Domingo de la Epifanía del Señor – Ciclo C (Mateo 2, 1-12)
(...) y arrodillándose le rindieron homenaje
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Hace ya varios años, el 6 de enero de 1995, el P. Peter-Hans Kolvenbach, S.J.,
Superior General de la Compañía de Jesús, tuvo una Alocución a la Congregación
General 34ª, reunida en Roma, en la que afirmó lo siguiente:
"Nuestro hermano Pedro Teilhard de Chardin manifestó repetidas veces su deseo de
que la solemnidad hoy celebrada cambiara de nombre, o al menos de prefijo. Para
resaltar que festejamos el día en que Nuestro Señor deviene transparente desde el
fondo de todos y de todo como fuente y como meta, como alfa y como omega, esta
solemnidad debería denominarse 'dia-fanía' en lugar de 'epi-fanía'. Porque no se trata
propiamente de una repentina irrupción en la historia de Quien es su Creador y
Salvador, sino más bien de una misteriosa y silenciosa 'dia-fanía' mediante la que
Cristo alumbra el verdadero fondo de todo ser, obrando en todo y por todo para
conducir todo hacia la plenitud, hasta que Dios sea todo en todos, en la realidad total (1
Cor. 15,28). Teilhard declara que no lee la historia de los magos como una 'verdad
fotográfica', sino como una verdad luminosamente indicativa de Quien llena el universo
con su presencia dinámica, del Único que da sentido a nuestra historia, del Dios
siempre mayor en todo y para todos".
La fiesta que celebramos hoy nos recuerda que la voluntad de Dios es manifestarse a
todos los pueblos a través de su hijo hecho hombre. Reconocer al Hijo de Dios en este
niño es un acto profundo de fe que nos compromete a reconocerlo en toda la
humanidad y en toda la creación, presente y actuante: “Luego entraron en la casa, y
vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y
le ofrecieron oro, incienso y mirra. Después, advertidos en sueños de que no debían
volver a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”.
El encuentro con el Señor, nuevamente encarnado en medio de nuestra historia, nos
invita a volver a nuestra tierra por otro camino . El año que comienza debe ser un
momento para recomenzar nuestra caminada hacia la plenitud que Dios nos invita a
vivir con él, cambiando aquello que nos impide reconocer la manifestación de Dios en
medio de su pueblo. Volver por otro camino es descubrir aquellos aspectos de nuestra
vida que deben cambiar, que deben dejarse transformar por el amor que Dios nos
muestra, por la paz que nos trae su enviado, por la vida que nos regala a través del
Niño Jesús, nacido en un pesebre para nuestra salvación.
Que nuestro Buen Dios, dueño y Señor de la historia, nos regale sus bendiciones en
este año, para que podamos reconocer los brotes germinales de su presencia en toda
nuestra historia, personal, familiar, comunitaria y social, de manera que podamos ser
transparencia suya para todos los que nos rodean.