, tu
presencia, que nos llama a cada uno de nosotros para que actuemos en el mundo y
transformemos cada desierto en un jardín de vida.
Haznos comprender y vivir según tu Palabra, enséñanos a discernir tu voluntad, libéranos de la
autosuficiencia del decir y del querer dominar a los hermanos imponiéndoles cargas y
tradiciones que no son tuyos. Guíanos por el camino de la santidad, para que nuestro corazón
busque siempre lo que es verdadero, bueno y justo y anuncie, con las palabras y las obras, las
maravillas de tu amor. Que en nuestro servicio a los hermanos descubra el mundo tu fidelidad,
tu misericordia, lo que esperas, tu perdón y la belleza vivificadora de la comunión contigo, que
eres amor. Que te encuentre y te acoja.