Día 20 de Diciembre
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Is. 7,10-14: La virgen está encinta.
El anuncio del profeta Isaías, es una forma de contrarrestar el deseo del rey Acaz,
de hacer alianzas políticas, con sus enemigos en lugar de confiar en Yahvé. La señal
que el Señor le da es el nacimiento de un hijo que asegura la supervivencia del
linaje de David, según la promesa echa por Dios a éste por boca de Natán (cfr.
2Sam7; 1Cro.17). Pero Ajaz no está dispuesto a cambiar su política con Asiria.
Lleno de hipocresía renuncia al signo, con lo que pretende demostrar que no duda
de Yahvé. Isaías sabe que precisamente el temor del rey está en que se cumpla el
signo y tener que cambiar sus planes; pero el signo se dará independientemente de
su voluntad. El signo es desconcertante, puesto que una joven espera un hijo, que
tiene un nombre simbólico, Emmanuel, es decir, Dios con nosotros. Antes que
crezca, Dios castigará a los enemigos de Judá. Históricamente conocemos que el
rey Ajaz no obedeció al profeta y Judá tuvo que sufrir sus consecuencias. Esta
profecía nos sitúa entre las promesas dinásticas, el niño y su nombre, se relacionan
con las promesas hechas a la casa de David. Las cualidades y atributos que le
acompañan desde su nacimiento, son más un ideal mesiánico, ya que ningún
descendiente davídico, que naciera después de pronunciado el oráculo, es el
personaje de Isaías. Será Mateo quien relacione la profecía de Isaías con María
Virgen, que da a luz un hijo sin concurso de varón, síntesis de lo humano y lo divino
en cuya muerte y resurrección se dan cita todos los anuncios del libro del
Emmanuel, ya nadie durará de la proyección mesiánica y salvífica, cuyo Emmanuel
alcanza su madurez en Jesús (cfr. Mt. 1, 22-23). El ángel le asegura a María que el
hijo que tendrá será por obra del Espíritu Santo, a quien pondrá el nombre de
Jesús, será llamado Hijo de Dios.
b.- Lc. 1, 26-38: Anuncio del ángel a María
De la narración lucana se desprende el dato revelado de la Encarnación del Hijo de
Dios en las entrañas de María de Nazaret. El ángel saluda a la joven María con la
palabra “Salve”, que traducimos por Alégrate porque el Se￱or la ha colmado de su
gracia, de su favor, le promete su presencia y acompañamiento. Es la forma de
asegurarle que la misión le confiará no estará sola, porque no le faltará dificultades
(v.28). Este actuar de Dios, no se debe a méritos propios de la joven sino que es
pura gratuidad de su parte. La inquietud de la joven la responde el ángel aclarando
el motivo de su visita: por benevolencia divina será madre y pondrá a su hijo el
nombre de Jesús. Le explica la función que cumplirá en la historia de la salvación
(vv. 32-33), para más tarde darle al hijo que nacerá los títulos de Santo y de Hijo
de Dios (v.35). La forma en que será concebido, demuestra el poder Dios y la
importancia que tendrá este hijo de la joven y que sólo Dios es su Padre (v.34). El
nombre Jesús, viene significar: “Yahvé salva”. Nombre y misi￳n en la vida van muy
unidos: Jesús fue salvador de su pueblo y de la humanidad. Respecto a los títulos
que el ángel le da: “Jesús será grande” (v.32), referido siempre a Dios como en el
AT. “Hijo del Altísimo” (v.32), es decir, Hijo de Dios. Es un rey que está por nacer
en Israel (cfr. Sal. 82, 6). “Dios le daré el trono de David su padre...” (vv. 32-33).
Recibiré ese trono por su padre legal, José, un reinado sobre la casa de Jacob, es
decir, de todo Israel. Una promesa hecha a todos los descendientes de David, se
concretiza en una persona, que reinará para siempre. Es la promesa de Natán a
David, recreada por el evangelista y aplicada a Jesús. El cómo de la concepción de
Jesús menciona el poder creador de Dios por medio de su Espíritu 8cfr. Ez. 37,14;
Jdt.16, 14). Si Dios pudo crear al hombre de barro, también lo puede hace r en el
seno de una mujer. La sombra del Espíritu, alude a la presencia de Dios, la nube
que se posaba sobre el arca de la alianza cuando se detenía la caravana (cfr. Ex.
40,16), pero también tiene el sentido de protección y presencia visible de Dios (cfr-
Lc. 9,34). Lo llamará consagrado, como primogénito, debía ser consagrado a Dios,
también se le llamará Hijo de Dios, si era descendiente de David según la carne,
ahora es Hijo de Dios gracias a su Espíritu. María de Nazaret, la joven humilde que
confía en Dios, que por su actitud pertenece a la espiritualidad de los Anawin.
Conocido el plan de Dios la joven acepta que eso se cumplirá en el futuro, es la
esclava del Señor, que acepta el poder creador de Dios en su vida (v. 38). Se pone
a disposición del Todopoderoso, con lo que el evangelista prefigura la actitud de los
que serán de la nueva familia de Jesús: los que aceptan su palabra. María se
convierte en el discípulo ideal, porque su importancia no radica tanto, en ser la
madre biológica de Jesús, sino en escuchar la palabra de Dios y aceptarla en su
vida.
Sor Isabel de la Trinidad escribe con motivo de la Navidad: “¡Qué bueno es en el
silencio/ escucharle ahora y siempre, / gozar en paz de su presencia/ para entregarse
totalmente al amor! / Oh Cordero puro y manso, / Tú sólo eres mi único Todo. / Tú lo
sabes bien, tu prometida / se siente por el hambre acometida.” (Poesía 75).