III DOMINGO DE ADVIENTO C
So 2, 14-18; Sal Is 12, 2-6; Flp 4, 4-7; Lc 3, 10-18
La gente le preguntaba: "Pues, ¿qué debemos hacer?" Y él les respondía: "El que
tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer,
que haga lo mismo." Vinieron también publicanos a bautizarse, que le dijeron:
"Maestro, ¿qué debemos hacer?" Él les dijo: "No exijáis más de lo que os está
fijado." Preguntáronle también unos soldados: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?"
Él les dijo: "No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas y contentaos
con vuestra soldada. "Como el pueblo estaba expectante y andaban todos pensando
en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, declaró Juan a todos: "Yo
os bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a
quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará
en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para bieldar su parva:
recogerá el trigo en su granero, pero quemará la paja con fuego que no se apaga."
Y con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva."
Nos encontramos a la mitad del tiempo de Adviento, tiempo en el cual la Iglesia nos
invita a celebrar con gozo y exultación el Misterio de la Encarnación de nuestro Dios
y Salvador. Las dos semanas precedentes la Iglesia, a través de la Palabra, nos ha
invitado a vivir en la esperanza, en la vigilancia, como las vírgenes prudentes que
esperan al esposo, en la espera de Nuestro Redentor. Al respecto nos dice el Papa
Benedicto XVI: ᆱ…Cristo es la Palabra eterna que estaba en el principio. Si a la voz
se le que quita la palabra, ¿qué queda? Un vago sonido. La voz sin palabra llega al
oído, pero no edifica el corazón"(Discorso 293, 3: PL 38, 1328). Nuestra tarea es
escuchar hoy esa voz para dar espacio y dar acogida en el corazón a Jesús, Palabra
que nos salva. En este tiempo de Adviento, preparémonos para ver, con los ojos de
la fe, la humilde cueva de Belén, la salvación de Dios (cf. Lc. 3,6). En la sociedad
de consumo, en la que se busca la alegría en las cosas, el Bautista nos enseña a
vivir de una manera esencial, a fin de que la Navidad se viva no solo como una
fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios que vino para traer paz a los
hombres, la vida y la alegría verdadera…ᄏ (Benedicto XVI, Ángelus, 09 de
diciembre de 2012).
El presente domingo la liturgia nos orienta ya a prepararnos a celebrar este
acontecimiento, por eso las palabras de la primera lectura del profeta Sofonías,
como las de la segunda lectura de los Filipenses nos invitan a la alegría, al gozo y
júbilo porque las promesas del Señor llegarán a cumplimiento. De esta manera la
Iglesia nos está haciendo presente que todo el tiempo de Adviento tiene un
significado como expresaba el domingo anterior la liturgia, en la persona de Juan el
Bautista: "...voz que clama en el desierto preparad los caminos del Señor...". La
Iglesia nos está invitando a través de la liturgia y de la palabra a preparar, como a
Juan el Bautista, la celebración de Nuestro Salvador, nos está invitando a cantar
como el salmista: "...todos han nacido en ella ... todas mis fiestas están en ti ..."
(Sal 87).
Por ello el Papa Benedicto XVI nos dice: ᆱ…El Adviento nos invita a seguir el camino
de esta presencia y nos recuerda una y otra vez que Dios no ha salido del mundo,
no está ausente, no nos ha abandonado, sino que viene a nosotros de diferentes
maneras, que debemos aprender a discernir. Y también nosotros, con nuestra fe,
nuestra esperanza y nuestra caridad, estamos llamados todos los días a reconocer
y dar testimonio de esta presencia, en un mundo a menudo superficial y distraído, a
hacer brillar en nuestra vida la luz que iluminaba la cueva de Belén…ᄏ (Benedicto
XVI, Audiencia General, 12 de diciembre de 2012).
En el Evangelio del presente domingo por dos veces encontramos la pregunta:
"...¿qué debemos hacer?..."; es una pregunta que también hoy día estamos
llamados todos nosotros a plantearnos, si es que deseamos que realmente este
tiempo de Navidad sea un tiempo nuevo, que la esperanza en la cual la Iglesia nos
llama a vivir se haga una realidad en nuestra vida y, la conversión a la cual nos
invita este tiempo se manifieste cada día en nuestra vida, llevándonos finalmente a
vivir configurándonos con Cristo.
Para los oyentes del Bautista en aquella época el prepararse a aceptar al Mesías
pasaba por un bautismo de conversión; hoy la conversión, para el creyente,
significa el aceptar a la persona de Cristo en su vida con todo lo que ello implica,
pues Cristo es el camino, la verdad y la vida y por consiguiente aquel que quiera
celebrar unas fiestas navideñas renovado en el amor de Dios y en Cristo, entonces
tiene que radicalmente acoger al Señor en su vida, dejar de lado su verdad, sus
propios planes, dejar de lado su vida esquematizada según sus pensamientos para
poder entrar a vivir en la gracia de la vida cristiana.
Las palabras de San Pablo en la segunda lectura cuando dice: "... el Señor está
cerca...", esto nos invita, por lo tanto de una manera especial, a acogernos a este
tiempo de conversión y de misericordia de Dios. A no dejar de lado todos los
medios, que a través de la Iglesia Dios nos ha dado, para prepararnos a este
evento que es celebrar el Misterio de la Encarnación de Nuestro Salvador. En este
tiempo nuestra vida se abra en querer un cambio de vida en el Señor, si deseamos
que Él sea la fuente de nuestra vida, esto significa que queremos que Él haga de
nosotros su morada, su templo nuevo.
Querido hermano y hermana, solo tú y yo podemos poner límite a la acción de Dios
en nuestra vida. La prueba que Dios nos ama es que nos ha hecho libre; por ello
nuestra libertad puede poner límite a la Gracia de Dios, a los dones con los que Él
quiere enriquecer y santificar nuestra vida, escuchemos la voz del Bautista que
dice: ᆱ…yo os bautizo con agua (…), Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego…ᄏ.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar