Vida nueva en JESUCRISTO
El cristianismo no “inventó” el bautismo. Muchas tradiciones religiosas antiguas lo
tienen en sus rituales de iniciación, de purificación. El cristianismo simplemente lo
interpreta, lo transforma, le da categoría de sacramento por el cual se nos comunica la
vida nueva y se nos asegura un cambio de corazón, de mentalidad rescatando en
nosotros/as la imagen primera de Dios: Su manera de pensar y de obrar.
Los evangelios nos hablan de cuatro clases de bautismos: En conversión que heredamos
de Juan el Bautista; en fuego, en el Espíritu y Marcos añade uno más: En sal. Los tres
últimos son don de Jesús. Con ellos se define nuestra identidad. Jesús nos habló de un
Fuego nuevo que venía a prender en la tierra. Nos dejó su Espíritu y nos ungió con la
Sal que da sabor, devuelve el gusto en sazón de humanidad, espiritualidad y Misión.
Iniciamos el año acercándonos al Bautismo de Jesús. Él lo hace para santificar las aguas
de nuestro Bautismo. Para dejar escuchar en lo más hondo de nuestro interior aquel: “Tú
eres mi hijo muy amado, mi hija muy amada”, respondiendo así a este anhelo infinito de
aprobación que existe en todo ser humano y generando respuestas nuevas a nuestro
compromiso bautismal.
La vida en el Espíritu que se inaugura en nosotros por el Bautismo es corriente
huracanada de fuego, un tsunami de aguas que arrasan con nuestras mediocridades y
siembran la novedad de la vida con el sabor de Sal transformante que contagia y
aglutina, en novedad, el gozo de una fraternidad universal en la solidaridad con todos
los seres humanos, con todos sus “gozos y esperanzas”. El bautismo nos hace testigos
de la novedad que se llama Jesucristo.
Cochabamba 13.01.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com