Ferias del Tiempo de Navidad
8 de Enero
Dios es amor, y su amor se multiplica como hizo con los panes, y la alegría
de la Epifanía
“En aquel tiempo, vio Jesús una gran multitud y tuvo compasión de
ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y comenzó a
enseñarles muchas cosas. Y como fuese muy tarde, se llegaron a Él
sus discípulos y le dijeron: «Este lugar es desierto y la hora es ya
pasada; despídelos para que vayan a las granjas y aldeas de la
comarca a comprar de comer». Y Él les respondió y dijo: «Dadles
vosotros de comer». Y le dijeron: «¿Es que vamos a comprar
doscientos denarios de pan para darles de comer?». Él les contestó:
«¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo». Y habiéndolo visto, dicen:
«Cinco, y dos peces».
Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos de
comensales sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos de
ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces y
levantando los ojos al cielo, bendijo, partió los panes y los dio a sus
discípulos para que los distribuyesen; también partió los dos peces
para todos. Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y
recogieron doce cestas llenas de los trozos que sobraron y de los
peces. Los que comieron eran cinco mil hombres” (Marcos 6,34-44).
1. –“ Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre, y se
compadeció de ellos, porque eran como ovejas sin pastor ”. Señor, Tú
te dejas emocionar, conmover. Estás impresionado. Los fenómenos de las
muchedumbres no te dejan indiferente, te compadeces…
-“ Y se puso a enseñarles pausadamente ”. Sin prisa, sabiendo que
las cosas requieren su tiempo… Instruir. Educar. Promocionar. Aportar
nuevos valores. Despacio, sin prisas. Despacio porque la instrucción es
importante, requiere tiempo. Es la llave para otras muchas cosas.
Al echar una mirada a nuestra vida, mucha precipitación. Una de las
pegas de la cultura de hoy es que vivimos aferrados a lo inmediato, pero
para ser feliz necesitamos una proyección hacia delante, sacrificando
muchas veces la satisfacción pronta e inminente. Para ello hacen falta
fuerzas, y perseverar en los sueños. La madurez en la vida espiritual, como
en las tareas de campo, está en sembrar oportunamente, en tierra
preparada, sin querer conseguir frutos inmediatamente. Así en las virtudes,
después de haber tomado una determinación, de poner en acto la voluntad,
puede haber fracasos, los “éxitos” no son inmediatos. Pero hay que tener
confianza, con la fuerza de la Eucaristía saber esperar, tener “paciencia”,
que es la “paz” en esa “ciencia”; ciertamente la ciencia de la paz es
importante pues se hacen muchas tonterías con la precipitación, no sólo en
el hablar sino sobre todo en abandonar, en recuperar el tiempo perdido sin
lamentos al mirar atrás. No perder el tiempo en el desánimo, no caer en el
descorazonamiento, ni mucho menos en la abulia, la tristeza vital, “el
sentimiento de la falta de sentimiento”. Aquello tan penoso que oímos a
veces: “ya no puedo estar más triste”. Aflora la culpa, la desesperación…
Jesús nos muestra que Él es sensible a las necesidades de las
personas que salen a su encuentro. No puede encontrarse con personas y
pasar indiferente ante sus necesidades. El corazón de Jesús se compadece
al ver el gran gentío que le seguía « como ovejas sin pastor ». El Maestro
deja aparte los proyectos previos y se pone a enseñar. ¿Cuántas veces
nosotros hemos dejado que la urgencia o la impaciencia manden sobre
nuestra conducta? ¿Cuántas veces no hemos querido cambiar de planes
para atender necesidades inmediatas e imprevistas? Jesús nos da ejemplo
de flexibilidad, de modificar la programación previa y de estar disponible
para las personas que le siguen.
