GERMEN DE FE
Padre Javier Leoz
En este Año Santo de la Fe, el Papa Benedicto XVI, nos recuerda constantemente
que para dar a conocer a Cristo, primero, hay que conocerlo, sentirlo, amarlo
y…pregonarlo. ᄀQué mejor areópago y balcón que la familia para gritar a los cuatro
vientos que, Dios, vive en medio de nosotros!
1. Poco se nos refiere en las páginas evangélicas sobre las vicisitudes y
características de la Sagrada Familia. A grandes rasgos nos ha llegado lo elemental:
era una comunidad de amor, de fe y de vida. Y eso, en definitiva, es lo importante.
Lo que, esta fiesta, intenta trasladar a nuestras respectivas familias sometidas a
tantos avatares, presiones o confusiones.
Si Jesús necesitó de la familia para seguir adelante, para madurar, crecer y
enfrentarse a su propia vida, no menos lo precisamos nosotros para saber enfocar
el futuro de los hijos y, por supuesto, el horizonte que aguarda a la fe. Pretender
sustituir el papel de la familia (especialmente de los padres) en planos tan
importantes e irrenunciables como la educación moral, el aborto, la sexualidad o la
ética, es interferir en algo sagrado y propio de los principales educadores: la
familia, los padres.
Qué bueno sería pensar que, si Dios se sirvió de una familia para llevar a cabo su
Encarnación, también se vale de nuestras familias para llevar a cabo su reino de
santidad, de justicia, de amor y de verdad. La familia, es un trampolín en el que
podemos coger el impulso y la altura idónea para lanzarnos luego a la conquista del
mundo profesional, afectivo, cultural o social. La familia, como aquella primera
Sagrada Familia, contribuye precisamente a eso: al crecimiento íntegro de todos
sus miembros. No mira el interés de unos pocos, de unos particulares, del padre o
de la madre, del hijo primero o segundo, va mucho más allá: la familia está
llamada a desarrollar la personalidad de todos y cada uno de sus componentes y
que se sientan útiles en el servicio a la sociedad.
2. Al contrario de lo que aconteció en la Sagrada Familia, tenemos bastante que
mejorar en las nuestras. ¿Cómo está nuestra oración? ¿Y nuestro conocimiento
sobre Dios? ¿Y el seguimiento en la educación humana y religiosa de los hijos?
¿Cómo vivimos nuestra fe en familia? ¿Le damos la cobertura que se merece? ¿Es
Dios artífice, protagonista, centro de nuestras conversaciones, decoraciones,
lecturas….o por el contrario un gran desconocido?
El gran reto de la Iglesia, de Occidente y del futuro de nuestra vida cristiana estriba
precisamente ahí: en familias que saben dar un pesebre en sus casas para que Dios
pueda seguir encarnándose en Cristo. O dicho de otra manera, la familia, será –sin
ninguna duda- el germen de la irrupción del cristianismo con nuevo vigor, con más
fortaleza y con más convencimiento.
Al contemplar los tres personajes de estas navidades, Jesús, José y María,
podemos sacar algunas conclusiones muy prácticas para reavivar nuestras raíces
cristianas:
-En familia tenemos que aprender a vivir los misterios de Dios
-En familia, con sencillez pero con grandeza de alma, hemos de enseñar a adorar a
Dios a cuántos nos rodean o están a nuestro cargo
-En familia, con oración y confianza, hemos de procurar fortalecer nuestra fe con la
escucha de la Palabra, su meditación y la puesta en práctica en las cosas de cada
día.
Que la Sagrada Familia, en este Año de la Fe, sea una llamada a valorar y
recuperar esta célula que ha sido tan esencial en el progreso de nuestra tierra, de
nuestros continentes, de nuestra Iglesia y de nuestra fe: la familia.
3.- LO HICISTE EN FAMILIA, SEÑOR
Por Navidad, Señor, por Navidad
quisiste aparecer en el seno de un hogar.
Como distintivo, no la cantidad, sino la unión
Como riqueza, no el dinero, y sí el ejemplo de José y de María
Tu felicidad, Señor, no vino reflejada por la apariencia,
el oro, las perlas o la plata: fue el amor de tu familia nazarena.
En ella, en fracaso aparente y desprovisto de todo,
apareciste ante la gran indiferencia del pueblo
En ella, en las horas de fracaso y soledad
encontraste el amor sin tregua ni farsa.
En ella, en tus triunfos mesiánicos,
supiste ser ovacionado desde el silencio y la sencillez.
¡LO HICISTE EN FAMILIA, SEÑOR!
﾿De dónde aprendiste el nombre de “Abba” “Padre”?
¿Quién te enseñó a distinguir entre el bien y el mal?
¿En quienes descubriste el don de la fe y el valor de la entrega?
¡En la familia, Señor!
¿No aprendiste todo ello en tu familia nazarena?
Hoy, en el colmado corazón de la Navidad,
nuestros ojos contemplan, el “tres en uno”,
Sí, Señor, tres personas unidas por un mismo amor
Tres personas teñidas con el color de la pobreza
Tres personas agasajadas por los que no tienen riqueza alguna
Tres personas que, bajo el umbral del portal,
siguen siendo referencia y ejemplo de santidad y de fe.
Naciste, Señor, y lo hiciste en una familia;
pobre, pero amorosa y rendida a tu causa
Sencilla, pero repleta de lo más importante: DIOS
Temerosa, pero valiente en sus decisiones y riesgos
Indiferente para muchos, pero única ante los ojos del Señor
¡EN FAMILIA, SEÑOR! ¡QUISISTE NACER EN UNA FAMILIA!