Fiesta: San Esteban, protomártir, (26 de Diciembre)
San Esteban, protomártir, nuestro modelo para vivir mirando a Cristo,
según las bienaventuranzas.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los
hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus
sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y
reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas
cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar.
Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento.
Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de
vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte
hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra
padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi
nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará»” (Mateo
10,17-22).
1. Tres festividades de santos siguen inmediatamente a la de
Navidad: San Esteban, San Juan, los santos Inocentes. La fiesta de Navidad
es todo dulzura, pero está el hecho de que un rústico pesebre fue la cuna
de Jesús. La cruz se perfila ya. San Esteban fue el primer mártir. El primero
en seguir verdaderamente a su maestro llevando la cruz, como otro Cristo.
- Jesús decía a sus discípulos: "No os fiéis de estos hombres.
Pues os delatarán a los tribunales y os azotarán... y por mi causa
seréis conducidos ante los gobernadores y los reyes..." Cuando Mateo
escribe esto, la persecución es el lote cotidiano de los cristianos, en la
Iglesia primitiva. Jesús había anunciado las dificultades de la misión que
confiaba a sus discípulos: todo hombre que proclama el Reino de Dios debe
estar dispuesto a afrontar la oposición, la contestación. ¡Qué misterio,
Señor! ¿Por qué el mundo rehúsa a Dios? ¿Por qué el mundo rehúsa a los
que hablan de ti? ¿Por qué los hombres persiguen a los que no desean otra
cosa sino comunicarles una buena noticia? El discípulo de Jesús, el
misionero sólo tiene por misión hacer el bien y decir cosas buenas. Y sin
embargo, suscita la oposición. El caso es que Dios aparece siempre, desde
el exterior, como un intruso: como alguien que viene para ocupar todo el
espacio, como un inoportuno. El egoísmo del hombre, su deseo de
independencia son la causa del rechazo. Se rechaza al amor. Es el rechazo a
dejarse tomar por Dios. Rechazo a someterse a Dios. Cuando Dios
verdaderamente "reina" se acaban las pretensiones orgullosas del hombre.
Ayúdame, Señor, a someterme totalmente a ti. Ayúdame a soportar las
dificultades y las oposiciones. Ayúdame a interpretarlas a la luz de tu
presencia.
-“ No os atormentéis pensando lo que vais a decir... Puesto que
no seréis vosotros quienes hablaréis, sino que el Espíritu de vuestro
Padre hablará por vosotros ”. Jesús nos pide pues que renunciemos a las
preocupaciones. "No os atormentéis". Tú, Señor, no quieres que tengamos
miedo. Ello sería signo de que aún contamos demasiado con nuestras
propias fuerzas, con nuestros recursos humanos. Se trata por lo contrario,
de abrirnos a la acción de Dios: " el Espíritu hablará por vosotros ". " No
seréis vosotros los que hablaréis ". ¡Señor! Quisiera, siguiendo tu
invitación, dejarme desposeer totalmente por ti!
-“El que se mantendrá firme hasta el fin, será salvado” . ¡Es
esto justamente lo mas difícil! Uno aguanta un momento, pero, a la larga,
la cosa falla. ¡Oh, Señor, puesto que Tú me lo pides..., ayúdame también a
"aguantar firme"! Que tu Espíritu venga realmente a mi espíritu (Noel
Quesson).
2. Esteban es aquel que los adversarios « no podían resistir a la
sabiduría y al Espíritu con que hablaba », como hemos leído en la
primera lectura. Mártir significa “testimonio”. ¿Cómo hemos de ser
testimonios de Jesús? Mirando al cielo, como el joven que hoy celebramos:
« mirando al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha
de Dios ». Con fe, mirando Jesús, sin miedo de nada pues somos hijos de
Dios. Los salmos ya nos dicen: « Dichoso el hombre que confía en el
Señor ...». Son palabras de promesa que sirven al mismo tiempo como
discernimiento de espíritus y que se convierten así en palabras orientadoras
(Ratzinger).
