Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José , Ciclo C
La familia de Nazaret: Una realidad en cada familia cristiana
En el clima entrañable y familiar de la Navidad se celebra en este domingo la fiesta
de la Sagrada familia de Nazaret. Los textos que se proclama en la Misa nos
ofrecen orientaciones prácticas sobre el amor y respeto a los mayores; nos
recuerdan virtudes preciosas y nunca pasadas de moda para una convivencia
feliz : la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión,
el perdón... y, por encima de todo, resumiéndolo todo, el amor como ceñidor de la
unidad consumada.
El Papa Pablo VII, visitando Nazaret, expresaba un deseo que convertía en
oración: "Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de
amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e
irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su
función en el plano social" (Pablo VI).
El texto evangélico nos presenta una escena familiar: Un adolescente, Jesús, que
peregrina con sus padres a Jerusalén, como lo hacían cada año. El chico, a primera
vista, anda afirmando su autonomía hasta empezar a preocupar a sus padres: “ Tu
padre y yo te buscábamos angustiados” . Y unos padres que, poco a poco, tendrán
que ir descubriendo que Jesús, antes que hijo suyo, es Hijo de Dios y que se debe a
una misión que transciende los lazos de la carne y de la sangre: “¿ No sabéis que yo
tengo que estar en las cosas de mi Padre?”. Es significativo para este momento en
que abundan las familias monoparentales recalcar la presencia necesaria del padre
y de la madre: “ Tu padre y yo te buscábamos angustiados”.
Es éste un día para felicitar a todos los que tienen la gracia de vivir la experiencia
de una vida familiar gozosa. ¡Dichosos quienes, un día, os comprometisteis a vivir
un compromiso de amor definitivo y lo seguís manteniendo contra viento y marea!
El amor es simultáneamente don de Dios y tarea humana. "No es verdadero
amante el que no está dispuesto a amar para siempre " -decía, hace muchos siglos,
Eurípides.
Todas las encuestas manifiestan de manera unánime que la familia es la institución
más valorada de la sociedad, incluso entre los jóvenes. Y sin embargo, parece que
están en desuso dimensiones tan importantes como la fidelidad conyugal, la
paternidad y la maternidad.
Seguramente tiene mucho que ver con ello la nueva cultura sexual, que disocia
amor y sexualidad. Ésta puede ser muy bien un mero juego, sin tener que ser
informada por el amor, la comunión y el compromiso; queda reducida a un puro
producto de consumo y de placer. Se enseña a los jóvenes, como postulado
indiscutible, y sin matices, el derecho a ser sexualmente activos, sin un
reconocimiento de la dimensión interpersonal honda de la sexualidad humana. Vale
todo, hasta las relaciones más promiscuas, con tal de que sean seguras frente al
embarazo o el sida.
La dimensión oblativa, el lenguaje sexual del amor, lenguaje del cuerpo y del alma,
suena a antigualla; pero cuando al otro se le ama sólo por la utilidad que reporta se
le rebaja a nivel de objeto. Hay comportamientos que trivializan de tal modo la
relación interpersonal que incapacitan a la larga para vivir fidelidades profundas o
compromisos definitivos.
¿Qué servicio pueden prestar las familias cristianas, en cuanto tales, a nuestra
sociedad?: Anunciar la realidad de la familia como Buena Noticia; afirmar la belleza
de un amor capaz de hacer de los esposos una sola carne; hacer sentir el gozo de
saberse prolongadores de la acción creadora de Dios en un mundo en que se
maltrata la vida; ser escuela del más rico humanismo, donde cada uno es querido,
valorado y escuchado por sí mismo y no por lo que tiene. Que, en definitiva, lo
constitutivo de la familia de Nazaret sea una realidad diariamente actualizada en
cada familia cristiana.
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateo