COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
Domingo 23 de diciembre de 2012 - Cuarto Domingo de Adviento
Evangelio según San Lucas 1,39-45 (ciclo C)
“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la
montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su
seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita
entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién
soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí
tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber
creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
“Dios se hace hombre para que el hombre pueda alcanzar a Dios”
En tan breves palabras, un diálogo estupendo entre Isabel y la Virgen
María, se sigue consumando la presencia de Juan -en el vientre de Isabel- y
la presencia del Dios Vivo que está en el vientre de María.
Es importante darnos cuenta que, históricamente, la salvación ya está
realizada: el Pueblo de Israel esperaba al Mesías, fue preparado durante
mucho tiempo, muchos siglos; en el último tiempo Dios envió su Palabra, el
Verbo que se hizo carne en el seno virginal de María; el verdadero Dios y
verdadero Hombre.
Este acontecimiento, la presencia de Jesucristo, del Hijo de Dios, del
Ungido, del Mesías, del Enviado, del Consagrado, viene para salvarnos y
redimirnos. Él nos trae la felicidad porque es el gran acontecimiento de la
historia que se ha realizado. Es la revelación del amor infinito. Un amor
sacrificado que se entrega por nosotros en ambas naturalezas: la divina y la
humana. Dios que se hace hombre para que el hombre pueda alcanzar a
Dios.
Este misterio de la encarnación es de la misericordia y nosotros debemos
tomar conciencia de ello. La historia ya está definida; la redención objetiva
ya está realizada; Cristo ya nos redimió en la cruz y el pesebre es su primer
altar; la Virgen nos presenta y entrega al Niño que luego será Hombre y
este Hombre, Jesucristo, dará la vida por todos nosotros.
La historia tiene una preparación extraordinaria y el acontecimiento de fe,
que celebraremos en esta Noche Buena, es la esperanza que surge, que se
renueva, porque nace Dios, porque nace Jesucristo. Él viene a darnos la luz
 
que el ser humano había perdido. Viene a darnos su bondad, que el ser
humano había deteriorado. El Niño Dios nos trae la Paz, que los hombres
perdimos; nos trae la Justicia, que muchas veces hemos malversado.
Por todo eso este Niño viene a quitarnos del pecado, viene a quitarnos de la
esclavitud. La Virgen es la mujer que no tiene pecado, por eso no puede ser
cautiva de la esclavitud del pecado porque Ella nos dio el inicio de la libertad
en Jesucristo. ¿Cómo va a ser cautiva María, Ella que nos da a Cristo?, por
eso fue concebida sin mancha del pecado original.
Que en esta Navidad renovemos nuestro pesebre personal y demos lugar a
Dios para que nazca de nuevo en nuestra vida. Y cuando Él nos toque y
cuando sea recibido por nosotros y en nosotros, tendremos la actitud de los
humildes y de los pastores. Ellos que vieron, adoraron y anunciaron a Jesús.
Que en esta Navidad sepamos ver y encontrar a Jesús.
Que no cerremos nuestros labios ni nuestro corazón, sino que lo
anunciemos a los demás con total alegría.
Que tengamos la dicha de vivir religiosamente la Noche Buena y la Navidad.
Que no nos llenemos de cosas.
Abramos el corazón para que surja nuevamente -en nosotros- la fuerza de
la esperanza.
¡FELIZ NOCHEBUENA!
¡FELIZ NAVIDAD!
Que Dios nos bendiga a todos: en el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén