Fiesta. El Bautismo del Señor.
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas Bíblicas
a.- Is. 40,1-5.9-11: Se revelará la gloria del Señor.
El profeta abre este capítulo, presentándonos al Siervo y Ungido del Señor,
personaje misterioso, que encierra en sí los rasgos más sobresalientes, tanto del
pueblo, como de algunos personajes históricos. Estamos en el primero de los cuatro
Cánticos dedicados a este Siervo doliente; escritos por un discípulo del
Deuteroisaías, en los años del destierro. Este Siervo es presentado como un nuevo
Adán: “Yo Yahvé, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé” (v. 6).
Tiene la misión de crear un mundo nuevo, un nuevo orden de las cosas, a través de
una Nueva Alianza realizada con su pueblo. Con ÉL todo será nuevo: los ciegos o
paganos abrirán sus ojos a la revelación; los presos será liberados de las tinieblas
del error y del destierro. Otro aspecto de su misión, será implantar el derecho, o
sea, la Toráh con las características propias de un Rey, Profeta y Sacerdote muy
unidas. Como Rey la justicia y el derecho, serán implantados en toda la tierra, muy
superior a lo conocido, puesto que implica una actividad salvífica, cimentada en la
voluntad de Dios. Como Sacerdote, también vela por implantar el derecho; como
Profeta, anuncia la voluntad de Dios al pueblo, y a todas las naciones. Muy distinto
a todos los Reyes, Profetas y Sacerdotes del momento. Es la manifestación humilde
de Dios, que por medio de este Siervo, transforma el interior de los hombres,
reviviendo la llama que esta a punto de extinguirse, hasta conseguir la
transformación de los corazones y de la sociedad deseada por Dios, por medio del
derecho, la justicia y la paz. Este Siervo, será continuamente sostenido por la
acción del Espíritu: en el bautismo y en la transfiguración de Jesús se ve cumplida
esta profecía. Hoy es la Iglesia, desde Pentecostés, la comunidad de salvación
universal.
b.- Tit. 2,11-14; 3,4-7: Nos ha salvado por el Bautismo y la acción del
Espíritu.
En los Hechos, encontramos este discurso de Pedro en casa de Cornelio, con
motivo de su conversión a la fe cristiana, predicada por los apóstoles. Lo primero,
que se dice es que Cornelio, era hombre piadoso y temeroso de Dios, amigo de los
judíos, y gran benefactor (cfr. Hch. 10,1-2), por lo mismo, acepto a Dios y a la
comunidad eclesial. Pedro, en su discurso, establece un principio claro antes de
predicar, luego de lo vivido, exclama: “Verdaderamente comprendo que Dios no
hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica
la justicia le es grato.” (vv. 34-35). En Dios no hay discriminaciones de ningún tipo,
y Pedro, reconoce que lo que está haciendo, no está conforme a la Ley judía: haber
entrado en casa de un pagano. Mediante la visión que tuvo: el mantel, con los
animales puros e impuros, comprendió que Dios, no puede considerar impuro a
ningún ser humano, por el hecho de pertenecer a un determinado pueblo. Nadie
queda excluido de la salvación, los temerosos de Dios, son una porción de los
llamados, es verdad, también que el pueblo de Israel, fue el primer llamado, pero
Jesús ha venido para establecer la paz entre Dios y los hombres, es el Señor de
todos, y quien cree en ÉL, sus pecados, le serán perdonados (cfr. Hch. 10, 34-36.
43). Pedro, destaca luego los elementos esenciales al kerigma de la predicación
apost￳lica: “El ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena
Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos. Vosotros sabéis
lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el
bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret, le ungió con el Espíritu Santo y con
poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el
Diablo, porque Dios estaba con él” (vv. 36-38). La unción de Jesús, hecha por Dios
(cfr. Is. 61, 12); la presentación de Jesús, como poseído por el Espíritu Santo, es la
cristología vista por Lucas; pasó haciendo el bien a todos. Ellos fueron testigos
privilegiados de todo esto, desde la Resurrección de Jesús (cfr. Hch 10, 39.41-42).
Este pasaje, termina con la efusión del Espíritu Santo sobre aquellos paganos. Fue
la Pentecostés pagana; no se podía negar el bautismo, a quien Dios había
concedido el Espíritu Santo. Los paganos, ingresan a la Iglesia, para ser hijos de
Dios y herederos de la vida eterna.
c.- Lc. 3, 15-16. 21-22: Tú eres mi Hijo.
El evangelio, nos narra el Bautismo de Jesús, encontramos que se hace entre el
anuncio y práctica del bautismo de agua de Juan, y el de fuego y Espíritu Santo,
que dará el Cristo Jesús (vv. 15-16). El bautismo de Juan, está en la línea de las
purificaciones judías, es una invitación a la conversión, ante el juicio inminente,
preparando la venida del Espíritu Santo. Jesús, recibe el bautismo de Juan (cfr. Mc.
1, 9), pero es precisamente allí, donde se devela su misterio: el cielo se abrió,
desciende el Espíritu sobre ÉL, y se oye la voz del Padre, que lo proclama como su
Hijo (v. 22). El evangelista centra todo en la acción del Espíritu, prescinde de Juan,
y en la voz de lo alto. Quiere con ello significar, el Bautismo como praxis de la
Iglesia, como lo vive y celebra. Ella sabe que esta esperanza se ha cumplido en
Jesús, por eso bautiza a los hombres, con agua, Espíritu y fuego, o sea, los
introduce en clima de juicio, que purifica y bajo la acción del Espíritu que lo
transforma en lo interior y lo crea hijo de Dios. El Bautismo, es epifanía de Dios, en
Jesucristo, desde ahora el Hijo, su misterio se comprende desde el Padre y su
Espíritu. Jesús es el Ungido, porque recibe toda la fuerza del Espíritu, como los
reyes que al ser coronados eran ungidos con aceite, para representar a Dios ante el
pueblo. Jesús es mucho más, porque con la unción del Espíritu es de verdad el Hijo,
el escogido en forma definitiva: expresión, presencia y enviado del Padre. El
misterio de Jesús, implica ser el Mesías, el Ungido por el Espíritu, e introduce a los
hombres ante el Juicio, pero también, porque está unido al Padre, es portador de la
Palabra creadora. Es cristiano, quien descubre en Jesús de Nazaret, el amor del
Padre y la fuerza del Espíritu, que obra por su medio, vivido como gracia y
responsabilidad, verdad revelada, y el Juicio de Dios sobre la historia de los
hombres. Será la conversión predicada por Juan al pueblo, la raíz de todo este
proceso de transformación interior, que anima el Espíritu de Dios en el hombre que
busca a Dios en un clima eclesial.
Santa Teresa de Jesús, nos invita a considerar con Quién estamos unidos por la fe y
qué vida debemos llevar como cristianos y carmelitas. Renovemos nuestra adhesión
a Jesucristo rememorando nuestro Bautismo: “Nosotras estamos desposadas con el
Se￱or, y todas las almas por el bautismo” (Camino del Escorial 38,1).