Ha venido Jesús para vivir las bienaventuranzas, para los pobres, los
hambrientos, los que lloran, los que son odiados y perseguidos (cf. Lc 6,
20ss). Han de ser entendidas como calificaciones prácticas, pero también
teológicas, de los discípulos, de aquellos que siguen a Jesús y se han
convertido en su familia. Son los amigos de Jesús. Promesa al mirarlas con
la luz que viene del Padre. Son una paradoja: “se invierten los criterios del
mundo apenas se ven las cosas en la perspectiva correcta, esto es, desde la
escala de valores de Dios, que es distinta de la del mundo. Precisamente los
que según los criterios del mundo son considerados pobres y perdidos son
los realmente felices, los bendecidos, y pueden alegrarse y regocijarse, no
obstante todos sus sufrimientos. Las Bienaventuranzas son promesas en las
que resplandece la nueva imagen del mundo y del hombre que Jesús
inaugura, y en las que ᆱse invierten los valoresᄏ” (Ratzinger). Con Jesús,
todo está bien.
San Pablo explica que en su vida ha encontrado estas dificultades (2
Co 6, 8-10; 4, 8-10). Él es «el último», como un condenado a muerte y
convertido en espectáculo para el mundo, sin patria, insultado, denostado
(cf. 1 Co 4, 9-13). Nos habla de esa relación entre cruz y resurrección:
estamos expuestos a la muerte « para que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestro cuerpo » (2 Co 4,11). En la cruz podemos sentir la
«felicidad», la auténtica «bienaventuranza», y al mismo tiempo vemos lo
mísero que era lo que, según los criterios habituales, se considera
satisfacción y felicidad.
Es algo que se proclama en la vida, en el sufrimiento y en la
misteriosa alegría del discípulo que sigue plenamente al Señor, que se
puede gustar y vivir: “ Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en
mí” (Ga 2,20). Son las bienaventuranzas un retrato del corazón de Jesús.
Esteban era diácono, es decir, encargado del servicio de comedor
durante los ágapes o comidas fraternas. Estaba al servicio de los más
pobres. “ Esteban lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo,
vio la gloria de Dios”.
Deberíamos pedir esa "mirada interior" que nos hace ver lo invisible.
De esa visión Esteban sacó su fuerza y nadie pudo doblegarle.
Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado
Saulo.
" Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o
de cómo lo diréis; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de
vuestro Padre, hablará por vosotros ".
Serán llevados a los tribunales y juzgados en cuanto mensajeros y
anunciadores de la Palabra Dei. La Palabra de Dios es llevada al tribunal de
los hombres y como es Dios -su Palabra- el encartado en el pleito, él se
defendería, dará a los discípulos la palabra oportuna para su defensa.
Saulo cambiará pronto su nombre por el de Pablo. S. Pablo conservó
toda su vida un recuerdo vivo de las persecuciones en las que había
participado. Aquel día estaba allí. Miraba cómo mataban a un hombre a
pedradas. Estaba de acuerdo con esa tortura: guardaba los vestidos de los
verdugos que se habían puesto más cómodo para su tarea. Desde aquel
día, Saulo debió de hacerse una pregunta: "¿De dónde le viene ese valor y
entereza? Hoy, todavía, la mayoría de las conversiones, vienen de un
testimonio... de alguien cuyo modo de vivir suscita una pregunta.
-Pío XII: "Que tu conducta y tu palabra puedan significar un
llamamiento de Dios a la mente y al corazón de los que de El están
alejados".
" Señor, no les tengas en cuenta esta pecado ". Esta es la
novedad del Evangelio, capaz de suscitar una pregunta, pues hace al
hombre capaz de orar y amar a quien los destruye.
Señor Jesús, recibe mi espíritu... Señor, no les tengáis en
cuenta ese pecado .» La más pura joya del evangelio: « Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os odian, rogad por los que os
persiguen .» La víctima que "ama" a los que la dañan. Jesús fue el primero
en hacerlo. Es la actitud evangélica por excelencia, el amor universal, sin
condición y sin frontera... La novedad del evangelio, capaz de suscitar una
pregunta al hombre. ¿A quién debo perdonar? ¿A quién he de ofrecer ese
amor que va más allá de las concesiones humanas? No pasar ligeramente
sobre esas dos preguntas, propias para ese tiempo de Navidad (Noel
Quesson).
Celebramos el martirio de Esteban. Pero para la Iglesia el día de la
muerte de un santo es el «dies natalis», el día de su verdadero nacimiento.
No andamos lejos de la fiesta de ayer. Ahora se trata del nacimiento de
Esteban a su vida gloriosa, ya en comunión perfecta con Cristo Jesús.
