III J UEVES DE A DVIENTO , 20-XII
T IEMPO DE ALIANZA
“El Señor, por su cuenta, os dará una señal:
Mirad: la virgen está encinta y da a luz un
hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel,
que significa "Dios-con-nosotros” (Is 7, 14)
-«No temas, María, porque has encontrado
gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y
darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús. (Lc 1, 26-38)
S ÚPLICA
“Llave de David, que abres las puertas del
reino eterno, ven y libra a los cautivos que
viven en tinieblas”.
C ONSIDERACIÓN
Al hacer un pacto, suele intercambiarse un documento y es necesario un testigo
que garantice el cumplimiento de lo acordado. Dios, por su cuenta, sin que nadie se lo
pida, nos entrega la señal más entrañable, una doncella encinta, para acreditar su opción
de acompañarnos siempre.
Por el misterio de Emmanuel se confirma la voluntad divina de amar, proteger,
acompañar a cada criatura dentro de ella misma. Somos en verdad tabernáculos
sagrados, tiendas del encuentro, artesas remecidas de presencia divina, seres habitados.
En la hondura del ser, en el hondón del alma, más íntimo que nuestra propia
intimidad, en el corazón, todos los seres humanos llevamos grabada la imagen de
nuestra semejanza divina, que nos acredita a los ojos de Dios como criaturas suyas.
Quienes son conscientes de la opción de Dios de hacerse carne; quienes dan fe a la
Palabra revelada, que asegura el acompañamiento divino, han conocido el secreto de la
fuerza invencible, de la alegría constante, de la seguridad permanente. De ellos se aleja
el temor y el miedo, porque están seguros de la opción divina en su favor.
Todo se confirmó cuando María quedó embarazada y se convirtió en señal del
cumplimiento de todas las alianzas.
R UEGO
No seas injusto contigo mismo. No andes solitario, sin referencia a quien te ha
hecho persona sagrada, habitada por el misterio. Abre la llave de tu espacio interior,
entra en la celda de tu corazón, y aguarda en silencio, hasta escuchar claramente, aun sin
palabras, que eres amado.