- "Dadles, vosotros, de comer". El tiempo pasa deprisa. Cuando
amas es fácil que el tiempo pase muy deprisa. Y Jesús, que ama mucho,
está explicando la doctrina de una manera prolongada. Se hace tarde, los
discípulos se lo recuerdan al Maestro y les preocupa que el gentío pueda
comer. Entonces Jesús hace una propuesta increíble: « Dadles vosotros de
comer ». No solamente le preocupa dar el alimento espiritual con sus
enseñanzas, sino también el alimento del cuerpo. Los discípulos ponen
dificultades, que son reales, ¡muy reales!: los panes van a costar mucho
dinero (Xavier Sobrevia).
El primer lugar lo ocupa el alimento del espíritu y del corazón. Y la
Palabra de Dios es "alimento". Como rezamos en el ofertorio: Bendito eres
Dios del universo, Tú que nos das el pan, fruto de la tierra y del trabajo del
hombre. Yo te ofrezco mi trabajo y el de todos los hombres.
-“ Les mandó que les hicieran recostarse por grupos sobre la
hierba verde”. Formando un círculo por grupos de ciento y de cincuenta.
-“ Jesús, tomando los cinco panes... alzando los ojos al cielo
pronunció la bendición, partió los panes y se los dio ”. La alusión a la
eucaristía es evidente. Es casi la misma serie de gestos que Jesús hizo en la
Cena. "Pronunciar la bendición" (= "decir bien"). "Bendito sea Dios que nos
da este pan". Era el rito judío de la santificación de la comida en la mesa:
como buen judío, Jesús santifica cada uno de sus gestos con una bendición,
una plegaria. Mi vida toda ¿es también para mí ocasión de alabar y bendecir
a Dios? (Noel Quesson).
Jesús mismo se nos da para que nuestra vida sea de amor, para
volver a adquirir las propias fuerzas, con las que poder recomenzar la lucha,
hacer oración, vivir para amar, volver a tener ilusión al vivir otra vez, y al
poseer la vida poder darla, “desvivirse”. Uno es lo que sueña. Jesús nos
habla de una multiplicación de la ilusión, cuando la damos. Una
multiplicación del amor, cuando amamos. Y el milagro es más profundo, es
una imagen de la Eucaristía, de Jesús que se nos da, que ama hasta dar la
vida, y su muerte es fuente de la vida y del amor. Aprendiendo de Él,
alimentándonos en su Cuerpo, podemos tomar fuerzas para seguir su
ejemplo y vivir su Vida.
Cristo, te veo como el Pastor que alimenta a su pueblo, te presentas
como el sucesor de Moisés, capaz de conducir el rebaño, de alimentarle con
pastos de vida y conducirle a los pastos definitivos. Eres el nuevo Moisés
que ofrece el verdadero maná, que liberas al pueblo del legalismo a que
habían reducido los fariseos la ley de Moisés y que al fin abre a los mismos
paganos el acceso a la Tierra Prometida.
Transformados por esos dones que nos das, Señor, te pido hoyo:
“quita la soberbia de mi vida; quebranta mi amor propio, este querer
afirmarme yo e imponerme a los demás. Haz que el fundamente de mi
personalidad sea la identificación contigo” (San Josemaría Escrivá). Son días
para que, de rodillas delante de Jesús Niño, de ese Dios escondido a la
humanidad, le adoremos, le ofrezcamos nuestros dones y aprendamos a
recibir los suyos, las lecciones de su realeza, la luz de su estrella, para no
apartarnos nunca de él, para quitar de nuestro camino todo lo que sea
estorbo, para serle fieles, dóciles a sus llamadas. Para que el transforme
ese pan que le ofrecemos y lo multiplique, y haga el milagro.
El pan multiplicado que nos ofrece cada día Cristo Jesús es su Cuerpo
y su Sangre. Él ya sabía que nuestro camino no iba a ser fácil. Que el
cansancio, el hambre y la sed iban a acosarnos a lo largo de nuestra vida. Y
quiso ser él mismo nuestro alimento. El Señor Resucitado se identifica con
ese pan y ese vino que aportamos al altar y así se convierte en Pan de Vida
y Vino de salvación para nosotros. Nunca agradeceremos y aprovecharemos
bastante la entrega eucarística de Jesús a los suyos (J. Aldazábal).
