Odres nuevos
Se me hace simpático, agradable, el que Jesús comience su ministerio en una boda.
Podría haberlo hecho ante el Sanedrín, en un funeral, en un mitin juvenil. Ha preferido
la fiesta. Siendo invitado, quería pasar inadvertido. Fue su Santa Madre quien lo delató
incitándolo a realizar su primer “Signo”. ¡Qué signo! Multiplicar el vino. Devolver la
alegría a unos novios que comenzaban en total frustración su primer amor.
Hay vergüenzas que llevamos dentro sin ser advertidas. Hay heridas que sabemos
ocultar. Pero un fiasco en una boda donde se acaba el vino, es algo tan público que
desbarata cualquier magia de distracción. Una mujer, en intuición profunda, María,
advierte la situación y busca la solución en su Hijo. “No tienen vino”. Es la constatación
más honda: Falta el vino del amor, el de la vida, el de la felicidad. El segundo vino.
Para poder escanciar el segundo vino, es urgente que estén vacías las tinajas. El
vaciamiento es la primera condición. María lo sabía. “Hagan lo que les diga, Él”, dice a
los sirvientes. Pues hay que llenarlas para que se dé el “signo”. También los esposos
necesitan “vaciarse” para que se dé el segundo amor, éste sin sentimentalismos, ni
romances. Éste que ya madura en buena cosecha, consumida hasta la última gota.
Y se da el vino nuevo. El mejor, el de más peso, color, sabor. El que se deja tomar…que
exige también nuevos embases. Son los odres nuevos de la parábola de la vida. Que en
lo vetusto, revientan, que en la novedad, sintonizan con la presencia de Jesús. Es que a
Dios no le gusta la novedad, la exige. La misma vida también clama por esta novedad
que nos va identificando con Dios, con su voluntad, con su presencia en la fiesta.
Cochabamba 20.01.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com