FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA
“Cantaré eternamente la misericordia del Señor” (Sal. 89)
La festividad de la Sagrada Familia nos pone de manifiesto que el Salvador, viniendo a este
mundo, quiso insertarse en una familia común y a la vez extraordinaria por la presencia
especial de Dios en ella. El Salvador haciéndose hombre quiso seguir el camino de todos los
hombres: tener una familia en la tierra, una patria, pertenecer a un pueblo y a una cultura. Su
familia no se distinguía de las otras familias de su pueblo. Era una familia de trabajadores
sencilla y humilde.
Sin embargo cuando profundizamos en la realidad de esta familia en el Evangelio (Lucas 2, 41-
52) encontramos rasgos espirituales singulares. Era una familia muy particular, donde reinaba
el trabajo, la oración, el amor y tantas virtudes. Como las otras familias judías, presentaron a
Jesús al Templo, como está escrito en la Ley de Moisés y ofrecieron por él las ofrendas
correspondientes. Fue en esta ocasión cuando el anciano Simeón, iluminado por el Espíritu
Santo, reconoció en el ni￱o al “Cristo, el Se￱or…le tom￳ en sus brazos bendiciendo a Dios” y
dirigiéndose luego a la madre le dijo: “una espada atravesará tu alma” (Ib. 26).
Para estos esposos, que presentaron a su hijo en el Templo de Jerusalén, la vida no les será
fácil: el niño será perseguido y tendrán -a causa de una revelación- que huir a Egipto, tendrán
que emigrar a tierra extranjera, con todas las privaciones y dificultades que esto significa: el
duro trabajo quizá mal retribuido, llevar una vida pobre y sin amistades, asumiendo una forma
de vivir muy distinta a la que ellos conocían. Pero María y José saben que ellos son una familia
especial, conocen del misterio de su hijo y conocen también su responsabilidad para con este
niño y el plan de Dios.
Seguramente que en María seguían resonando aquellas palabras proféticas de Simeón “una
espada atravesará tu alma”. Pero ella está dispuesta al sufrimiento, a toda clase de sufrimiento.
Años más tarde y ya de regreso a su tierra, cuando peregrinan a Jerusalén, el niño se pierde y
es encontrado -después de ardua búsqueda- entre los doctores de la Ley. Allí Jesús sorprende
a María y José al exponer las razones de por qué se había quedado en el Templo sin avisarles:
“¿No sabían que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” (Ib. 49). Jesús sabe que antes
que a nadie, él le pertenece al Padre de los Cielos. A José y María les ha tocado la misión de
hacerle crecer y educarlo como hombre. Esta misión les da la conciencia de una entrega total a
Dios, que exige de ellos el mayor desinterés y le da a su vida el sentido de un servicio total en
colaboración con la obra del Hijo, que vino a servir a la humanidad en la salvación. Sin
embargo el evangelio nos dice que “Jesús les estaba sujeto y crecía en sabiduría, edad y
gracia ante los hombres y ante Dios” (Ib. 51-52).
La Sagrada Familia es propuesta por la Iglesia como modelo de toda familia cristiana. Esta
familia está sujeta a Dios y le reconoce como Señor. En esta familia se busca la voluntad de
Dios y nada se quiere ni se hace sin este horizonte. Los sufrimientos y las angustias de la vida
son aceptadas con un sentido profundo de fe y se reconocen como permitidos por Dios. Las
más duras vicisitudes de la vida no logran enturbiar la armonía del hogar. Saben de alguna
manera que Dios está presente en ellas, porque ellos están enteramente entregados a Jesús
como regalo de Dios y ellos se olvidarán de sí mismos y sus vidas gravitarán alrededor de la
vida de Jesús, asociados a su misión.
Cuando en una familia cristiana está presente primero Dios y no olvida los preceptos del
Evangelio, reina en ella el amor y los sufrimientos son asociados a los de Jesús en la Cruz. Se
ora en familia, se alaba a Dios y se le respeta sobre todas las cosas. Los hijos aman a sus
padres y les obedecen, como Jesús vivió obediente a los suyos. Dios quiere que los padres
sean honrados por sus hijos. San Pablo nos enseña que el amor mutuo debe hacer de la
familia cristiana una comunidad ideal (Col. 3, 12-13). Si la familia no está fundada en el amor
cristiano es difícil que persevere en el amor, el perdón y la misericordia. La familia tiene una
alta misión eclesial, ya que en la Iglesia y con la Iglesia, la familia colabora en la obra de la
salvación y en la dignificación de la sociedad.
Que Santa María, modelo de entrega a Dios ayude –en este Año de la Fe- a que las familias
cristianas puedan encontrar y amar a Jesús cada día más.
+ Marcelo Raúl Martorell
Obispo Puerto Iguazú