Ciclo C. IV Domingo de Adviento
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
En la víspera de la Nochebuena, el evangelio (Lc 1, 39-45) nos presenta la fe como
la puerta para entrar en la Navidad. La fe, de la que además se nos dice que es una
bienaventuranza y que es caridad y misión. Ante todo, el relato nos presenta a
María e Isabel dialogando sobre la fe… S￳lo están las dos y cada una con su ni￱o en
su seno. No deja de ser asombroso y significativo que, en el umbral de la nueva
historia del mundo, que va a iniciarse en la Navidad, haya sólo dos mujeres
gestantes. ¡Misterios del Proyecto de Dios!, que, por hoy, prefiero sólo señalar y
admirar, sin comentar.
Bienaventurado tú que crees, porque lo que te ha dicho el Señor se realizará. Estas
palabras que Isabel le dice a María, valen también para ti (y para mí y para todos
los creyentes). Son, por otra parte, un ejemplo de cómo Dios se revela y premia a
los humildes y sencillos, simplemente porque le agrada la fe que le tienen (Lc 12,
21-22). En el caso del evangelio mencionado, el Padre Dios nos revela el Misterio
de la Encarnación de su Hijo en María, por obra del Espíritu Santo. Lo que implica
algo muy importante y que nos atañe muy de cerca, a saber, que, de alguna
manera, el Hijo de Dios se ha encarnado en la raza humana -de la que María forma
parte-, y en ti y en mí, que somos también parte de esa raza y seres humanos.
¡Reconozcamos nuestra dignidad!
Como dije antes, a Dios no sólo le agrada la fe que le tenemos sino que también la
premia. La fe de María es un SÍ (Fiat) absoluto, valiente y gozoso a Dios Trinidad, y
el premio a esa fe, premio singular y maravilloso, consistirá en que el Padre Dios la
elige para ser la Madre de su Hijo Jesús; el premio a la fe de Isabel, también firme
y gozosa, consistirá en que Dios la elige para ser la madre de un hijo que será… “el
Precursor” del Mesías Jesucristo; finalmente, el premio a nuestra fe será el de
poder llamarnos y ser hijos de Dios (Jn 1,12), si con fe firme, coherente, productiva
y gozosa, nos abrimos a Jesús y lo recibimos de todo corazón, de modo que
encuentre en él un lugar mejor que el encontró en Belén.
La Visita de María a Isabel para ayudarla (Lc 1, 39-40) ejemplariza dos elementos
que no pueden faltar en la fe: la caridad y la misión. Son dos dimensión esenciales
de la fe, que el Papa Benedicto XVI recoge y explaya en su Carta Apostólica Porta
fidei (nn. 7, 12, 14). Ante todo, la fe sin obras es muerta (St 2, 14-18). “La fe sin la
caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería puro sentimentalismo siempre a
merced de la duda”, dice el Papa (PF 14). Es por ello que “María Fe” va presurosa
(misión) a ayudar a Isabel (caridad) en cuanto se entera de que su pariente va a
dar a luz. Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a
evangelizar: “el amor de Cristo nos apremia”, ense￱a San Pablo (2 Cor 5, 14).
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)