“El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”
Lucas 3, 2-3. 10-18
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
QUE HACEMOS AHORA?
La Palabra de Dios me invita a la alegría como nota evaluada de mi testimonio
cristiano. “Alegrarse en el Señor”, Estoy llamado a esta singular alegría: puedo
alegrarme en cuando vivo unido a otro, al Señor. Mi alegría verdadera sólo
brotará de una experiencia de relación, de comunión con el Señor Jesús.
La alegría arraigada en la esperanza de la venida de Jesús se expresa en la
cordialidad con mis hermanos, en la docilidad en las relaciones con todos, en
el buscar siempre que es lo beneficioso a cada situación, en el esfuerzo por
lograr la medida justa con cada ser humano que encuentro.
Mi alegría debe manifestarse también en las obras de justicia, en las obras de
una vida “salvada”. Para poder encontrar hoy paz, el evangelio no me deja
sólo con la pregunta: -¿Qué debo hacer?, es decir ¿Que hago yo ahora?, a
quién debo dar mi corazón? ¿Quién puede decirme una palabra verdadera que
suscite y refuerce en mí el querer el bien?.
La Palabra del Bautista, me invita a reflexionar y a no abandonar estas
preguntas, pero además me orienta hacia quien vale la pena mirar, a Jesús, y
a aventurarse por él todo el sentido de mi existencia.
ORACION
Te miramos a ti, Señor Jesús, aquel que Juan llama -más fuerte- y tú lo eres
porque haces presente y operante la potencia de Dios Padre, para nuestra
salvación; lo eres también porque sabes vencer todas nuestras debilidades,
todas nuestras resistencias; lo eres porque nos libras del mal y das la paz a
nuestro corazón.
Te miramos a ti, Señor Jesús, que bautizas en el Espíritu Santo: tú nos
sumerges en la vida misma de Dios, nos comunicas el Espíritu que habita en
ti, el Espíritu cuyo fruto es la caridad, el gozo, la paz, la paciencia, la
benevolencia, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre, el dominio de sí.
Te miramos a ti, Señor Jesús, que vienes a juzgar el mundo. Actúa también
hoy con “fuego”: danos a conocer la santidad de Dios, su amor exigente que
nos purifica y que es insostenible para nosotros que tenemos la fragilidad de la
paja. Mientras, dispersos entre la gente del Jordán, reconocemos nuestro
pecado y nuestras ligerezas, acércate a nosotros y danos fuerza para volver a
Dios.
Te miramos a ti, Señor Jesús: mientras buscamos la alegría en otra parte, te
acercas y nos repites: “Tu Dios se alegra y exulta por ti”.