2. –“ Queridos míos, amémonos unos a otros ”. Todo un programa
para la Iglesia. Todo un programa para nuestras familias, nuestros
ambientes de vida y de trabajo. Todo un programa para la humanidad. En
mi recuerdo evoco los lugares, a mi alrededor o en el mundo donde falta
ese amor. Y ruego para que nazca y progrese.
-“ Porque el amor es de Dios . Todos los que aman son «hijos»
de Dios y conocen a Dios. Quien no ama no conoce a Dios. ¡Porque,
Dios es amor!” Texto de insondable profundidad. Hay que escucharlo en
silencio, repetirlo, tratar de expresarlo con palabras nuestras. Todo el que
ama es como una parcela de Dios, una parte del Amor, porque Dios es
amor. Todo acto de amor «viene de Dios», tiene su fuente u origen en el
Corazón de Dios. Dios puede ser contemplado en: -el amor de una madre
que ama a su hijito... y de un niño que ama a sus padres... -el amor de un
prometido a su prometida... de un esposo a su esposa... -el amor de un
hombre que se desvela por sus camaradas de trabajo... -el amor de un
trabajador que pone su oficio al servicio de sus compatriotas... Dios está en
el origen de todas esas actitudes. ¿Y en mi vida?
-“ En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene, en que
envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de El ”.
Dios no se ha quedado en las generalidades, en las hermosas declaraciones.
Dios ha manifestado, concretado y probado su amor. Dios ha «encarnado»
su amor. Ha dado su Hijo al mundo. Jesús es el amor de Dios por el mundo.
Es el Hijo único, entregado. Único. Entregado. No guardado para sí. Dado.
¿Y yo? ¿De qué soy capaz de privarme, por amor? ¿De qué modo concreto
traduzco en obras mi amor?
-“ El amor existe no porque amáramos nosotros a Dios... sino
porque El nos amó a nosotros ”. San Juan insiste siempre sobre esa
iniciativa divina. Dios no nos ha esperado. Tomó la iniciativa de amarnos
antes incluso de conocer cómo responderíamos a ese amor. La experiencia
del pecado tiene una misteriosa ventaja: nos permite comprender mejor
esto: ¡el pecador sabe que es esperado y amado! Aun en los momentos en
que el hombre no piensa en Dios ni ama a Dios... ¡Dios no cesa de pensar
en él y de amarlo! Gratuidad total del amor divino. No está condicionado a
una respuesta positiva. Pero Señor, ¿cómo procuraré responder plenamente
a un tal amor?
-“ El Padre envió a su Hijo, que es víctima propiciatoria por
nuestros pecados”. El amor de Dios no fue algo banal o «de broma». Fue
un amor «hasta el derramamiento de sangre». Cristo se sacrificó por
nosotros. Jesús ha sido la victima de «mis» pecados. Jesús se sacrificó por
mí, porque, ¡me ama hasta tal punto! de ser capaz de renunciar a su propia
vida «para que yo viva». ¿Y yo? (Noel Quesson).
3. Rezamos hoy en el salmo: “ Dios mío, confía tu juicio al rey, tu
justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus
humildes con rectitud”. Jesucristo, nuestro Rey y Señor, ha salido a
nuestro encuentro para remediar nuestros males. Él no sólo nos anunció la
Buena Nueva del amor que nos tiene el Padre, sino que pasó haciendo el
bien a todos.
Que los montes traigan paz, y los collados justicia; que él
defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre”. La
Iglesia tiene esta misión de Cristo: que en la tierra florezca la justicia y
reine la paz, así como en convertirse en defensa de los pobres: “ Que en
sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que
domine de mar a mar, el Gran Río al confín de la tierra”.
Llucià Pou Sabaté