Comentario al evangelio del Sábado 05 de Enero del 2013
Queridos amigos y amigas:
Ya os dije el miércoles que esta semana era como una catequesis concentrada sobre la identidad de
Jesús. Pues bien, por si no fueran suficientes los títulos presentados los días anteriores, hoy, el
evangelio de Juan, nos regala seis más, aunque algunos ya han aparecido. Jesús es "aquel de quien
escribieron Moisés en la Ley y los Profetas" (1), el "hijo de José" (2), el "de Nazaret" (3), "Rabí" (4), el
"Hijo de Dios" (5), el "Rey de Israel" (6). Para completar el número perfecto de siete, Jesús mismo
añade uno de su cosecha, el que más le gusta a él: "Hijo del Hombre" (7). Decidme si es posible hacer
un retrato más completo en tan pocos versículos. Del país de Jesús se dice, con una pizca de ironía, que
tiene mucha historia para tan poca geografía. Hoy, a la vista de este texto, podríamos decir que tiene
mucha cristología para tan poca literatura. Jesús aparece, en primer lugar, como un verdadero hombre
de carne y hueso. Tiene un padre (José). Vive en un lugar (Nazaret). Es decir, es uno de los nuestros,
no un fantasma o un extraterrestre. Por su actividad puede ser calificado de rabí (maestro). Pero esta
condición no logra explicar a fondo su identidad. Jesús no surge por generación espontánea. Es la
respuesta de Dios a la espera de un pueblo ("aquel de quien escribieron la Ley y los Profetas"), incluso
es el verdadero Rey de este pueblo. Es la realización de esa figura misteriosa que aparece en el libro de
Daniel ("hijo del Hombre"). Es, en definitiva, la manifestación más plena del amor de Dios ("Hijo de
Dios"). Ninguno de estos títulos agota su misterio, pero entre todos nos ayudan a no dejar fuera
ninguna de las dimensiones de la fe. En Jesús de Nazaret contemplamos el misterio del hombre y el
misterio de Dios.
Permitidme ahora que, saliéndome un poco del marco litúrgico, haga referencia a lo que sucede todos
los años en mi país, España, cuando llega la noche del 5 de enero. Esta es una noche muy especial para
todos, especialmente para los más pequeños. Es la noche en que llegan a cada casa los Reyes Magos
cargados de regalos. Basta colocar un zapato en la puerta o en la ventana y algún obsequio para los
reyes y sus camellos. No recuerdo haber esperado nada con tanta impaciencia como la llegada de esta
noche cuando era un niño de cuatro o cinco años. Me parecía increíble que los Reyes tuvieran tiempo
para acordarse de mí, para leer mi carta y para sorprenderme con más regalos de los que yo había
pedido.
¿No es esta esperanza infantil un ejemplo maravilloso de esa otra esperanza que brota de la fe?
¿Podríamos hoy ser creyentes auténticos sin fiarnos de Dios de un modo parecido a como un niño se
fía de los Reyes Magos?
Vuestro amigo:
Fernando Gonzalez
Fernando Gonzalez