Comentario al evangelio del Viernes 21 de Diciembre del 2012
Encuentro de dos madres muy especiales
A media que vamos avanzando en el tiempo de la espera y la esperanza caemos en la cuenta de cómo
se conjugan la memoria y la esperanza. La iglesia nos invita a hacer memoria del tiempo de la espera
de la venida del Mesías. Despierta en nuestras almas los pliegues de esperanzas aparcadas; de
aspiraciones diferidas de promesas en camino de realización. Nos hace cultivar el asombro y el
sobrecogimiento ante el acontecimiento del nacimiento del Mesías. Y al mismo tiempo encamina la
mirada creyente hacia el futuro que todavía esperamos. Aguardamos la plenitud de la venida del Señor,
escondido todavía en el seno de María.
En el caminar de la fe sigue resonando el grito de Isabel, convertida en profetisa: “Bendita tú entre las
mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”. En la piedad popular siguen resonando estas palabras en
millones y millones de voces a lo largo de la historia. Expresan admiración y alabanza. Ayudan a
reconciliarse con la propia humanidad personal y con la colectiva incluso en tiempo de crisis.
La visitada y servida Isabel expresa so admiración ante lo que sucede en ella en presencia de la joven
madre. Y completa sus palabras proféticas inspiradas por el Espíritu con la bienaventuranza de la fe de
María. “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.
La fe bíblica se funda en la fidelidad de Dios y se alarga a la esperanza: nuestro Dios cumple sus
promesas. Por eso nos libra de la angustia, del miedo a la libertad y al futuro. Podemos vivir con
optimismo. Las promesas del Dios de la alianza terminarán cumpliéndose.
Bonifacio Fernández, cmf