Esteban es el primero que ha dado testimonio hasta la muerte. A lo
largo de la historia, cuántos cristianos han seguido a Cristo en medio de la
persecución y las dificultades. Su respuesta ante las dificultades ha sido
perseverar dando testimonio de Jesús y de su evangelio hasta la muerte.
Que es el testimonio más creíble.
Hay martirios breves e intensos, como el de Esteban. Hay martirios
largos: el testimonio y las dificultades de cada día, a lo largo de años. Tal
vez éste es el nuestro. Y hoy se nos invita a no cansarnos de este amor y
de esta fidelidad. ¿Damos nosotros, en nuestra vida, un testimonio así de
creíble para los que nos rodean?, ¿o nos echamos atrás por cualquier
esfuerzo que nos suponga la fe en Cristo? Cuando surgen estas dificultades
en nuestro camino de seguimiento de Cristo, ¿hacemos nuestras las
palabras de confianza del salmo: « A tus manos, Señor, encomiendo mi
espíritu », que Esteban hizo propias: « Señor Jesús, recibe mi espíritu »?
¿Sabemos hacer nuestras sus últimas palabras de perdón? El ejemplo de
Esteban que, a imitación del mismo Cristo, muere perdonando, es una
lección para nosotros. La oración del día reza: « concédenos la gracia de
imitar a tu mártir san Esteban, que oró por los verdugos que le
daban tormento, para que nosotros aprendamos a amar a nuestros
enemigos » (J. Aldazábal). Decía el Padre De Lubac: “Si la vida del cristiano
transcurre sin persecución, es porque en ella no está presente la vida de su
Maestro; el cristiano siempre será un hombre contestado”. Santa Edith
Stein hablaba de que “la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han
podido apagar”: “El Niño del pesebre extiende sus bracitos, y su sonrisa
parece decir ya lo que más tarde pronunciarán los labio del hombre: “ Venid
a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré .” (Mt
11,28)... ¡Sígueme! así dicen las manos del Niño, como más tarde lo harán
los labios del hombre. Así hablaron al discípulo que el Señor amaba y que
ahora también pertenece al séquito del pesebre. Y San Juan, el joven con
un limpio corazón de niño, lo siguió sin preguntar a dónde o para qué.
Abandonó la barca de su padre y siguió al Señor por todos sus caminos
hasta la cima del Gólgota.
”¡Sígueme!- esto sintió también el joven Esteban. Siguió al Señor en
la lucha contra el poder de las tinieblas, contra la ceguera de la obstinada
incredulidad, dio testimonio de El con su palabra y con su sangre, lo siguió
también en su espíritu, espíritu de Amor que lucha contra el pecado, pero
que ama al pecador y que, incluso estando muriendo, intercede ante Dios
por sus asesinos.
”Son figuras luminosas que se arrodillan en torno al pesebre: los
tiernos niños inocentes, los confiados pastores, los humildes reyes, Esteban,
el discípulo entusiasta, y Juan, el discípulo predilecto. Todos ellos siguieron
la llamada del Señor. Frente a ellos se alza la noche de la incomprensible
dureza y de la ceguera: los escribas, que podían señalar el momento y el
lugar donde el Salvador del mundo habría de nacer, pero que fueron
incapaces de deducir de ahí el “Venid a Belén”; el rey Herodes que quiso
quitar la vida al Señor de la Vida. Ante el Niño en el pesebre se dividen los
espíritus. El es el Rey de los Reyes y Señor sobre la vida y la muerte. El
pronuncia su ¡sígueme!, y el que no está con El está contra El. El nos habla
también a nosotros y nos coloca frente a la decisión entre la luz y las
tinieblas” (El misterio de Navidad, Obras completas IV, 232).
3. Puestos en manos de Dios sabemos que Él vela por nosotros como
lo hace un Padre amoroso sobre sus hijos: “ Sé la roca de mi refugio, un
baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu
nombre dirígeme y guíame”.
Y con Esteban decimos: “ A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. Tu misericordia sea mi gozo y mi
alegría. Te has fijado en mi aflicción.
Líbrame de los enemigos que me persiguen; haz brillar tu
rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia”. Haznos
partícipes de tu vida eterna, donde ya no habrá ni llanto, ni luto, ni dolor,
sino gozo y paz en el Señor.
Llucià Pou Sabaté