Queridos hijos e hijas de Dios,
puede aceptar que Dios se haga uno de nosotros y que
coja esta puerta de entrada; un establo.
Para vivir la Navidad necesitamos, antes que nada, un
corazón que tenga capacidad de sorpresa, capacidad
de admiración, capacidad de asombro, de quedarnos
boquiabiertos otra vez delante de lo que celebramos.
¿Qué pretendemos en esta celebración? Nos lo dice
Orígenes, un hombre muy sabio de los siglos primeros,
y nos lo dice haciéndonos una pregunta: “¿Qué me
ayuda a mí que el Verbo haya venido a este mundo si
no nace en mí?”
Dice Góngora que habitualmente la muerte de Jesús
en cruz es muy conmovedora, y que su nacimiento nos
despierta la ternura. En cambio él dice: “Hay
distancia más inmensa de Dios a hombre, que de
hombre a muerte”. ¡Qué poético! Que un hombre
muera en una cruz entra dentro de una cierta
previsibilidad, pero que Dios se haga hombre, esto es
algo impensable.
Genial pregunta... porqué apunta hacia el sentido de
esta celebración. A través de la liturgia hacemos
presente este acontecimiento (el nacimiento de
Jesús) para que Él pueda nacer en nuestros
corazones. Para Jesús, Belén forma parte del pasado,
pero en su presente estamos todos nosotros. Él no
quiere volver a nacer en Belén, quiere nacer en
nuestros corazones.
Lo que celebramos hoy es sorprendente, inimaginable:
Dios se ha hecho un niño. ¡Es un escándalo! Para la
razón, para ella sola es imposible de aceptar. Sólo una
razón iluminada por la fe puede hacer este paso. Un
paso no siempre fácil.
¿De qué servirá esta celebración, y las comidas que
haremos, y los villancicos que cantaremos, y los
regalos que nos haremos, si Él no nace en nuestros
corazones?
En el siglo II, el año ciento y pico, Marción decía:
“quitadme esos lienzos vergonzosos y ese pesebre,
indigno del Dios a quien yo adoro”. Es un hereje, no
Le hemos de decir a Jesús: “Señor mío y Dios mío,
que me tome seriamente la Navidad, que tenga algún
ratito para ti, que esté abierto a lo que me quieres
decir, que la gracia de la Navidad sea una nueva
presencia de ti en mi corazón”.
Nosotros estamos también haciendo de pastores,
aportando a los necesitados aquello que necesitan
para sobrevivir. Sé que hacéis mucho, pero el amor
nos lleva a no pararnos nunca y seguir avanzando por
el camino de la donación a los demás.
De esta manera conseguiremos que la luz de Navidad
no sea una estrella fugaz que brilla en la noche, si no
una luz que ilumina y alegra toda la vida.
Orígenes: “¿Qué me ayuda a mí que el Verbo haya
venido a este mundo si no nace en mí?”
Que la contemplación del niño del pesebre nos lleve a
los otros niños necesitados, a construir de mil
maneras distintas un futuro mejor, y de esta manera
seamos continuadores de la historia de caridad y
amor que nació hace dos mil años.
Una última idea. Pienso que en este tiempo de crisis la
imagen de un niño que nace en un establo, en una
cueva, nos ha de hacer pensar en tantos niños que
sufren graves carencias. No hace falta pensar en los
niños de África, también aquí hay muchas carencias.
Jueves pasado dábamos el lote de Navidad a ciento
sesenta familias (de Cardedeu y Cánovas). Cuando
llegué eran treinta.
Hay algunos pintores que cuando pintan la escena del
nacimiento, dibujan un José preocupado, porqué no
puede dar a Jesús y María todo lo que haría falta,
pero gracias a los pastores que responden a la llamada
de los ángeles, todo será diferente y a María y José
no les faltará nada.
Monición de entrada;
Monición de la comunión:
Con el tradicional canto de les “dotze van tocant”
hemos iniciado la solemnidad del nacimiento de Jesús.
Es un día de gozo y alegría. Hoy en las calles y en
muchas casas celebran que Jesús nació hace dos mil
años, nosotros con esta celebración queremos hacer
posible que Él renazca en nuestros corazones.
El Hijo de Dios se ha hecho hijo de..... Dios se
hace hombre para divinizarnos, para hacernos
participar de su naturaleza divina y así liberarnos de
la esclavitud del pecado. Acerquémonos ahora a
comulgar con el deseo intenso de que su divinidad nos
transforme y nos purifique.
En esta celebración, no sólo recordamos un hecho del
pasado, que Jesús nació, sino que hacemos presente
el misterio del nacimiento de Jesús, para que de esta
manera Él nazca en nosotros de una manera nueva.
Dios quiere renacer en nosotros. Dios está dentro
nuestro, pero Él quiere tener una presencia más
personal. Para que esto sea posible Él necesita un
corazón abierto a su acción. Ni nos imaginamos la
capacidad que Dios tiene de llenar el corazón del
hombre.