Queridos hermanos y hermanas,
• Este encuentro de María y Elisabeth, y los tres
meses que estuvieron juntas nos hablan de la
importancia de hacer camino juntos.
Contemplamos hoy un encuentro entrañable. El
encuentro de dos mujeres, María y Elisabeth, que
esperaban, que estaban a la espera, porqué sabían que
alguna cosa había de suceder en sus vidas.
Dice H. Nouwen en su libro “El camino de la espera”:
hablando de este encuentro entre María y Elisabeth:
“Aquí tenemos un modelo de la comunidad cristiana. Es
una comunidad de apoyo mutuo, de celebración y
proclamación, de crecimiento... La visita de María a
Isabel es una de las expresiones más hermosas de lo
que significa formar comunidad, estar juntos, reunidos
en torno a una promesa, proclamando lo que acontece
en nosotros.”
Ellas han creado un espacio, donde esperar era muy
importante. Es más, donde esperar la acción de Dios
era el centro de sus vidas.
Y en su encuentro se confirman mutuamente sus
esperanzas.
Dos breves enseñanzas de este encuentro:
María y Elisabeth nos enseñan a hacer camino juntos, a
vivir un encuentro que nos humaniza, que nos afianza,
que nos forma, que nos acompaña en las dificultades.
• Esperar es muy importante. No podemos perder
nunca la esperanza, hasta hemos de mantenerla en las
cosas que parecen más imposibles (los nietos no
bautizados, el marido descreído, los hijos lejos de
Dios). No perder la esperanza, porqué para Dios no hay
nada imposible. Esperar es vivir, no dejemos nunca de
esperar. María y Elisabeth supieron esperar y Dios hizo
aquello que era imposible. Dios viene a nosotros para
hacer que aquello que humanamente es imposible, ¡sea
posible!
Es un signo de los tiempos: la fe solos no la podemos
vivir. Hay una necesidad creciente por formar parte de
una comunidad (¡que sea comunidad!) o de un grupo
donde se pueda ir creciendo.
Pienso que las parroquias, todos nosotros, hemos de
trabajar en este sentido, para llegar a ser auténtica
comunidad cristiana.
Elisabeth le dice a María: “Dichosa tú, que has creído”.
implica tu vida; un creer que modela tu vida; un creer
donde vives un descentramiento de tus “cositas” para
quedar referenciado a Jesucristo.
María ha creído. Hoy pasa una cosa bastante
interesante. María, y San Pablo en la Carta a los
Hebreos, nos iluminan, y en la misma dirección, qué
quiere decir creer. Quizás, alguna vez nos lo hemos
preguntado: ¿qué quiere decir creer?
Este “creer” choca frontalmente con un creer “a mi
manera”. “Creer a mi manera” ya no es creer, será otra
cosa, pero no es creer.
La respuesta de María: María dice al ángel: “hágase en
mí según tu palabra”. Que quiere decir que la voluntad
de Dios se haga en mi vida.
Hoy en día por el subjetivismo que vivimos tenemos un
problema muy grande (dramático) porqué confrontamos
nuestras opiniones con lo que nos dice Jesús en el
evangelio ¡¡Y GANAN NUESTRAS OPINIONES!! (...)
Pero entonces ya no creemos en Dios sino en nosotros.
La respuesta de San Pablo: El texto de la carta a los
Hebreos es una preciosa reflexión de la novedad de la
vida en Cristo. Viene a decir: dejaos de oblaciones,
sacrificios y expiaciones, y entrad en el camino de
Jesucristo de hacer la voluntad del Padre. Pablo pone
en boca de Cristo: “He aquí que vengo para hacer tu
voluntad”.
Y esto es más grave de lo que parece: porqué una cosa
es aceptar la revelación de Dios en el Antiguo
Testamento y Nuevo Testamento (esto es la fe:
aceptar lo que Dios revela) y la otra es aceptar sólo lo
que a mí me parece, donde ya no acepto al Dios que
revela sino aquello que coincide con mis opiniones. No
podemos creer en Dios si no creo a Dios.
Liga con lo que nos dice un importante Padre de la
Iglesia, San Irineo: “Creer en Dios es hacer su
voluntad”.
En el diálogo con los familiares de los difuntos les
pregunto: ¿Era creyente o creía a su manera? Una cosa
es ser creyente como hoy nos enseña Jesús, María y
San Pablo, y la otra seguir tus opiniones.
Vemos en todo esto un creer que te vincula, que te
relaciona, con Dios, con Jesucristo; un creer que
“Creer en Dios es hacer su voluntad”. Y para hacerla
hemos de rezar mucho, hemos de meditar mucho los
evangelios, hemos de ser dóciles a lo que nos dicen los
pastores.
Y cuando creamos como María, como San Pablo,
entonces, también nos dirán a nosotros: “Dichoso tú,
que has creído”. Creer de verdad, lleva a la felicidad.
Estamos a las puertas de la Navidad. ¿Qué lo hace
posible? La fe de María, su humildad, su docilidad. De
su mano penetramos en este gran misterio del Dios
hecho un niño.