“¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”
Mt 2,1-12
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EPIFANIA
Epifanía quiere decir “manifestación” y la Palabra de Dios en esta solemnidad está centrada
toda sobre Jesús Mesías, Rey y Salvador universal de las naciones. No ha venido sólo para
Israel, sino también para los paganos, es decir, para toda la familia humana. La venida de los
Magos es el inicio de la unidad de las naciones, que se realizará plenamente en la fe en Jesús,
cuando todos los hombres se sientan hijos del mismo Padre y hermanos entre ellos. Los
Magos, como primeros “escuchadores” y testigos de Cristo, son tipo y preludio de una más
grande multitud de “verdaderos adoradores”, que constituirá la mies espiritual de los tiempos
mesiánicos. Jesús es el sembrador, que trae la buena semilla, de la Palabra para todos; el
Espíritu ha hecho madurar la semilla y la Iglesia está invitada a recoger el abundante fruto
sembrado con la revelación de Jesús y fecundado con su muerte.
Como de la vida de comunión y de amor entre el Padre y el Hijo ha derivado la misión de
Jesús, así de la intimidad entre Jesús y la Iglesia surge la misión de los discípulos: crear la
unidad entre las razas, pueblos y lenguas. Es la Palabra la que crea la unidad en el amor entre
los creyentes de todos los tiempos. A través de ella nace la fe y se establece en el corazón del
hombre abierto a la verdad en una existencia vital en Dios, que hace al hombre contemporáneo
pertenencia de Cristo. A quienes lo buscan con corazón sincero, Jesús les ofrece unidad en la
fe y en el amor. En este ambiente vital todos se hacen “uno” en la medida en que acogen a
Jesús y creen en su palabra: “Seremos una sola cosa no por poder creer sino porque
habremos creído” (san Agustín).
En Jesús todos pueden ser una sola cosa y descubrir que la plenitud de la vida consiste en
entregarse a Cristo y a los hermanos, y esto es amar en la unidad.
ORACION
Padre santo, que nos has enviado a tu Hijo como salvador universal de los pueblos, te
alabamos por la manifestación de Jesús, nuestro rey. Es un rey sin corona, o más aún, con
corona de espinas, porque es en su pasión donde se puede comprender el auténtico
significado de su soberanía, una realeza bastante distinta de la que buscan los hombres.
Te bendecimos, Padre, por Jesús salvador universal. Vino para salvar a todos y para reunir a
los hijos de Dios dispersos. No más ya una comunidad dividida y contrapuesta, sino una familia
reunida, que camina en la luz y el esplendor de tu gloria. Todos, judíos y paganos, estamos
“llamados en Cristo a participar de la misma herencia, a formar un mismo cuerpo” (Ef 3,6), Y la
venida de los Magos constituye el inicio de esta paz universal de las naciones. Señor,
queremos comprender cada vez mejor que la solución de la tensión entre universalidad y
elección que tantas veces nos ha puesto unos contra otros se resuelve en el entender que la
elección es servicio a todo hombre.
Haz, Señor, que la Iglesia entera sepa, como los Magos, caminar siempre hacia Belén para
adorar al rey universal de las gentes pero, al mismo tiempo, sepa desde Belén dirigirse al
mundo para desempeñar la misión que Jesús le ha confiado, esto es, la de ir al encuentro de
todos. Para que la comunidad cristiana, mientras va en busca de los alejados y de quienes se
sienten excluidos, sepa llamarlos a la esperanza y a la vida, sin olvidar que la violencia que
pueda sufrir de parte de los hombres forma parte de la misma misión.