Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Navidad
Día 4 de Enero
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: No puede pecar, porque ha nacido de Dios * Los confines
de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. * Hemos encontrado al
Mesías
Textos para este día:
1 Juan 3,7-10:
Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo.
Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo
de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de
Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar,
porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del
diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su
hermano.
Salmo 97:
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas: / su diestra le ha
dado la victoria, / su santo brazo. R.
Retumbe el mar y cuanto contiene, / la tierra y cuantos la habitan; / aplaudan los
ríos, aclamen los montes. R.
Al Señor, que llega para regir la tierra. / Regirá el orbe con justicia / y los pueblos
con rectitud. R.
Juan 1,35-42:
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que
pasaba, dice: "Éste es el Cordero de Dios." Los dos discípulos oyeron sus palabras y
siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: "¿Qué
buscáis?" Ellos le contestaron: "Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?" Él les
 
dijo: "Venid y lo veréis." Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él
aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron
a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: "Hemos encontrado al
Mesías (que significa Cristo)." Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le
dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)."
Homilía
Temas de las lecturas: No puede pecar, porque ha nacido de Dios * Los confines
de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. * Hemos encontrado al
Mesías
1. Nacidos de Dios
1.1 Ya el Evangelio de Juan nos había hecho el maravilloso anuncio: los que acogen
la Palabra reciben poder llegar a ser hijos de Dios (Jn 1,12). Es muy importante
para este apóstol que descubramos nuestra vocación: hemos nacido de Dios.
1.2 El propósito del pasaje de hoy es que descubramos cómo el ser y el obrar
necesariamente van de la mano. "Operari sequitur esse", decían los escolásticos: el
obrar sigue al ser. Si nuestro ser tiene su fuente en Dios, porque de él hemos
nacido, nuestro obrar sigue al obrar de Dios, según escribe Juan: "que nadie los
engañe; el que hace la voluntad de Dios es justo, como él es justo".
1.3 Ese modo de escribir nos deja entrever el carácter polémico de una carta que
parecería tal vez sólo una colección de poesía mística. Cuando Juan dice: "que
nadie los engañe" es porque sabe de buena fuente que hay quien engaña. Y el
engaño también lo podemos conocer: se trataba de una especie de secta, tal vez en
proceso de formación, que enseñaba entre otras cosas que nuestra conducta no
importaba realmente, mientras mantuviéramos una especie de luz o de
conocimiento sublime y celeste en nuestra mente. La conducta es asunto de la
carne, según ellos, y lo carnal no importa. Por consiguiente, lo que hagamos con
nuestra carne tampoco importa.
1.4 Frente a estas semillas heréticas se alza el apóstol Juan: ¡Claro que importa la
carne! ¡El Verbo se hizo carne! Y, ¡por supuesto que importa la conducta, la vida de
cada día! Si te olvidas de la conducta no sólo niegas el misterio de Aquel que "se
hizo carne", sino que niegas su precepto principal: el amor.
2. ¿Qué buscan?
2.1 Demos una mirada al evangelio de hoy. Continúa, como hemos dicho la lectura
seguida de los primeros versículos del texto de san Juan.
2.2 La pregunta que domina el panorama de hoy es la que hace Jesús: "¿qué
buscan?". Una pregunta que nos repite. No es posible, en efecto, entrar en el
misterio de Jesús sin entrar en el misterio de nuestras necesidades, condensadas
en ese hecho: buscamos algo, buscamos a alguien. Saber qué buscamos es conocer
qué necesitamos, y reconocer nuestras necesidades es el modo propio de encontrar
a quien puede aliviarlas y responderlas.
2.3 Jesús les pregunta qué buscan. En otras escena el primero entre sus apóstoles
suyos dirá, pasada ya la Pascua: "oro ni plata yo tengo..." (Hch 3,6). Lo mismo y
con mayor razón podía expresar el Maestro de quien esto dijo. Jesús, pobre y
peregrino, humilde y casi anónimo, bien puede preguntarnos qué buscamos, porque
ciertamente sus riquezas o influencias no saltan a la vista.
2.4 Ellos respondieron con una pregunta. La verdad no tenían que responder,
porque no se conocían a sí mismos. Dijeron, pues: "¿adónde vives?". Buscaban la
casa de Jesús. Lo único que sabían de él es que era el Cordero de Dios, el que quita
el pecado del mundo. Y eso bastó para que desearan conocer la casa de Jesús, el
lugar libre de tinieblas, el espacio sin pecado. Si lo pensamos bien, la respuesta de
ellos, aun en su indefinición, es más profunda que muchas otras respuestas. No
pidieron salud, ni liberación de un demonio, ni muchos conocimientos, ni largos
años. En el fondo pidieron quedarse con él, estar con él, vivir con él. Es como si le
hubieran dicho: "danos de ti". Una genuina petición eucarística.
Fr. Nelson Medina, O.P.