SOLEMNIDAD SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
Nm 6, 22-27; Sal 66; Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21
Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el
pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y
todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María,
por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los
pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y
visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días
para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser
concebido en el seno.
Después de haber celebrado el misterio del nacimiento de Nuestro Salvador,
Jesucristo, en el establo de Belén y de reconocer en Él a Dios que se ha hecho
hombre, Salvador de la humanidad, la Iglesia dirige su mirada hacia la Madre y
reconoce en Ella, a la Madre de Dios. La doctrina de la Iglesia nos dice al respecto:
ᆱ…ciertamente, desde los tiempos más antiguos, la Sta. Virgen es venerada con el
título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos
sus peligros y necesidades.... Y las diversas formas de piedad hacia la Madre de
Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los límites de la sana doctrina,
hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo por razón del cual son todas las cosas,
sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus
mandamientos"…ᄏ (LG, 66).
El título de María Madre de Dios nos pone de frente a un misterio sorprendente, el
Hijo, que es Dios de la eternidad y que en su divinidad ha estado generado sólo del
Padre, ha acampado en el mundo naciendo de una mujer. De aquí que esta mujer
ha recibido una dignidad que ningún otro ser humano podrá alcanzar. Ella es Madre
de Aquel que es Dios. Es una grandeza que el espíritu humano no podría jamás
haber imaginado que una criatura pudiera haber recibido y acogido al mismo Dios.
Nuestro actual Papa Benedicto XVI nos dice respecto de esta solemnidad: ᆱ…María,
la virgen, esposa de José, que Dios ha elegido desde el primer instante de su
existencia para ser la madre de su Hijo hecho hombre, ha sido la primera en ser
colmada de esta bendición. Ella, según el saludo de santa Isabel, es «bendita entre
las mujeres» (Lc 1,42). Toda su vida está iluminada por el Señor, bajo el radio de
acción del nombre y el rostro de Dios encarnado en Jesús, el «fruto bendito de su
vientre». Así nos la presenta el Evangelio de Lucas: completamente dedicada a
conservar y meditar en su corazón todo lo que se refiere a su hijo Jesús (cf. Lc
2,19.51). El misterio de su maternidad divina, que celebramos hoy, contiene de
manera sobreabundante aquel don de gracia que toda maternidad humana lleva
consigo, de modo que la fecundidad del vientre se ha asociado siempre a la
bendición de Dios. La Madre de Dios es la primera bendecida y quien porta la
bendición; es la mujer que ha acogido a Jesús y lo ha dado a luz para toda la
familia humana. Como reza la Liturgia: «Y, sin perder la gloria de su virginidad,
derramó sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro» (Prefacio I de
Santa María Virgen)…ᄏ (Benedicto XVI, Ángelus, 1 de enero de 2012).
El evangelio nos habla del hecho de que la Madre de Dios y de nosotros los
hombres guarda y medita en su corazón, todo lo que sucede, acontece, en esos
momentos, y es necesario meditar en esta frase, que expresa un aspecto admirable
de la maternidad de María. El siervo de Dios Juan Pablo II nos dice: ᆱ…”María (...)
guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón". ¿Qué tiene de
sorprendente que la Madre de Dios recordara todo eso de modo singular, más aún,
de modo único? Toda madre tiene la misma conciencia del comienzo de una nueva
vida en ella. La historia de cada hombre está escrita, ante todo, en el corazón de la
propia madre. No debe sorprendernos que haya sucedido lo mismo en la vida
terrena del Hijo de Dios. María estuvo presente con los Apóstoles el día de
Pentecostés; participó directamente en el nacimiento de la Iglesia. Desde entonces,
su maternidad acompaña la historia de la humanidad redimida, el camino de la gran
familia humana, destinataria de la obra de la redención…ᄏ (Juan Pablo II, Homilía
de Apertura de la Puerta Santa de la Basílica de Santa María la Mayor, 1 de enero
de 2000).
La Iglesia contempla en María de Nazaret, mujer singular por haber sido llamada a
una misión que la pone en una relación muy íntima con Cristo; una relación
absolutamente única, porque María es la Madre del Salvador. Con la misma
evidencia podemos y debemos afirmar que es Madre Nuestra, porque, viviendo su
relación materna con el Hijo, fue testigo de su misión por nosotros y por la
salvación de todos los hombres. Contemplándola, la Iglesia descubre en ella los
rasgos de su propia fisonomía: María vive la fe y la caridad; María es llamada a
participar en la salvación de la humanidad entera.
Esta solemnidad nos invita a dirigir la mirada hacia la mujer que "acogió en su
corazón y en su cuerpo al Verbo de Dios y dio la Vida al mundo"; y precisamente
por esto —recuerda el Concilio Vaticano II— "María es reconocida y venerada como
verdadera Madre de Dios" (Lumen gentium, 53). El Papa Benedicto XVI nos dice:
ᆱ…Para Dios nada es imposible", dijo el ángel a la Virgen cuando le anunció su
maternidad divina (cf. Lc 1, 37). María creyó y por eso es bienaventurada (cf. Lc 1,
45). Lo que resulta imposible para el hombre, es posible para quien cree (cf. Mc 9,
23). Por eso, pidamos a la Madre de Dios que nos obtenga el don de una fe
madura: una fe que quisiéramos que se asemeje, en la medida de lo posible, a la
suya; una fe nítida, genuina, humilde y a la vez valiente, impregnada de esperanza
y entusiasmo por el reino de Dios; una fe que no admita el fatalismo y esté abierta
a la voluntad de Dios con obediencia plena y gozosa, con la certeza absoluta de que
lo único que Dios quiere siempre para todos es amor y vida. …ᄏ (Benedicto XVI,
Homilía en las Vísperas de Solemnidad de Santa María Madre de Dios, 31 de
diciembre de 2006).
Que el Señor con su Gracia nos ayude a escuchar su voz, y que en los
acontecimientos de la vida nos conceda verlo con Fe y Esperanza; para poder amar
a Dios con el corazón, el alma, la mente y las fuerzas.
Que el Señor nos ayude a renovar nuestra vida en este Año de la Fe.
Cristo sea la luz de nuestro camino. Reza por mí. P. Oscar.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar