III D OMINGO DE A DVIENTO
T IEMPO DE ALEGRÍA
“Regocíjate, hija de Si￳n, grita de júbilo,
Israel; alégrate y gózate de todo corazón,
Jerusalén” (Sof 3, 14). “Gritad jubilosos”
(Is 12, 2). “Estad siempre alegres en el
Se￱or; os lo repito, estad alegres” (Flp 4, 4)
-«Entonces, ¿qué hacemos?»
Él contestó: -«El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que
tenga comida, haga lo mismo.» (Lc 3, 10)
M EDITACIÓN
Tanto en los textos del Antiguo Testamento, como en la carta paulina que hoy se
proclaman en la liturgia, se puede observar la reiteración de las palabras gozo, alegría y
regocijo.
La Iglesia, en razón de la proximidad de la Navidad, invita a los fieles a la alegría.
Sin embargo, elige textos un tanto paradójicos, que nos abren a una reflexión más honda
de lo que se podría entender en una primera lectura.
Observemos que el texto evangélico invita al despojo, a la generosidad, a
compartir. En una primera lectura, la naturaleza puede reaccionar con resistencia por el
afán de poseer, y por tanto, todo lo que signifique renuncia, parece contrario al gozo.
En las palabras de Jesús encontramos una resonancia de las Bienaventuranzas, y
en ellas se nos revelan los modos por los que se puede obtener la felicidad, la dicha, en
suma, la alegría.
Desde la Sagrada Escritura, la opción solidaria, el amor a los débiles, la
generosidad con los que menos tienen, se convierten en fuente de alegría. El gozo
cristiano no nos llega por el consumo y la evasión, sino por las entrañas compasivas. El
mismo Jesús, según el Evangelio de Mateo, revela cómo conseguir la bienaventuranza:
“Venid, benditos, dichosos, felices, porque tuve hambre y me disteis de comer”.
De cara a la celebración de la Navidad, se nos invita a la fiesta cristiana, la que
nace de la entrega, como la de Jesús por nosotros.
S ÚPLICA
“Derrama, Se￱or, sobre nosotros el don de la alegría”.
I NVITACIÓN
¿Has decidido compartir algún bien?