XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Tú eres “Pedro”
En el centro del evangelio de Mateo que vamos leyendo a lo largo de este año se
encuentra el pasaje de este domingo (Mt 16,13-20). En él Jesús plantea
abiertamente la cuestión de su identidad, pero reclama, sobre todo, la respuesta
personal de sus discípulos. Destaca la confesión de fe de Pedro, profundamente
creyente, que reconoce en él al Mesías y al Hijo de Dios vivo. A esa confesión de fe
de Pedro corresponde Jesús con una triple indicación: la felicitación por haber
recibido de Dios la revelación que le ha llevado a profesar su fe, la elección
particular de Jesús para que Pedro desde su fe constituya el fundamento sólido de
la única Iglesia de Cristo y la concesión de toda la autoridad, mediante la entrega
de las llaves del Reino, para ejercer su misión al servicio del mismo con la potestad
de atar y desatar.
Especialmente resuena la correspondencia entre las palabras de Pedro: “Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo” y las de Jesús: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia”.
La confesión de Pedro, decidida y audaz, impulsa a Jesús a conferir a Pedro una
misión y un estatuto especial en el interior de su Iglesia. Una bienaventuranza tan
personalizada y singular no es habitual en los textos bíblicos, los cuales dirigen este
tipo de felicitaciones a grupos o categorías de personas. Lo extraordinario de la
expresión atrae la atención sobre la figura y la misión de la persona de Pedro, cuya
primacía entre los discípulos queda patente a lo largo de todo el Evangelio. La
bienaventuranza dirigida a Pedro muestra que el origen de su conocimiento es el
resultado de una verdadera revelación del Padre.
Mediante el juego de palabras, Pedro y Piedra, Mateo justifica el cambio de nombre
de Simón, pues, al llamarlo así, Jesús transforma su identidad personal apuntando
a la misión específica que va a tener en la construcción de su Iglesia. La piedra es
símbolo de la estabilidad, de la solidez y de la durabilidad. En el Antiguo
Testamento se aplica a Dios (Sal 18,2) y al Mesías (Sal 118,22-23; Is 28,16-17), y
a Abraham en cuanto cabeza del pueblo Israel (Is 51,1-2) y en el Nuevo
Testamento a Jesús (Rom 9,33; 1 Cor 3,11; 1 Pe 2,4-8). De este modo el nombre
de “Pedro” refleja su misión y su función en la Iglesia. Con este fundamento, el
Señor Jesús fundará y construirá la Iglesia. Es una acción futura que realizará Jesús
en persona consolidando una comunidad mesiánica, no reducida ya al grupo
histórico de sus discípulos sino, sino abierta a todas las gentes (Mt 28,16-20). La
Iglesia es la comunidad asamblea de los llamados y convocados por Dios para vivir
en su Alianza de amor. Esa comunidad mesiánica trasciende las fronteras
nacionales, étnicas, culturales y lingüísticas y constituye el nuevo Pueblo de Dios de
carácter universal. De esa Iglesia Pedro es el fundamento sobre el que Jesús erige
una comunidad viva, que anclada en la fe petrina confiesa a Jesús como Mesías e
Hijo de Dios vivo y participará de su victoria definitiva sobre el mal y sobre la
muerte.
Con la entrega de las llaves del Reino a Pedro se subraya la autoridad recibida por
parte de Jesús en el servicio al Reino con la tarea eclesial de atar y desatar, es
decir, de interpretar y llevar a cabo el proyecto de Dios sobre la humanidad,
revelado en el Evangelio. Esta misión de atar y desatar pertenece también a la
Iglesia (Mt 18,18) pero tiene en la figura del apóstol Pedro su primacía. La
presencia del sucesor de “Pedro” en Madrid con motivo de la Jornada Mundial de la
Juventud es un motivo de inmensa alegría pues a través de él, de su palabra sabia
e iluminadora, sigue consolidándose la fe entusiasta y comprometida de la Iglesia y
de los jóvenes del mundo en torno a Jesús, Mesías, el Hijo de Dios. Gracias a Dios
porque “Pedro” está entre nosotros y nos infunde ánimo y esperanza.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada
Escritura