EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José
Primer Libro de Samuel 1,20-22.24-28.
Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de
Samuel, diciendo: "Se lo he pedido al Señor".
El marido, Elcaná, subió con toda su familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual
y cumplir su voto.
Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: "No iré hasta que el niño deje de
mamar. Entonces lo llevaré, y él se presentará delante del Señor y se quedará allí
para siempre".
Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de
tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor
en Silo. El niño era aún muy pequeño.
Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
Ella dijo: "Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo
aquí junto a ti, para orar al Señor.
Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía.
Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él; para toda su vida queda cedido al Señor".
Después se postraron delante del Señor.
Salmo 84(83),2-3.5-6.9-10.
¡Qué amable es tu Morada, Señor del Universo!
Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne
claman ansiosos por el Dios viviente.
¡Felices los que habitan en tu Casa
y te alaban sin cesar!
¡Felices los que encuentran su fuerza en ti, al emprender la peregrinación!
Señor del universo, oye mi plegaria, escucha, Dios de Jacob;
protege, Dios, a nuestro Escudo
y mira el rostro de tu Ungido.
Epístola I de San Juan 3,1-2.21-24.
¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros
lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a
él.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha
manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es.
Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos
acercarnos a Dios con plena confianza,
y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y
hacemos lo que le agrada.
Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos
amemos los unos a los otros como él nos ordenó.
El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y
sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Evangelio según San Lucas 2,41-52.
Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén
sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron
a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley,
escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué
nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de
los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba
estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los
hombres.
comentario del Evangelio por
Orígenes (c. 185-253), sacerdote y teólogo
Homilía sobre el evangelio de Lucas, n° 18; SC 87
“A los tres días encontraron a Jesús en el templo”
A la edad de doce años, Jesús se queda en Jerusalén. No sabiéndolo, sus padres
lo buscan con inquietud y no lo encuentran. Buscan "entre sus parientes cercanos",
buscan "entre sus compañeros de camino", buscan "entre sus conocidos", pero,
entre toda aquella gente, no lo encuentran... Mi Jesús no quiere ser encontrado
entre la muchedumbre.
Aprended pues dónde lo encontraron... para que vosotros también podáis
encontrarlo: "a fuerza de buscarlo, lo encontraron en el Templo". No en cualquier
lugar, sino "en el Templo", y no simplemente en el Templo, sino "En medio de los
doctores a los que escuchaba y hacía preguntas". Vosotros también, buscad pues a
Jesús en el templo de Dios, buscadlo en la Iglesia, buscadlo cerca de los maestros
que están en este templo y que no salen de él. Si buscáis de ese modo, lo
encontraréis...
Lo encontraron "sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles
preguntas". Ahora todavía, Jesús está aquí; nos interroga y nos escucha. "Todos
estaban admirados ", dice Lucas. ¿Qué admiraban? No sus preguntas que sin
embargo eran admirables, sino sus respuestas... "Moisés hablaba, dice la Escritura,
y Dios le respondía" (Ex 19,19). Así es como el Señor le enseñaba a Moisés lo que
ignoraba. Unas veces Jesús interroga, y otras responde, y por muy admirables que
sean sus preguntas, sus respuestas todavía son más admirables.
Para que nosotros también podamos oírlo y que nos plantee preguntas que él
mismo resolverá, supliquémosle, hagamos un esfuerzo intenso y doloroso por
buscarle, y podremos entonces encontrar lo que buscamos. Con razón dice la
Escritura: "Tu padre y yo te buscábamos angustiados". Hace falta en efecto que el
que busca a Jesús no lo haga con negligencia y blandura, de forma intermitente,
como lo hacen algunos... y que, por esta razón, no lo encuentran. Nosotros,
digamos: "Te buscábamos angustiados".
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”