II domingo del tiempo ordinario. Ciclo C
Los milagros de Jesús
La Palabra: “Jesús comenz￳ sus signos” (Evangelio).
1. A veces, identificamos a Jesús como un milagrero. Nos imaginamos a Dios
todopoderoso y sentado en su trono muy alejado de este mundo. Como Jesús tenía
carta blanca, cuando le parecía, actuaba, suspendiendo las causas naturales y
haciendo un milagro. Pero el mismo Jesús rechaza ese tipo de prodigios cuando las
autoridades judías le piden uno para que demuestre su procedencia divina. No está
dispuesto a tirarse del pináculo del templo para que Dios le mantenga en el aire y
todos acepten su evangelio.
2. Tanto en la revelación bíblica como en los evangelios, el milagro –”las maravillas
de Dios”– tienen un sentido más profundo. Porque Dios está más íntimo a nosotros
que nosotros mismos, y también está en todos los acontecimientos, tienen base los
relatos bíblicos cuando ven el milagro de Dios en el viento que trae la lluvia y en el
diluvio que destruye los males del mundo, en los hombres y mujeres que por amor
se entregan a favor de los demás. Jesús de Nazaret es el gran milagro de Dios
realizado en el hombre capaz de vivir y morir por amor hacia los demás.
3. El milagro de Dios se realiza en y a través de la humanidad que se deja alcanzar
y transformar por esa presencia de amor que a todos nos habita, o mejor, en la que
habitamos. Según el programa de las Bienaventuranzas, los misericordiosos o
compasivos, los limpios de corazón que son coherentes con el amor en su conducta,
los que construyen la paz y trabajan por la justicia son los verdaderos milagros de
Dios en nuestro mundo. Por eso el evangelio de Juan habla de “se￱ales”, “signos”,
obras del Padre realizadas en y desde la humanidad. A través de mujeres y
hombres que a lo largo de la historia tratan de “re-crear” la conducta de Jesucristo,
continúa en la historia el milagro, el signo de amor manifestado en la encarnación
del Hijo.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net