Queridos hijos e hijas de Dios,
(Imaginemos como eran los pastores de aquellos
tiempos)
Hoy es un día muy rico, hay muchas coincidencias,
muchas cosas bonitas son las que celebramos hoy:
celebramos el último día de la octava de Navidad,
celebramos también la maternidad divina de María
(María, Madre de Dios), la Jornada Mundial de la Paz, y
el inicio del año civil. Y estas celebraciones las
hacemos en un contexto de crisis, de cambio de
modelo, de no saber muy bien hacia donde vamos
socialmente...
¿Por qué todo esto? María está delante del misterio de
la pobreza de Dios. Dice el Papa en la homilía del 1 de
enero del año 2009, hablando de María: “Comprendió
que Dios se había hecho pobre por nosotros, para
enriquecernos con su pobreza llena de amor, para
exhortarnos a frenar la avaricia insaciable que suscita
luchas y divisiones, para invitarnos a frenar el afán de
poseer, estando así disponibles a compartir y a
acogernos recíprocamente.”
Yo quisiera relacionar un poco todos estos aspectos
que hoy celebramos y vivimos.
La pobreza del nacimiento de Jesús no es una cosa
anecdótica, o casual, o circunstancial. El Nacimiento de
Jesús en un establo es providencial, forma parte del
plan de Dios. Dios se está revelando con este
nacimiento. Dios nos está hablando con este nacimiento
pobre...
Quisiera comenzar relacionando el nacimiento de Jesús
y María. El evangelio nos presenta María como una
persona reflexiva (“Y María conservaba todas estas
cosas, meditándolas en su corazón”) por tanto podemos
pensar que María, como persona reflexiva, se hacía
preguntas: ¿Por qué el Hijo de Dios ha querido nacer
de una joven sencilla y humilde como yo? ¿Por qué el
Hijo de Dios ha querido nacer en un establo, donde los
pobres guardan el ganado? ¿Por qué ha querido tener
como a primera visita la de unos pastores?
Dice el Papa : “La pobreza del nacimiento de Cristo en
Belén,…, es escuela de vida para cada hombre”.
¡¡¡Escuela de vida!!! para frenar el afán de poseer, y
entonces estar dispuestos a compartir y acoger.
Cuando hablo de contemplar el pesebre, de mirarlo, de
rezar ante él es para que se convierta en escuela de
vida. Es para que su pobreza le diga algo a nuestra vida,
a nuestro estilo de vida, a nuestros viajes, a nuestras
casas, a nuestros gastos, a nuestros coches...
De Belén nacen, o reciben más fuerza, valores como la
solidaridad, la justicia, el bien común, el valor
inalienable de la persona, la opción preferencial por los
pobres, etc.
María nos enseña a mirar la realidad y a reflexionar, a
meditar, y así poco a poco ir viviendo más
evangélicamente.
Nosotros hemos de encarnar estos valores y en
nuestras realidades ser levadura evangélica que
transforma toda la sociedad.
La segunda relación que quisiera establecer es entre
nacimiento de Jesús y la crisis actual. Vivimos tiempos
complejos, no es sólo una crisis lo que vivimos, hay un
cambio de modelo de funcionamiento, y no sabemos
demasiado bien donde iremos a parar... Pienso que el
nacimiento de Jesús nos dice dos cosas:
2. El nacimiento de Jesús también nos dice otra cosa:
lo que debe cambiar es el corazón del hombre. Es
verdad que hemos de procurar cambiar las estructuras
injustas, pero si el corazón del hombre no cambia no
saldremos adelante.
Los indignados tienen muy buenas intenciones, pero
sólo proponen cambios de estructuras, así no vamos a
ningún lugar.
1. Importancia de los valores: Veo una Europa muy
centrada en establecer medidas concretas para salir
de la crisis y muy poco en determinar los valores que
queremos preservar. Y es a partir de los valores que
queremos vivir que hemos de organizarnos. Corremos el
riesgo de acabar pareciéndonos a los países asiáticos,
que crecen cada año, pero donde los derechos
laborales están bajo mínimos...
En cambio, el nacimiento de Jesús apunta en otra
dirección: un nuevo corazón, una nueva humanidad. Lo
expresa muy bellamente el Papa, en la misma homilía:
“Por esto, el nacimiento de Jesús, que culminó en el
misterio pascual, es el inicio de un mundo nuevo, porque
inauguró realmente una nueva humanidad, capaz de
llevar a cabo una "revolución" pacífica, siempre y sólo
con la gracia de Cristo. Esta revolución no es
ideológica, sino espiritual; no es utópica, sino real; y
por eso requiere infinita paciencia, tiempos quizás muy
largos, evitando todo atajo y recorriendo el camino
más difícil: el de la maduración de la responsabilidad
en las conciencias.”
¡Cuánta verdad!, ¡cuanta belleza hay en lo que plantea el
cristianismo! Lo que le falta a este planteamiento es
que ¡lo vivamos! No podemos cambiar el mundo, la
sociedad, si antes no cambiamos nosotros: hemos de
pedir, implorar, un corazón nuevo, lleno de la gracia de
Dios, lleno del Espíritu de Jesús.
Acabo ya, mirando el mundo, la sociedad, las personas,
cada vez tengo la percepción más clara, más
interiorizada, de la necesidad que tenemos de ser
salvados, que se nos dé de fuera nuestro la salvación:
una gracia que transforme nuestros corazones de
piedra en unos corazones de carne. Que María, la
Madre de Dios, nuestra Madre, nos conceda esta
gracia.